La misa de hoy: preparad el camino del Señor

La misa de hoy: preparad el camino del Señor

04 Diciembre 2022

Por Presbítero Marcelo Barrionuevo

“Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: ‘Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos’. Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’”.

I- Iba a llegar el Salvador y nadie advertía nada (Isaías, 30, 19-30). El mundo de entonces, como el de ahora, seguía como de costumbre en la indiferencia más completa. Estamos en Adviento, en la espera. En este tiempo litúrgico la Iglesia propone a nuestra meditación la figura de Juan el Bautista. Se muestra ya profeta en el seno de su madre. Aún no había nacido aún, cuando a la llegada de Santa María salta de gozo dentro de su madre (Lucas 1, 76-77). Toda la esencia de la vida de Juan estuvo determinada por esta misión. Su vocación será preparar a Jesús un pueblo capaz de recibir el reino de Dios, y dar testimonio público de Él. No lo hará por gusto, sino porque para eso fue concebido. Así es todo apostolado: olvido de uno mismo y preocupación sincera por los demás. Juan lo hizo hasta dar la vida en el cumplimiento de su misión. Cada hombre en su sitio y circunstancias, tiene una vocación dada por Dios, y de su cumplimiento dependen muchas cosas queridas por la voluntad divina.

II- Juan sabe que ante Cristo no es ni siquiera digno de llevarle las sandalias (Mateo 3, 11). No se define a sí mismo según su ascendencia sacerdotal. Él no es más que eso: la voz. La voz que anuncia al Señor. A medida que Cristo se va manifestando, Juan busca quedar en segundo plano, ir desapareciendo. Con gran delicadeza se desprenderá de quienes le siguen para que se vayan con Cristo. Juan “perseveró en la santidad, porque se mantuvo humilde en su corazón” (San Gregorio Magno, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas). Su actitud es una enérgica advertencia contra el desordenado amor propio, que siempre nos empuja a ponernos en primer plano. Sin humildad no podríamos acercar a nuestros amigos al Señor. Y nuestra vida quedaría vacía.

III- Nosotros hemos recibido con la gracia bautismal y la Confirmación el honroso deber de confesar, con las obras y de palabra, la fe en Cristo. Nuestra familia y nuestros amigos deben ser los primeros en beneficiarse del amor al Señor. Con el ejemplo y con la oración debemos llegar incluso hasta aquellos con quienes no tenemos ocasión de hablar. Sin perder de vista, nunca, que es la gracia de Dios y no nuestras fuerzas humanas la que consigue mover las almas hacia Jesús. La Reina de los Apóstoles aumentará nuestra ilusión y esfuerzo por acercar almas a su Hijo.

Textos basados en “Hablar con Dios”, de F. Fernández Carvajal.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios