Sexualmente hablando: doctora en clítoris

Sexualmente hablando: doctora en clítoris

Helen O’Connell, médica australiana nacida en 1962, fue la primera mujer en especializarse en urología en su país. Se interesó especialmente por la anatomía genital femenina a partir de su trabajo como cirujana en el Royal Melbourne Hospital. Allí advirtió algo que le llamó la atención: cuando se extirpaba la próstata cancerígena de un hombre, se ponía mucho empeño en preservar su capacidad sexual, mientras que esta clase de preocupación no existía a la hora de intervenir en el cuerpo de una mujer (por ejemplo al realizar una histerectomía o extirpación del útero). Entonces decidió ponerse a investigar, con el fin de evitar que las intervenciones quirúrgicas en el área pélvica perjudicasen nuestra sexualidad. Y para su sorpresa, se encontró con que en gran parte de los textos médicos modernos había poca y hasta inexacta información sobre el tema, lo que la llevó a diseccionar cadáveres en busca de respuestas.

En 1998 sus indagaciones dieron como resultado la descripción -por primera vez en la historia- de la anatomía completa del clítoris, publicada en un artículo en el Journal of Urology. Incluía todos sus elementos (mucho más que la mera cabeza o glande, que es lo que comúnmente se considera como tal), y detallaba su vascularización. También mencionaba los bulbos cavernosos como parte de la estructura -de forma piramidal- y explicaba la relación del clítoris con la uretra y la vagina. En 2010 logró representar algo asimismo nuevo, inédito: un clítoris estimulado en una imagen en 3D, donde se mostraban sus más de 15.000 terminaciones nerviosas.

Semejante recorrido, a lo largo de centenares de estudios -abarcaron también la pesquisa de las representaciones culturales del clítoris a lo largo de la historia- han llevado a considerar a la doctora O’Connell la “descubridora del clítoris”. De hecho su doctorado versó sobre este órgano y hasta el día de hoy sus investigaciones continúan.

Hace unos años, O’Connell y su equipo se embarcaron en una investigación para localizar el famoso punto G. Es decir, aquella supuesta zona en la pared anterior de la vagina capaz de producir placer al ser estimulada. El objetivo era entonces encontrar un tejido en apariencia distinto al de la pared vaginal, que tuviera semejanzas con el tejido esponjoso eréctil. ¿Los resultados? Nada… Al menos nada pudo identificarse desde un punto de vista anatómico (así lo expresó en un artículo publicado en 2017 en The Journal of Sexual Medicine). Y se inclinó por inferir que más bien se trata de algo funcional. Un efecto indirecto, ya que -sostuvo- cualquier cosa que ocurre en la abertura de la vagina, que es donde está el tejido esponjoso eréctil, puede tener un efecto placentero que se perciba más profundamente. “Pero si piensas que existe un área mágica en la pared anterior de la vagina y es allí donde te centras en la estimulación, no vas a conseguir el efecto placentero deseado. Esto tiene que ver con los hallazgos anatómicos, y es que no hay un lugar como ese en la pared anterior de la vagina”, declaró en una entrevista.

En 2007, la Asociación Mundial para la Salud Sexual le otorgó a O’Connell la Medalla de Oro, su más alta condecoración, en reconocimiento al aporte de sus investigaciones.

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