El fútbol, antes que nada

El fútbol, antes que nada

Cuatro clubes grandes del fútbol argentino involucrados por primera vez en la definición de un campeonato. Dos (Boca y Racing) aspirando al título. Y los otros dos (Independiente y River) en el rol de rivales cruzados y, según el espacio que se les asigne, también como protagonistas acaso incómodos, porque pueden amargar fiestas, recibir acusaciones de complicidad y, como sea, cerrar hoy la tarde como actores casi centrales.

Decimos “cuatro clubes grandes”. Y lo decimos no sólo por su cantidad de títulos, aficionados e historia. Grandes también por su grandeza. El morbo que rodea a esta fecha final tiene mucho de redes y programas de TV y poco de los protagonistas. Es más, los hinchas de Independiente, por ejemplo, fueron enfáticos cuando unos días atrás le cantaron a sus jugadores que “el domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”. ¿Será cierto que, como escribió un periodista en las redes, la nueva conducción de Independiente hizo una encuesta que midió que no es bueno iniciar una gestión con el clásico rival campeón?

Es cierto, Independiente tiene victorias mínimas en La Bombonera en los últimos años, sufre bajas, un equipo irregular y, además, afrontará la última fecha sin obligaciones y con la cabeza de muchos de sus jugadores acaso en otro lado, porque no saben si continuarán en el club o si seguirán los pasos de Julio Falcioni, el DT que también deja su cargo. Es decir, una derrota no debería sorprender a nadie.

Boca, además, parece casi imparable, es cierto. Pero gana siempre con lo justo y llega agotado, con jugadores que se lesionan todos los partidos y apelando a su semillero, que el viernes sumó un bicampeonato de Reserva y que ya suministró más de treinta jugadores a la Primera en este torneo. Boca también es campeón femenino.

Negar que hay una política fuerte y muy activa en el fútbol de Boca a esta altura suena a necedad, más allá del debate sobre cuál sería el DT más conveniente, y de la antipatía que se le pueda tener a Juan Román Riquelme. Allí circulan los videos, recientes, en los que Román destaca a Frank Fabra (clave en el valioso triunfo contra Gimnasia en La Plata) y, más importante aún, rechaza la presión de fichar a un delantero por la fractura del pibe Exequiel Zeballos y dice que para reemplazarlo está Luca Langoni, desconocido hasta ese momento.

Es cierto que Boca ha tenido algo de suerte y algunos fallos arbitrales polémicos. No muy diferentes a los de otros equipos. Pero la racha deja de ser mera casualidad cuando las victorias se acumulan y se acumulan. Deja de ser solo suerte. Es un estilo de juego (discreto, poco ambicioso por momentos), pero que le rinde y lo ha dejado en esta última fecha a las puertas de un nuevo título.

¿Qué Racing juega mejor? Es posible. Ver a Racing incluye acciones más elaboradas y más arriesgadas; 10 minutos iniciales y ya tres acciones de gol. No sería de ningún modo injusto si hoy su rival Independiente sorprende a Boca en La Bombonera y le da la ocasión de coronarse, siempre y cuando, claro, el equipo de Fernando Gago cumpla con lo suyo y le gane a River en la despedida de Marcelo Gallardo.

Dejo para el final el inicio de la “grandeza”. ¿En serio dicen que para River, que viene de ganar todo, que tiene una historia enorme, sería humillante que Boca salga campeón? ¿En serio podría serlo también para Independiente si el campeón fuera Racing? Sabemos lo que es el fútbol. Sabemos su folklore. Su juego. Su pasión. Todo. Jamás se deseará que gane nuestro rival. Pero, a veces, ese rival sí gana. Ya lo ha hecho. Y, a veces, no queda más que resignarse. Ni siquiera digo aplaudirlo. Pero sí saber que esa circunstancia forma parte de las reglas de juego.

Es cierto, hay fanáticos que no lo aceptan. Y allí están los videos en las redes de estas horas que muestran de qué modo esos hinchas celebraron goles contra su propio equipo, con tal de perjudicar al rival eterno. Allá ellos. No hay por qué darles siempre la razón, como señala cierto lugar común. Los hinchas, la gente, no siempre tienen la razón. Además, no todos los hinchas son iguales. “La moral es social, pero la ética es individual”, dicen los especialistas. Podría entonces algún colectivo, el que sea, sugerir que es mejor “ir para atrás”. Pero está también la decisión individual.

Es un debate, por otra parte, que ni siquiera admite la precariedad. Es decir, la aparición de dineros tentadores que aprovechen condiciones vulnerables. Jugadores que no llegan a fin de mes y aceptan entonces corromperse. Aquí no hay modo de que ese factor pueda siquiera ser tenido en cuenta. Son cuatro clubes grandes. Y, antes que todos ellos, está el fútbol. Que es de todos. No de algunos fanáticos que no toleran que, cada tanto, le toque ganar al rival.

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