Con las mismas recetas, los colectivos andan sin rumbo

Con las mismas recetas, los colectivos andan sin rumbo

“Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. La máxima del genial físico Albert Einstein fue citada mil veces en momentos de crisis, ante problemas crónicos o en conflictos sin solución.

Esta misma idea “desatanudos” también se expresa como “locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes”.

La eterna debacle del transporte público de pasajeros en Tucumán es un ejemplo manifiesto del axioma del científico alemán.

Un nudo que no logra desatarse desde hace décadas, atravesado por múltiples causas, aunque siempre con los mismos actores.

Por un lado está el servicio de ómnibus, deficiente, escaso y costoso en esta provincia, por lo menos desde los 80.

De repente la clase política descubrió que el reparto de subsidios nacionales no es equitativo entre el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y el resto de las provincias. Algo que diferentes especialistas vienen denunciando desde hace años.

La misma clase política que en campaña levanta las desvencijadas banderas del federalismo, pero apenas luego de asumir en sus cargos van a mendigar de rodillas a la Casa Rosada.

Suele afirmarse denostativamente que algunos territorios nacionales están comandados por caudillos de tinte medieval, perpetuados en sus cargos gracias a la suma del poder y de los fondos públicos. Esto es mitad verdad y mitad mentira.

Es cierto que existen gobernadores, intendentes, parlamentarios, concejales y delegados comunales atornillados en sus despachos a partir de la manipulación de los recursos del Estado, el manoseo de las leyes, el nepotismo desvergonzado y las trampas electorales. Pero también es cierto que ojalá fueran caudillos, en términos históricos, capaces de combatir contra el centralismo porteño, que se fagocita los bienes del interior, les genera valor agregado y los revende a las provincias.

Es el modo en que operan los imperios desde hace miles de años. El ejemplo más repetido entre los argentinos es el de las vacas y los ingleses: nos compraban el cuero y después nos vendían los zapatos.

Los números no mienten

En el programa Panorama Tucumano de LA GACETA de este miércoles se mostró de forma clara y contundente, una vez más, lo que representa el unitarismo porteño en cifras, en este caso sobre la distribución de los subsidios nacionales al servicio de ómnibus.

Se reparten en total 36.500 millones de pesos anuales. El AMBA recibe 32.000 millones (87,70%) y las 23 provincias apenas 4.500 millones (12,30%).

En el país circulan 32.000 colectivos; en AMBA 18.000 (57%) y en el interior 14.000 (43%).

Estos 18.000 ómnibus del AMBA cubren un territorio de 13.200 kilómetros cuadrados (poco más de la mitad de Tucumán), donde viven 17 millones de habitantes (37% de la población nacional), mientras que los otros 14.000 ómnibus prestan servicio a 29 millones de habitantes (63%), en un vasto territorio de 2,78 millones de kilómetros cuadrados.

Por este motivo el precio del boleto básico de colectivo en AMBA cuesta $25 (hasta hace dos meses valía $18), y en las provincias oscila entre 50 y 120 pesos o más, según la jurisdicción y la distancia.

La metrópolis más rica paga el pasaje más barato gracias a que es la más beneficiada por la Nación.

A esta rotunda y añeja inequidad debe sumarse que AMBA cuenta además con subterráneos en CABA, que cuestan desde $25, premetros ($15) y trenes urbanos e interurbanos, cuyos pasajes van desde $4, con tarifa social, hasta $21, el viaje más caro. El pasaje promedio de un tren urbano es $15. Estos precios ferroviarios también son posibles por los importantes subsidios que reciben del gobierno.

Más ricos, más beneficios

La injusticia se agiganta si consideramos que ningún distrito argentino cuenta con tantas alternativas de transporte público, a excepción de Córdoba, Rosario y Mendoza, que además de colectivos tienen líneas de trolebuses, vehículos que al ser eléctricos no emiten gases tóxicos.

Tucumán, Mar del Plata y Bahía Blanca también los tuvieron pero dejaron de circular en los 60. Tucumán contó con trolebuses 35 años antes que Córdoba y hoy los de “La Docta” son los más modernos del país.

Esta inequidad palmaria que existe en el transporte público, se replica del mismo modo en otros servicios, como la electricidad, el gas y el agua potable.

Por ejemplo, un usuario residencial de AMBA paga entre tres y siete veces menos de luz -según con qué provincia se compare- que un cordobés, un santafesino, un tucumano o un jujeño.

Por un consumo de 300 kwh por mes, un porteño abonaba en mayo, con impuestos, $1.300, mientras que un tucumano, un santafesino y un mendocino pagaban $3.000, un jujeño $3.400 y un cordobés $4.000.

Un megavatio hora (MWh), sin impuestos (esto varía en cada distrito), cuesta 64 dólares en AMBA, 72 en Santa Fe, 81 en Entre Ríos, 99 en Tucumán y 107 dólares en Córdoba.

Estos valores informaron Edesur y Edenor durante una audiencia pública realizada en febrero de este año.

Los dos principales razones de estas injustas desigualdades son que este es un país profundamente unitario, donde Buenos Aires manda y el resto obedece, y que voto mata federalismo.

Ni siquiera con un gobernador tucumano en la Jefatura de Gabinete de la Nación se produjo un centímetro de avance federal. Tampoco ocurrirá.

Cuña tucumana

El gobierno tucumano se ampara en el argumento de los subsidios desiguales para justificar las reiteradas huelgas de colectivos y el pésimo servicio que se presta en la provincia. Esto no es así porque el problema tiene múltiples causas, y algunas de ellas son de exclusiva cuña tucumana.

Si así fuera no existiría tanta diferencia en la calidad del servicio de ómnibus con ciudades como Córdoba o Mendoza o, más cerca nuestro, con Salta capital, donde las líneas funcionan mejor -están a cargo de una empresa estatal- y el boleto es $ 14 más barato. En Salta cuesta $51 y en Tucumán $65, con grandes posibilidades de que en las próximas semanas aumente entre 20 y 30 pesos.

Es evidente que la dirigencia tucumana acusa grandes carencias. Primero, de creatividad para buscar nuevas alternativas de transporte público, más económico y menos contaminante, como el tren urbano o el trolebús, algunos de los cuales funcionan con un sistema que produce parte de la energía renovable que consume.

Segundo, de interés genuino para solucionar los problemas de la gente, sino no se explica que la crisis del transporte público lleve tantos años, de huelgas y de malas prestaciones.

No sólo para que la gente se traslade más rápido, más cómoda y de forma más barata, sino porque las mejoras en el transporte público redundan en múltiples otros beneficios, entre ellos que descongestiona el tránsito, empuja a la economía, eleva la calidad de vida y disminuye la contaminación.

No son servidores públicos

Con el adelantamiento de las elecciones provinciales y la designación “a dedo” de la fórmula oficialista, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, confirmó algo que es bastante obvio. El único interés real es en sí mismos, no en el bienestar de la gente.

En Argentina en general, a excepción de algunos distritos, y en Tucumán en particular, la política es una carrera individual, egoísta y en beneficio personal, no es un servicio público.

Por eso los combates son tan intestinos y cambiantes, porque son luchas por el poder, por el dinero y por la perpetuidad.

No compiten por proyectos, son competiciones de egos, entre gerentes de su propia empresa.

De lo contrario, en la oposición local habría hace rato un frente consolidado, bajo el paraguas de una misma idea de provincia, un proyecto alternativo. Sin embargo, es un amontonamiento de chicos y chicas que se tiran de los pelos, que se corren a los codazos y que sólo piensan en sí mismos. Otro combate entre ególatras.

Una de las causas de la prolongada crisis política argentina es que sólo se discuten nombres, no plataformas. Y los mismos nombres de siempre.

José Alperovich-Manzur; Manzur-Osvaldo Jaldo; y ahora se impulsa Jaldo-Manzur.

Dos décadas con idénticas nóminas y fracasadas recetas. ¿Qué podrían hacer diferente Jaldo y Manzur en 2023 que no hayan hecho en 20 años?

Y aquí volvemos al principio y al sabio consejo de Einstein, acerca de que es una locura hacer siempre lo mismo, una y otra vez, con los personajes de siempre, y esperar resultados diferentes.

En 20 años no se pudo mejorar, diversificar y abaratar el transporte público, pero el año que viene ¿sí se podrá? “¡Pero qué locura es esta!”

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