
UN GRAN ÉXITO. Angela Lansbury protagonizó “La reportera del crimen”.

Hollywood ha cometido muchos errores. Uno de los imperdonables es no haber tratado a Angela Lansbury como se merecía una actriz de clase A.
La intérprete murió el martes mientras dormía, pacíficamente, en su mansión de Los Ángeles, cuando faltaban cinco días para que cumpliera 97 años.
Con su partida se dice, una vez más, que es el fin de una era en el cine clásico. Y la partida de Lansbury, precisamente, marca una era: fue una de las actrices más queridas de la historia del séptimo arte; tenía más de 70 años de trayectoria, tres nominaciones al Oscar y una estatuilla honoraria de la Academia (lo mismo con el Bafta británico), 12 candidaturas a los Emmy e infinidad de reconocimientos, incluyendo seis Globos de Oro, cinco Tony, un Olivier y un Grammy. En 2014 fue nombrada Dama por la Reina Isabel II por su contribución a las artes interpretativas.
Era un referente cultural intergeneracional que ganó popularidad gracias a la serie “La reportera del crimen” (se emitió entre 1984 y 1996). Pero antes de llegar a la televisión, su nombre era reconocido como símbolo de presencia y calidad artística.
“Luz que agoniza”, dirigida por George Cukor en 1944, la puso en pantalla junto a Ingrid Bergman y Charles Boyer. Ese rol le valdría la primera nominación al Oscar como actriz de reparto. Al año siguiente volvieron a nominarla en ese rubro por “El retrato de Dorian Gray”, con el que ganó su primer Globo de Oro. Luego se la vería en películas como “El bufón del rey”, junto a Danny Kaye; y en 1962 deslumbró junto a Frank Sinatra y Janet Leigh en “El embajador del miedo”, dirigida por John Frankenheimer. Entonces fue candidata al Oscar por última vez en su carrera. También se llevó la estatuilla de los Globo de Oro por “The Manchurian candidate” y en cuatro oportunidades por “La reportera del crimen”.
Lansbury había nacido en Londres en 1925. Estudió artes y danza, y a los nueve años perdió al padre. Al empezar la II Guerra Mundial, con su madre y sus hermanos emigraron a Estados Unidos. Se instalaron en Nueva York donde comenzó con el teatro, y luego en Los Ángeles, donde su carrera despegó al ser contratada por la Metro Goldwyn Mayer y se la reputó como una de las actrices más talentosas de Europa. Su derrotero en la pantalla incluye otros filmes como “El regreso de Mary Poppins”, que fue su última aparición artística, en 2018, y una extensa presencia en los escenarios teatrales, incluyendo las obras musicales.
Un año antes, la artista había sido centro de una polémica cuando, en pleno auge del Me Too y de las denuncias de acoso contra las actrices en Hollywood, afirmó: “las mujeres a veces debemos aceptar la culpa, tenemos que aceptar el hecho de que hemos hecho todo lo posible por ser atractivas desde tiempo inmemorial. Y, por desgracia, se ha vuelto en nuestra contra y ahí es donde estamos hoy. No hay excusas para ello. Y creo que parará ahora, tendrá que hacerlo”.
La reacción en su contra la llevó a aclarar sus dichos. “Soy una fuerte defensora de los derechos de las mujeres. Estoy afligida por la rapidez y brutalidad con la que algunos han sacado mis comentarios de contexto y han intentado culpabilizar a mi generación, mi edad o mi estado mental sin haber leído por completo lo que dije”, sostuvo para cerrar el debate.
Parte de su filmografía, como “El largo y cálido verano” (historia narrada en la novela “El villorrio”, de William Faulkner) y otros títulos antes mencionados están disponibles en la plataforma de streaming Qubit Tv. En cambio, su presencia en “La nana mágica: Nanny McPhee” puede ser vista en Netflix, mientras que “Travesuras de una bruja” está en Disney+.







