El poeta de la modernidad

El poeta de la modernidad

Por Santiago Sylvester para LA GACETA.

25 Septiembre 2022

Walter Benjamin asegura que Las flores del mal, publicado en 1857, es el primer libro de poemas que emplea palabras no sólo prosaicas, sino de procedencia urbana. La obra de Baudelaire no se concibe sino en el corazón de una gran ciudad; el laberinto moderno con tráfico incesante y vida anónima por donde deambula el flâneur, tan bien representado por este poeta. Comienza así un predominio de lo urbano y la crisis del lirismo, cuyo origen, según Benjamin, estaría en la escisión entre la ciudad y el campo. Por supuesto, no es que haya desaparecido el campo ni la vida rural (ni la “literatura de la tierra”, presente en Latinoamérica a lo largo del siglo XX); pero sí el mito y la versión bucolizada de la naturaleza, como consecuencia de la era industrial. Baudelaire percibió esa desmitificación, y es lo que lo consagra como el poeta de la modernidad. (El actual interés por la naturaleza a través de la ecología es enteramente otra cosa, más que un regreso a las fuentes es necesidad de protegerla).

J. M. Coetzee, el premio Nobel sudafricano, discute a Walter Benjamin la idea de que haya sido Baudelaire el primero en traer lo urbano a la poesía: le recrimina no haber leído un poema de William Wordsworth que, 50 años antes, había descripto la experiencia de la multitud en una calle de Londres. La información de Coetzee es cierta, pero no creo que sea cierta su opinión. Wordsworth tiene un poema de 1805, “El preludio”, que efectivamente se refiere a la gran ciudad, pero está muy lejos de ser un poema urbano: es exactamente lo contrario.

Lo que Benjamin sostiene es que Baudelaire no sólo aporta un vocabulario y un tema, sino que es el primer poeta concernido con la gran ciudad; el que no podía vivir sin la multitud, sin el anonimato, y el que anuncia así una versión de la vida actual y de la poesía. De una manera voluntaria, y también involuntaria, Baudelaire es el apologeta de la gran urbe. El spleen, el hastío que comparte con el “hipócrita lector, mi semejante, mi hermano”; los rápidos encuentros callejeros, como el intercambio de miradas con “una que pasa”, que él podría haber amado (“oh tú que lo sabías”); y el paisaje general donde sucede todo, da a los poemas de Baudelaire un trasfondo inocultablemente urbano. En cada frase, en cada observación, se percibe el tráfago de la ciudad enorme y cosmopolita, y la identificación del poeta con ella.

La descripción que hace Wordsworth de Londres, en cambio, es la de un amante de la vida rural, contemplativo de la naturaleza, que vivió ocasionalmente en Londres y quedó aterrado con lo que vio: todo lo perturba, y lo que cuenta es una visión de lo degradado y de la angustia. Los conglomerados urbanos no son aptos para la felicidad sino el lugar donde nadie ve a nadie, todos cercados por la indiferencia. Este es su testimonio, en traducción de Osvaldo Rossi:

Sobre todo, un pensamiento

Desconcertaba mi comprensión: cómo viven los hombres

Vecinos de puertas contiguas (como decimos) y aun así

Extraños, ignorando cada uno el nombre del otro.

Y agrega esta síntesis de la masificación que lo agrede:

Cuán a menudo en las calles desbordantes,

He caminado con la multitud

Diciéndome: “la cara de todo aquel

Que pasa a mi lado es un misterio”.

Así he mirado, sin dejar de mirar, oprimido

Por pensamientos de qué, dónde, cuándo y cómo.

Wordsworth es un poeta de la vida rural, con permanente apego a la campiña inglesa, que ha conocido la ciudad y ha huido de ella. Mientras que Baudelaire elige ese paisaje abigarrado e intenso, fluye entre la gente, y es ahí donde quiere estar.

Tal vez lo que esté faltando, tanto a Benjamin como a Coetzee, sea una aclaración rápida, pero fundamental: poner en un caso “en contra” y en el otro “a favor” para identificar lo que significa para cada poeta la ciudad y su tumulto. Para uno, el temor y la advertencia; para el otro la conformidad compleja de estar en su hábitat natural.

© LA GACETA

Santiago Sylvester - Poeta y ensayista. Su último libro es Antología personal (1974-2022).

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