DEL OTRO LADO DEL LENTE. Marga Fuentes acostumbra ser la que saca las fotos, y no la retratada en imagen. Foto gentileza Luis Collados
Inquieta. Curiosa. Preguntona. Parlanchina. Compinche. Estudiosa. Simpática. Exigente. Responsable. Corta de altura. Alta de sueños. El teatro. La danza. Dos debilidades. Una larga secuencia de flashes ilumina su vida. Y la de los artistas. Un abrazo de ternura es su sonrisa. Donde pone el ojo, pone el amor. “Acá, siempre me he sentido elegida para el registro de las artes escénicas y creo que lo hicieron por la responsabilidad, porque nunca he llegado tarde, siempre he estado en horario y siempre iba un rato antes para ubicarme en el espacio, para ver la escenografía. Si no había visto el ensayo, llegaba temprano y veía cómo estaban ubicados los elementos en la escena o le pedía al iluminador que me prendiera las luces. Eso lo he conseguido porque me he relacionado con la gente sencillamente, respetando a cada uno en su función, al vestuarista, el maquillador, a todos, para mí es muy importante todo”, sostiene Margarita Fuentes, fotógrafa de larga trayectoria, también docente en la Facultad de Artes de la UNT y futura arquitecta. Marga que vio por primera vez la luz tucumana el 7 de diciembre de 1963, se ha ganado hace mucho tiempo un lugar preferencial en los afectos de la comunidad artística.
REFERENTES. Juan Tríbulo y Beatriz Lábatte, desde la mirada de la fotógrafa.
- Sangre tucumana, pero también riojana… ¿en qué barriada te criaste?
- Sí, porque mi papá nació en Chilecito. La historia es un poquito triste, tengo un abuelo muy rico allá, pero no reconoció a sus hijos, pero mi papá fue un luchador toda la vida, era mozo, siempre vivía preocupado por culturalizarse. De chiquita yo he vivido eso porque él escuchaba música clásica, estudiaba inglés, italiano. Amaro Fuentes hizo teatro; mis viejos eran muy buenos bailarines de tango y mi vieja me mandó desde pequeña a estudiar danza española porque a ella le gustaba bailar. Me crié en la amada plazoleta Mitre. Iba a la Raúl Colombres, una escuela con maestras maravillosas, realmente no me puedo quejar de la educación que he tenido porque en la escuela ha tenido maestros excelentes, hasta la maestra de labores era una maravilla, con ella he aprendido a tejer, a bordar, a coser, a crear, a imaginar y después en la Escuela Normal los tuve a Tito Katz en Física, a Carmela, la tutora, mi profesora de matemáticas, una genia.
UN CLÁSICO. El registro de “Galileo Galilei”, que protagonizó Carlos Olivera en 2000 al frente del elenco del Teatro Estable de la Provincia.
- ¿La danza fue entonces tu primer amor?
- Era para mí importante y le he dedicado hasta los 15 años. Era de venir a mi casa y seguir bailando, ensayando, ponía una silla y unos libros encima y hacía barra. Estudiaba en la academia de María Luisa Cangemi y yo soñaba con ir a la escuela de danza a seguir ahí, pero mi mamá, cuando entré al bachillerato físico matemático, me dijo a los 15 años que tenía que dejar la danza porque si no, en la escuela me iba a ir flojo. La cuestión es que yo terminé el colegio, me fui a la Escuela de Danzas y cuando me quise inscribir ya se me había pasado mi edad. Así que me senté a llorar en las escalinatas de la escuela, frustrada porque además medía menos de un 1,50 metro y tenía que medir ese mínimo por lo menos. Elegí primero estudiar Física porque en la escuela el profesor que tuve, nos hizo amar la Física, pero cuando entré en Ingeniería en la peor materia que me iba era en Física. Un día, Cudmani se me acerca y me dice: “¿con esas notas, piensa estudiar Física?” Y la verdad que me ayudó a irme porque veía los de Arquitectura tomando sol y dije: “esa vida quiero yo”; me la pasaba encerrada en un laboratorio midiendo con un calibre el ancho de un alfiler, de un alambre. Además los ingenieros eran como gente muy fría, yo me sentía incómoda, y entonces rendí el ingreso en Arquitectura.
- ¿Te fuiste Arquitectura para tomar el sol y también por otras razones?
- Sí, me sentía muy bien. Mi hermano es arquitecto y lo veía en mi casa con un tablero, creo que eso me generaba como una intriga y de repente, me gustaba lo que hacía. No sé por qué mi familia está muy metida en la arquitectura, mi hermano, mis dos ahijados. Estoy terminando la carrera, empecinada por tener ese título para sentirme feliz, nada más, porque no le creo a esta altura del partido a la arquitectura, pero sí me interesa mucho la conservación del patrimonio, siempre me interesó la historia, la estética. A mí me interesaba crear, imaginar... la materia Taller me fascinaba, las que no me gustan son las técnicas.
AMOR POR EL BAILE. La danza es una de sus pasiones; sus estudios comenzaron con María Luisa Cangemi.
- ¿Cómo llega la fotografía a tu vida?
- Fue por casualidad porque mi papá viaja a Estados Unidos a trabajar de maître en un restorán que hacía comidas italianas y como él hablaba inglés e italiano, lo contrató un hombre que era bien conocido acá, que se había ido allá donde puso un negocio y le propuso a mi papá que fuera a trabajar y mi viejo se fue. Se volvió porque tenía problemas al corazón y me preguntó antes qué quería que me comprara. En mi casa siempre hubo una Pocket, una Kodak Fiesta muy básica. ¡Me trajo una Pentax con un flash! Algo había experimentado yo con una Réflex, que me prestó un amigo, para un trabajo práctico de la Facultad. Había hecho unas diapositivas; era muy culilla, entonces cuando iba al laboratorio, escuchaba lo que hablaban los fotógrafos y empecé a poner en práctica las cosas que escuchaba. Empecé a laburar y la gente estaba copada con lo que hacía. Me aplazaron seis veces en una materia de tercero (Construcciones II), que es la única materia que me aplazan en la facultad y me vino un bajón anímico tremendo.
- Ahí decidiste cambiar de carrera… ¿Se viene entonces el Foto Club?
- Me inscribo en Fotografía. Tuve la suerte de tenerlos a Fernando Rubio, a Carlos Caro… con Fernando éramos muy culillos en el sentido de que él sentía que algo le faltaba de conocimiento y lo buscábamos, entonces fundamos el Tucumán Foto Club, con Gerardo Iratchet, José Nuno, la Liyi Salgado... Íbamos a tomar cursos en el Foto Club Buenos Aires. Hemos traído gente de ese momento muy importante, que también era fotoclubista. En Tucumán por ahí ha sido como muy mal visto el fotoclubismo, porque ya se estaba entrando en el documentalismo y por esto de la competencia, que siempre había concursos, se elegía la foto más linda, como que el contenido no era trascendente, no iba más allá de una buena exposición, de un buen laboratorio. Era la época en que nosotros estábamos aprendiendo.
- El teatro ha sido uno de los ejes de tu labor fotográfica, ¿por qué?
- Han sido varias coincidencias, yo estudié en la mejor época de la Facultad de Artes, cuando había creación colectiva, las carreras se relacionaban, las producciones teatrales eran fantásticas, no sé, en estos últimos 10 años es igual. Me convocaban los directores que eran docentes de la facultad. Un compañero me conecta con Raúl Reyes. Ahí comienzo a experimentar con el forzado de la película. Empecé a hacer fotos de teatro con las condiciones con las que me planteó Raúl: “Acá no podés usar flash porque es una sala pequeña, vas a distraer al espectador”. Y ahí es donde yo empiezo con el tema de investigar el forzado que me acuerdo que el primer rollo que me salió muy bueno, fue la obra “Los enredos de Scapin”, que dirigió Julio Ardiles Gray. En una Fiesta Provincial del Teatro empecé a trabajar, a ganar dinero porque la gente que venía de otra provincia, cuando veía las fotos que yo les entregaba a los que eran de acá, se empezaron a copar. Me acuerdo de un director que quedó trastornado con la foto que le había hecho de una obra que habían puesto, “Las criadas”.
- ¿Se te pasó por la cabeza alguna vez hacer teatro?
- Hice con Raúl. Me ha fascinado la experiencia, pero siempre me sentía espectadora, estaba mirando desde afuera las cosas. Además no me gusta mi voz, me siento gritona, chillona, me inhibe hablar. He disfrutado el taller con él porque realmente creo que es el mejor docente de teatro de Tucumán, de hecho la mayoría de los grandes actores tucumanos han pasado por el taller de Raúl. Estudié también danzas clásicas.
- ¿Qué condiciones básicas que debe reunir un buen fotógrafo de las artes escénicas?
- Primero, hay que estudiar mucho, leer mucho sobre lo que vos vas a experimentar porque si no conoces, podés cometer errores. Por ejemplo, aprendí a no usar flash, a andar vestida de negro para no llamar la atención... Yo iba a mucho los ensayos para ver las marcaciones de los directores, dónde se ubicaban los actores, qué proponía el iluminador. Hay que estudiar, investigar. La fotografía tiene muchas aristas en las que uno se puede dedicar, pero hay que estudiar, leer, inmiscuirse, no hay que ir a improvisar. Podés improvisar y que te salga bien, pero creo que uno tiene que conocer, si no, es como que tocás de oído. Por eso yo fui a estudiar fotografía, porque no quería tocar de oído, porque intuitivamente yo manejaba la cámara fotográfica, pero sentía que me faltaban herramientas y estudié fotografía, muy en serio, como todo lo que he hecho en mi vida, toda la vida he estudiado. Esto de la docencia ha implicado para mí muchísima cantidad de horas de estudio, de lectura y de experimentar.
- ¿Cómo vivís la fotografía?
- Soy fotógrafa todo el día. La fotografía me atraviesa todo el tiempo. Hay muchas fotos que no hago porque me duelen porque, a veces, la realidad es muy cruel, dura. No podría ser reportera gráfica, soy muy temerosa, no podría andar por la calle como andan mis colegas, las admiro. El dolor, por ejemplo, a mí me descompone y la pobreza es otra cosa que no la puedo ver, no la fotografío. Una sola vez hice una foto de un hombre durmiendo al lado de su carrito y junto a una vidriera llena de electrodomésticos. Hacer esas fotos, me duele. Si expuse mi vida fueron pocas veces, pero lo hice en la calle porque me gusta que la gente común vea las fotos. Me acuerdo de una muestra en la plaza de la Casa Histórica que estaba permanente, me gustaba sentarme a ver cómo la gente se paraba a ver, gente que capaz que al museo no entra, porque no está bien vestida. Eso me pareció importante, o sea, que la gente que no tiene medios pueda acceder a la fotografía.








