Su mamá fue la domadora de osos; su papá, el hombre de goma. Y ella se crió ahí: en la carpa del circo y sobre las pistas, rodando por el país y asimilando -literalmente desde la cuna- el amor por esa vida itinerante. En su pequeño mundo -su casa rodante- su mamá muestra fotos de ella, que desde muy pequeña empezó a disfrazarse y a colgarse de cuanto poste encontrara; su papá dice que “era de esperarse” que también eligiera este camino. Y mientras hablan, ella está muy tranquila, sentada y escuchando, pero cuando le preguntan sobre el circo, sus ojos brillan, su sonrisa le ocupa toda la cara y se convierte en un torbellino, porque lleva la pasión en la sangre.
“Ella” es Jana: tiene nueve años y es quinta generación de familia circense. Nació y vivió toda su vida girando con el circo Safari. Por alguna razón, hay algo que la une profundamente a Tucumán: cuenta su papá Fernando Dresdner que ellos no podían tener hijos; con su esposa Sabrina Zipitria ya habían consultado a muchos médicos, pero fue uno de nuestra provincia el que pudo ayudarlos a cumplir el sueño. Decidieron volver nueve meses más tarde y que su hija naciera aquí. Pero eso no es todo: por casualidad (o causalidad) empezó acá el jardín e hizo algunos cursos de su primaria. Hoy -y mientras el circo permanezca en la provincia- estudia en la Escuela Presidente Roca. Y ya es toda una celebrity: hace poco se lució con su arte en el 115 aniversario de la institución. ¿Qué hace? Acrobacias. Sí. Y no fue rápido aprender -cuenta-. Estuvo dos años practicando antes de pisar un escenario.
Disciplinada desde siempre
Su interés en participar de los actos del circo comenzó cuando era muy pequeña. “Uno ve a los artistas de circo y quiere hacer eso -comenta Jana a LA GACETA-; yo quería actuar, y mi mamá le pidió a uno de los payasos que me enseñara... Aprendí a hacer tela, pero como a mi papá no le gustan las alturas, empecé con estas acrobacias”. Fernando aclara: “lo que pasa es que cuando uno se cría entre ensayos es inevitable que quiera subirse a un escenario, pero hasta que ella no tenga cierta edad, no va a hacer números de riesgo. Si bien las acrobacias que hace ya son de por sí riesgosas, las hace al ras del suelo”.
No es que sea fácil hacer lo que Jana practica. Cuando empieza su número los asistentes no salen de su asombro: se mueve como pez en el agua. De lunes a viernes se levanta a las 10 y media hora más tarde ya está lista para practicar sus números. “Aprender un truco nuevo puede llevarme un mes y medio; aunque si es fácil, puedo sacarlo en tres días”, cuenta. Mientras relata sus actividades, no deja de sonreír; se nota que le encanta lo que hace y lo disfruta. Es un juego. “Es divertido, no se cómo explicarlo... estás todos los días tratando de hacer nuevos trucos. Y nunca me canso”, dice entusiasmada.
HOMENAJE. Para el 115 aniversario de la escuela Presidente Julio Argentino Roca (a la que Jana asiste) la niña presentó un show de acrobacias para los alumnos. la gaceta /fotos de diego araoz y archivo personal Jana Dresdner
Sabrina, orgullosa, agrega que Jana es muy constante, pero que lo que hace no es un trabajo: si ella quiere, está en la función, y si no, se queda en casa. “Es verdad que no se cansa, porque le gusta lo que hace”, resume y destaca: “es tan disciplinada que a veces nos preocupa que siendo tan chica sea tan exigente”.
Una vida de cambios
Los días de Jana se mezclan entre la adrenalina de la función, la emoción de los aplausos (algo que admite que le encanta) y sus deberes escolares. Pero hay un ingrediente que lo moviliza todo: los viajes. Según calcula Fernando, por año la nena y su hermano (León, de siete años) cambian de escuela entre 10 y 15 veces. Hay una ley que los ampara; entonces no pierden clases, pero eso no quita que el cimbronazo sea fuerte. Empezar de cero una y otra vez no debe ser fácil.
O sí. Al menos eso dice Jana. “Acá, en la escuela, llegué y me senté en una mesa sola. Los compañeros siempre me empiezan a mirar con curiosidad; pero rápido ahora vinieron unas nenas y me preguntaron que si quería ser su amiga -relata-; cada vez que llego a una nueva escuela, la seño me hace pasar al aula, cuenta que vengo del circo, que me voy a quedar unos meses, y me siento”. Por suerte, admite, jamás se sintió discriminada ni la molestaron, pero si resalta que siempre tiene que responder las mismas consultas: “algunos creen que dormimos dentro del circo; siempre me preguntan cómo nos bañamos y cómo comemos”, enumera y destaca: “a veces llego y estoy adelantada con los temas, o a veces estoy atrasada... La seño me pide la carpeta y empieza a ver qué hice en las otras escuelas”.
Los cambios no la preocupan. “Es muy buena alumna; si llegamos y está adelantada, respiramos un poco, pero si está atrasada, va de inmediato a la maestra particular. Es muy aplicada”, aclara su mamá.
Siempre así
Ella ama esta vida. “Es muy divertido viajar, conocer nuevos amigos en la escuela y también participar en el circo y aprender nuevas cosas. Lo más feo es tener que irse de la escuela. Llegás, hacés muchos amigos y te tenés que ir, pero por suerte ahora les puedo pedir el número y seguimos en contacto”, comenta.
Y aunque sus padres no quieren influir en el futuro de la nena, ella ya lo tiene bien claro. “Me gustaría terminar la escuela y después seguir acá en el circo”, dice tímidamente, ante la atenta mirada de sus padres. “Ella va a poder elegir lo que quiera hacer, si quiere quedarse o estudiar otra profesión”, aclara para completar Fernando, y su esposa añade emocionada: “yo sí quiero que se quede conmigo”.
Jana empezó hace poco a participar de las funciones y aunque la primera vez estuvo nerviosa, hoy -admite- ya tiene más confianza para subir al escenario a hacer sus números. “Me gustaría aprender nuevas cosas, hacer parada de manos”, advierte sobre lo que se viene. Y aunque podríamos seguir charlando mucho más, ya es de noche.
Eso indica que falta poco para que empiece la función. Y ella lo sabe, así que rápidamente agarra su espejo, abre sus maquillajes y empieza a prepararse. Con mucho cuidado y con la precisión de una experta, la nena se alista para salir a escena a hacer lo que más le gusta, eso que ha soñado hacer, y eso que espera hacer por el resto de su vida: entretener.
El Circo Safari continúa con sus presentaciones en Tucumán. Todos los días con Club LA GACETA tenés un 2x1 en las entradas de valor preferencial.








