Lo positivo y lo negativo de los subsidios que otorga el Estado

Lo positivo y lo negativo de los subsidios que otorga el Estado

Las subvenciones son herramientas válidas en la economía. El cuestionamiento a los planes sociales. Los efectos distorsivos

Sensibilidad que camina por un brazo, atraviesa un puente solidario hasta llegar al del prójimo. Gesto generoso que mira hacia aquellos que no pueden mantenerse parados sobre sus pies.

Es la prestación pública asistencial de carácter económico y de duración determinada para una persona o entidad que busca satisfacer una necesidad determinada. El subsidio es una herramienta del Estado para auxiliar a distintos sectores de la comunidad, como la industria, empresas, la educación privada, la energía, entidades deportivas, el transporte. Reciben subvenciones estatales la Iglesia, geriátricos, ciudadanos con discapacidad, así como las exportaciones, las importaciones y el desempleo.

Muchas naciones tienen estas contribuciones, incluyendo las que socorren a las personas sin trabajo que no son pocas, por cierto, en los países desarrollados.

Los planes sociales gozan de mala prensa en un sector de la sociedad argentina, que discrimina y desprecia a estos desocupados, calificándolos de planeros, porque hay casos en que reciben ayudas estatales sin brindar una contraprestación y se han convertido en beneficiarios crónicos.

Sucede que las irregularidades se inician ya en la cesión de estas contribuciones, donde generalmente funcionarios, dirigentes y punteros políticos, son los encargados de distribuir estos aportes sociales, que cuando no se entregan con transparencia, se prestan a sospechas de corrupción.

En los países desarrollados el beneficiado debe hacer cursos de oficios o informática y luego buscar empleo y en el caso de no obtenerlo pedir una constancia que certifique que pidió trabajo en una panadería o en una ferretería y no había. Debe presentarse a una oficina estatal periódicamente para dar cuenta de que no está inactivo y que está estudiando. Si no lo hace corre el riesgo de perder el bien.

La picardía criolla, entendida como sacar ventaja para beneficio propio haciendo trampa, pareciera ser uno de los genes de la idiosincrasia nacional. ¿Las subvenciones del Estados son positivas o negativas? ¿Cómo impactan psicológicamente en la sociedad? ¿Existe una cultura del subsidio? ¿Habrá que subsidiar la esperanza? Una gremialista, un empresario de la construcción, un economista, una socióloga y una psicoanalista reflexionan sobre este asunto.

PUNTOS DE VISTA

Preservar el tejido social

Ernesto Chehade

Empresario de la construcción

En la medida en que esté orientado a preservar el tejido social, el subsidio es bueno, indica la presencia de un Estado y garantiza una armonía social, debe ser provisorio, no permanente. Cuando se convierte en un hecho de asistencia permanente, hay un mal indicio, hay algo que indica que la economía está estancada, que no hay generación de empleo. Estoy de acuerdo en la medida en que sea provisorio y que paralelamente se vayan buscando alternativas para atenuar la vulnerabilidad a los sectores que requieren un subsidio, eso desde el punto de vista social; hay otros tipos de subsidios que van más orientados a la actividad económica.

La economía argentina tiene un sector fuertemente consolidado; el agropecuario; somos un país productor de alimentos. Sin embargo, el sector no estuvo exento de la ayuda del Estado en su momento. El país debe adquirir una solidez industrial tal que le permita progresivamente ir sustituyendo las importaciones. El Estado debe garantizar el desarrollo armónico de la nación y asistir a los sectores vulnerables, sean estos sociales, empresariales, sindicales y agropecuarios. Lo que pasa es que si se hacen permanentes, nos generan en déficit que tanto nos preocupan en este momento. Por eso debe ser provisorio y mientras dura esa asistencia hay que generar alternativas que vayan a la dirección de reemplazar los subsidios, y se los reemplaza con la generación de empleos genuinos, dentro de lo posible.

Acudamos a subsidiar a quienes lo necesiten en casos críticos, pero le pongamos un límite, no podemos subsidiar de manera ilimitada. Yo creo que ya ha tomado nota la agenda pública y ya se empieza a hablar concretamente de que los planes de asistencia social deben convertirse progresivamente en planes de empleo.

Subsidios y vida desnuda

Gabriela Abad

Psicoanalista

Interrogarme acerca de los efectos que las ayudas, auxilios, subsidios produce en los sujetos, me convoca a pensar que los psicoanalistas estudiamos aquellos procesos mediante los cuales se produce la subjetividad, o sea de qué manera una cultura afilia, palabra que remite a hacer hijo, a cada miembro. Cómo la vida se hace humana, se subjetiviza, el lugar en este proceso de las instituciones cómo la familia, la escuela, en síntesis, el Estado. Todos van insertando a un niño como miembro de una comunidad y se lo asujeta. Sujeto de derechos y obligaciones, queda inscripto en un espacio político. Pero resulta que como plantea el filósofo Giogio Agamben en las postrimerías del siglo XX, los Estados Modernos, supuestamente democráticos de Occidente, comenzaron un proceso de exclusión tan brutal que lograron convertir a importantes segmentos de la sociedad en “vida desnuda”, vidas sin derechos, vidas desechables, grandes segmentos poblacionales escindidos de aquello que entendemos como “vida humana”. Se transformaron en sectores que quedan por fuera de las leyes simbólicas, colocados en lugar de objeto o desubjetivados.

Ese potencial de violencia y crueldad incalculable, que se ejerce sobre estos grupos poblacionales sin derechos, los excluidos, se justifica desde una construcción de extranjeridad, que se va reactualizando conformes a los tiempos, “los negros”, en alguna época “los criollos”, “los vagos”, para derivar ahora en los planeros (persona que recibe un subsidio). Que el Estado otorgue subsidio a la industria, en Tucumán a los ingenios, por ejemplo, no despierta odio ni sospecha de corrupción alguna, o en todo caso, se hace la vista gorda. Que todos, ricos y pobres hayamos gozado de subsidios de energía, fue transparente a la vista de formadores de opinión. Nadie se preguntó cuánto costaba financiar las saunas o las piletas climatizadas de mansiones, pero sí el plan de aquella madre con cuatro niños sin recursos, eso daba odio, el plan de los extranjerizados, los enemigos, “los negros”. Esto es lo nodular que me suscita pensar cuando de subsidios hablamos, y por supuesto, creo que el Estado tiene el deber de auxiliar a sus hijos como una tarea inalienable, sin dejar de condenar lo tremendo y asesino que resulta cuando esto se usa cómo sucia maniobra electoral.

Crea distorsiones

Gustavo Neffa

Economista

Desde el punto de vista de política económica, un subsidio es una herramienta válida, de la que hacen uso los gobiernos para poder incentivar determinado objetivo, puede ser la demanda de un determinado bien, para facilitar o darle acceso a determinados instrumentos, sea del lado de la demanda para las empresas o para las personas. Por ejemplo, los subsidios a las tarifas hacen que los segmentos de menores ingresos puedan tener un ingreso disponible mayor y por otro lado, que las empresas puedan acceder a créditos más baratos, subsidios directos, subsidios a las exportaciones, por ejemplo, todo lo contrario de lo que está pasando en Argentina, que le cobra impuestos a las exportaciones. Esto tiene que ver con el precio equilibrio, tratar de equiparar el precio internacional muy alto con un precio doméstico, que no se adecua a un precio internacional porque si no, sería muy elevado porque los commodities, por ejemplo, están en precios internacionales. El subsidio puede ser también nocivo porque crea distorsiones y debo decir la parte mala de los subsidios: primero, de dónde sale, es plata o lo que se deja de percibir de plata y eso dónde sale, generalmente es dinero que a alguien se lo están sacando o quizás lo estamos fabricando, como para poder entregárselo a otro, pero que va a tener repercusiones.

Entonces por un lado, creo un impuesto para subsidiar y hago una transferencia de ingresos de un lado a otro, con fines de política económica, esperan subsidiar, por ejemplo, la fabricación de un determinado bien en desmedro de otro. Por ejemplo, les ponemos el impuesto a los cigarrillos y después subsidiamos la fabricación de pan, puede ser también nocivo porque no solo se lo estamos sacando a alguien, que generó trabajo y valor agregado para una serie de recursos que se los está sacando el Estado, sino que también, puede ser que ese subsidio haya sido generado con impresión de dinero, que vuelve como inflación, entonces cuidado cuando hablamos de subsidios porque son objetivos de redistribución del ingreso de una mano a otra, con objetivos de política económica, pero que tienen primero, sus efectos secundarios y también que están sujetos a una mayor intervención, lo cual no es bueno, desde el punto de vista liberal, del mecanismo de precios porque toda vez que creamos un subsidio, estamos modificando niveles de precios relativos y otro tema la corrupción, la subjetividad, la política en el medio que a dedo dice de dónde tiene que salir el dinero y a dónde tiene que ir y no siempre eso es bueno, sobre todo cuando se trata de corrupción.

Hemos visto muchos subsidios que no van a parar ningún lado o a los bolsillos equivocados. Los subsidios bien implementados deberían formar parte de cualquier política económica en cualquier país desarrollado, el problema es que muchas veces recaen en manos equivocadas y no llegan al destino que tienen que llegar, ahí está el problema del subsidio y los subsidios cuando son racionales tienen sentido, ahora cuando aplicamos subsidios en economía y empiezan a quedar derechos adquiridos entre comillas, ahí viene lo nocivo. Uno dice, bueno, pero entonces todos deberían tener un subsidio como si fuese un salario universal que se quiere implementar y dónde sale, ¿de un repollo?, no, me lo están sacando a mí, que yo generé ese trabajo, que me desperté a las 8 de la mañana para trabajar y termino el día a las 8 de la noche, me cuesta mucho y se lo tengo que dar a alguien que crea un desincentivo a trabajar.

El pago de sueldos

Teresa de Ramayo

Gremialista

En lo que nos atañe a nosotros, entendemos que con el principio de subsidiariedad, el Estado otorga subsidios a comunidades religiosas, a particulares, cumpliendo con una serie de normativas y de requisitos para que pueda extenderse la educación. En muchos años, el Estado no creó escuelas y esa es la base fundamentalmente de por qué existen los subsidios en educación. Hay criterios de cómo se otorgan, se revocan o se amplían; en fin, el sistema tiene cierta justicia, pero debería ser revisado cada tanto porque hay colegios que hace más de 100 años reciben subsidios y otros a los que nunca les dieron.

Existen normativas de cómo se expiden los subsidios, pero siempre están más al arbitrio político. Hay gente que hace tiempo ha pedido un subsidio, que ha presentado carreras innovadoras, pero duermen los expedientes, no los consideran. En otras épocas, por ejemplo, salían subsidios de la Secretaría de Gobierno o sea, no por las vías normales, que es por Educación, sino que salían por una cuestión política, en algunos casos, bien necesarios, pero por otra parte no se seguía la lógica de todo expediente en educación.

Tenemos una realidad bien diversa, vos tenés escuelas parroquiales que ponen en el edificio, pero si deben pagar los sueldos siempre implicarían cuotas altas y son escuelas que prácticamente no tienen cuota o cobran una cooperadora mínima, esas son las que consideramos gratuitas porque no tienen fines de lucro, ni cuota alta. La Ley de Educación ya creaba las figuras de las escuelas de gestión comunitaria, como una cooperativa o una escuela que pone un sindicato, de gestión social, se llama, y el subsidio es eso: pago de sueldos sobre una nómina bien determinada. Creo en el principio de subsidiariedad, lo que no puede hacer el Estado, lo tienen que organizar y conducir y controlar los privados y también implica poner aportes del Estado.

Pobreza estructural

Josefina Doz Costas

Socióloga

Creo que en realidad se puede hablar de una cultura del desempleo que es más fuerte en términos sociológicos, que plantear si hay una cultura de los subsidios. En realidad, lo que tenemos es una cuestión de pobreza dura, estructural y generaciones de desempleo, una desvinculación, si se quiere, de esa especie de matriz ordenadora de la sociedad que fue en algún momento el empleo, incluso el empleo formal, el empleo con derechos. Creo que un desencadenante en términos de igualdad de oportunidades o de subsistencia, viene siendo el programa social, la ayuda social. Hay una cosa que tiene que ver con la administración en este caso del programa o de la transferencia monetaria, no sé si es que podemos hablar de un impacto sistemático generalizable porque cuando hay una política que es focalizada, pero generalizada, a la vez tiene como capas de administración.

Eso va modificando el impacto que genera realmente en las condiciones de vida, para bien o para mal del destinatario. Me parece que ahí es donde está hay un caminito que es difícil de generalizar y que sí tiene que ver con una cuestión de la administración y del control de la cosa. El subsidio al transporte es complejo porque hay como una especie de monopolio de un servicio público que el Estado tiene que garantizar, pero que está privatizado. Es una cuestión a analizar si el transporte público como servicio básico elemental que el Estado tiene que garantizar, debería continuar privatizado. Hay que ver cómo se administra el subsidio y cuáles son las fuerzas que están pugnando porque esto que le decía en términos del subsidio al transporte y estoy pensando en Tucumán, hay una especie de encrucijada o un desequilibrio de poder entre una corporación o un monopolio de empresarial y el servicio que hay que ofrecer.

Cada uno de estos de estos subsidios o transferencias monetarias tiene factores de poder en sí mismos, que equilibran o desequilibran la extensión o la contención. Ahí sí vale también poner una variable de los factores de poder, es mucho más lógico que la transferencia monetaria de programas sociales sean los más cuestionados, por cuanto no hay una representación social sobre la productividad, que es un poco como estamos formateados para pensar o entender la función del dinero.

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