Roberto Pucci: “1966 fue el annus horribilis de nuestra historia”

Roberto Pucci: “1966 fue el annus horribilis de nuestra historia”

El historiador tucumano recientemente fallecido reflexiona, en esta entrevista realizada en 2008, sobre los temas de su libro más destacado, en el que aborda el efecto del cierre de los ingenios.

31 Julio 2022

- En su libro Historia de la destrucción de una provincia. Tucumán - 1966 usted afirma que se propone refutar una leyenda sobre el azúcar tucumano. ¿Cuál es esa leyenda y como se relaciona con el concepto de sacarofobia?

- Ya en la época del arribo del ferrocarril a Tucumán, cuando se comenzaban a erigir los modernos ingenios con sus trapiches y máquinas de vapor importadas de Europa y los Estados Unidos, con la tecnología más avanzada del momento, la prensa y los políticos de la Capital sostenían que esas fábricas eran pura chatarra; que el clima y la tierra de la provincia resultaban inapropiados para el cultivo de la caña; que sus industriales eran unos señores feudales y que debía ponerse fin a todo el experimento del desarrollo industrial tucumano. Tal fábula era interesada, porque los porteños querían conservar su papel de intermediarios importadores, y les sirvió para desatar una guerra política, económica y cultural que triunfó en toda la línea y que llegó a convencer a los propios tucumanos. Estuvieron cien años repitiendo el ataque, hasta que en 1966 el puño de hierro de la dictadura militar de Onganía aplastó a la sociedad tucumana, con la desgraciada complacencia de casi todo el país.

- ¿Considera que actualmente la sacarofobia persiste o se ha trasladado a alguna otra actividad industrial o agropecuaria del interior del país?

- Esa labor de demolición simbólica de la industria azucarera tucumana no tiene parangón en nuestra historia cultural, y persiste; arroje usted una mirada a cualquier libro de historia recientemente publicado, provenga de la antigua Academia Nacional de Historia o de lo que denomino la “neoacademia” –los intelectuales de la Universidad de Buenos Aires– y comprobará que repiten incansablemente lo que decía en 1880 el diario La Nación sobre Tucumán. Y no se molestan en estudiar documentadamente el tema. Por cierto que todo el país interior ha sufrido y padece, hasta hoy, la hegemonía de la Capital que apenas atinó a aliarse con la región pampeana para consolidar su predominio sobre el resto del país. Sin embargo, el conflicto que presenciamos en estos días con los pequeños y medianos productores agropecuarios de Santa Fe, Entre Ríos, Chaco y demás provincias –incluidos los de la periferia de la provincia de Buenos Aires– revela la fragilidad de esa alianza.

- ¿Por qué eligió estudiar ese momento histórico de la provincia y no otro?

- No existe, quizás, otro momento que resulte más decisivo en la historia del Tucumán contemporáneo. La catástrofe vivida en esos tiempos trazó una frontera indeleble entre la provincia que fue y la que le sobrevivió.

Se demolió una gran parte de su aparato productivo, se aplastó a sus pequeños productores cañeros, se redujo a su proletariado a menos de la mitad, se exterminó a muchos de sus más destacados dirigentes políticos, sindicales, agrarios, estudiantiles, y también a sus empresarios. Surgió una segunda provincia fantasmal y flotante, formada por 250.000 tucumanos, los que pasaron a vivir en el exilio interior, como refugiados extranjeros en el Gran Buenos Aires. 1966 fue el annus horribilis de nuestra historia.

- En un ensayo titulado “Un cuarto propio”, la escritora inglesa Virginia Woolf sostuvo la hipótesis de que las mujeres, a causa de su situación social y económica, escribían bajo el influjo de la ira. ¿Cree usted haber escrito Historia de la destrucción de una provincia… bajo el influjo de la ira?

-No podría hablar de las pasiones femeninas, pero en lo que a mí respecta, pretendo seguir el precepto de Tácito, quien afirmó que el historiador debe escribir “sine ira et studio”. La pasión no es ajena a la investigación, cuyo nervio vital es la pasión por el conocimiento, pero la ira es una pasión que enceguece. Mi trabajo no mezquina la crítica a quien considero que la merece, en particular el rol de Buenos Aires en la historia nacional. Ocurre que los porteños, ya desde los tiempos de Alberdi, para eludir el debate, arrojan sobre sus críticos el cargo de “odios y rencores” inexistentes.

PERFIL

Roberto Pucci nació en Tucumán en 1951. Fue profesor titular en la cátedra de Metodología de la Historia en la Facultad de Filosofía y Letras, en la cual fue responsable del Seminario del Doctorado en Historia y director de un programa de investigación en historia argentina y regional del sistema de Ciencia y Técnica de la UNT. En 2006, publicó Historia de la destrucción de una provincia, Tucumán - 1966, referido al impacto en Tucumán del cierre de 11 ingenios azucareros. Su libro más reciente es Historia. Erudición, interpretación y escritura. Murió el 12 de julio pasado en Tucumán.

© LA GACETA

Fabián Soberón, María Cisneros, César Juárez y Denise León.

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