Cristina o Massa, ¿y Manzur qué?

Es hora de que asuma Cristina. Es tiempo de que se haga cargo Massa. Es el momento de un respaldo institucional del peronismo al Gobierno detrás un plan económico de emergencia.

Son las tres posibilidades que deslizan los compañeros en este tiempo de crisis, y de máxima debilidad política del Frente de Todos a nivel nacional, para superar el trance de gestión y revitalizar al Gobierno. Cada perspectiva aporta argumentos para sostener la necesidad de que, por ejemplo, la vicepresidenta deje de ser la titiritera y blanquee de una vez y por todas que es la que tiene el poder real en el oficialismo; la que maneja los hilos desde el Senado o desde el Instituto Patria, y que se ponga la gestión al hombro.

Este objetivo es alimentado por los sectores más extremistas de la coalición gobernante: kirchneristas, camporistas o cristinistas; pero también la ven con simpatía algunos peronistas no tan fanatizados que estiman que un mayor protagonismo y exposición política de la ex jefa de Estado es la única forma de que el justicialismo pueda acometer la crisis y recuperar la credibilidad y confianza perdida. ¿Le interesará a ella el PJ? A ella el círculo rojo le teme; apuntan los que proponen esta salida constitucionalmente complicada, entendiendo que puede reforzar la figura presidencial y, por ende, restablecer el orden interno en el oficialismo, donde el verticalismo es inaplicable hoy por la conducción bicéfala.

En el espacio están los convencidos de que la oposición apuesta a la desestabilización del Gobierno, no sólo para hacer desaparecer toda chance electoral del Frente de Todos para continuar en el poder sino para apurar el fracaso de la gestión de Alberto Fernández a fin de que no llegue al final de su mandato. Son lo que quieren evitar lo que algunos llaman la venganza de los gorilas -y que creen que está cerca de concretarse, por cierto-, es decir que el PJ tenga su propio De la Rúa o su propio Alfonsín, como sinónimos de fracasos de gobiernos. Algo así como que la historia finalmente los iguale.

Si bien existen opositores que lo alientan desde un extremo de la grieta -el resentimiento y un odio inentendible-, hay otros más cautos que prefieren ver cómo el Gobierno sigue perdiendo la batalla contra la inflación y el dólar sin intervenir, limitándose sólo a seguir cuestionando en duros términos al oficialismo. Mientras el Gobierno no pueda controlar la crisis, las expectativas de la oposición de llegar al poder en 2023 son inversamente proporcionales a la debilidad creciente del Gobierno.

Los “K” piensan que con Cristina en el poder todo se revierte; sin embargo, no cuentan con lo que realmente quiere Cristina, y que tal vez nos sea asumir las riendas del poder tanto como zafar de los procesos judiciales que le quedan en pie. O bien no querrá que Alberto renuncie porque implicaría compartir el fracaso -y las culpas-; a lo sumo posiblemente aguarde algún acierto de Batakis que frene la caída de la gestión. O bien tal vez desee concentrarse en su bastión chico: Buenos Aires, para seguir peleando por una senaduría que le facilite fueros.

Si Alberto se va y si Cristina asume, ¿qué pasará con Manzur? En ese caso, el gabinete se inundaría de cristinistas puros, por lo que cabe preguntar qué pasará con la jefatura de Gabinete, ya que lo que suceda con su ocupante ocasional puede tener impacto en el escenario local. La misma pregunta se puede hacer en los tres casos planteados al principio.

¿Llegó la hora de que Sergio Massa se haga cargo de la gestión? Es ambicioso, no le faltan ganas y tiene equipo; se comenta entre sus allegados. El runrún de su llegada a la Casa Rosada resuena hasta en las filas opositoras, aunque en este caso el concepto que se usa es el de que llega para intervenir a Alberto; o sea, para seguir minando su condición de presidente y debilitándolo más. Si se hace cargo implicaría que Alberto capituló y se resignó a ocupar la presidencia para vegetar hasta diciembre del año que viene.

Entre algunos peronistas se refiere que el trigrense es el único hoy capacitado para dar vuelta la situación asumiendo el poder con amplias facultades para decidir sobre el rumbo económico y reacomodar el gabinete nacional. Si Cristina puso sus condiciones y aun así el oficialismo anda a los tumbos, con más razón Massa debería imponer sus propios colaboradores. Más que de la aprobación de Alberto, su acceso al Gobierno depende de que Cristina se convenza que es la última ficha del oficialismo para modificar un poco la situación económica y social. Y también de que pacte con Massa a futuro, porque el presidente de la Cámara de Diputados no se arriesgará a asumir tamaña responsabilidad y poner en juego su cuero sin obtener un beneficio a largo plazo. Algo va a negociar para sacar ventajas.

Los que lo conocen sostienen que es capaz de tomar el riesgo porque si la jugada le sale bien es candidato presidencial puesto; ningún peronista osaría oponerse a que sea el referente electoral para los comicios que vienen si saca del pozo a la gestión. O la acomoda mínimamente.

Los que no piensan únicamente en Cristina como la tabla de salvación del Gobierno, miran a Massa como una alternativa, aun sin simpatizar con el diputado nacional. Lo ven interesado, y osado. Y tiene una ventaja respecto de Cristina y de Alberto, él sí puede hablar con la oposición; de hecho supo tender puentes con el arco opositor desde su cargo en la Cámara Baja. En cambio, el Presidente y la Vicepresidenta no pueden entablar ese diálogo aunque quisieran, porque la propia oposición no desea hablar con ellos: con uno por su debilidad y porque carece de poder real y con otro porque le desconfían, y porque no la soportan. Ni sentarse a la mesa con ella. Algo que Massa sí puede hacer.

Con un par de designaciones en puestos clave y con un mínimo de aciertos podría salvar a la gestión de Alberto, atenuaría la responsabilidad del desacierto de Cristina de haber elegido a Alberto y sería el candidato natural del Frente de Todos, o como sea que pase a llamarse la futura coalición oficialista. ¿Qué sucedería con Manzur en ese caso? La Cancillería. Chau Santiago Cafiero; claro, es lo que se dice. Son dimes y diretes. Pero, ¿aceptaría el tucumano dejar la jefatura de Gabinete para asumir funciones diplomáticas? O sea, no volver a Tucumán.

Manzur, aun antes de que Alberto fuera señalado por Cristina como su delfín, hizo buenas migas con Massa, hasta incluso se llegó a sugerir una eventual fórmula integrada por ellos en representación del peronismo disidente o moderado, tal como se pintaba a los distanciados de la ex presidenta. Finalmente, ambos quedaron en el mismo espacio, compartiendo diferentes funciones. ¿Podría reeditarse la fórmula el año que viene?

La posibilidad puede ser un motivo para que el gobernador de licencia prefiera quedarse y seguir arriesgándose en el ámbito nacional. Ya tiene asegurada la banca en el Senado por ser el candidato suplente -en reemplazo de Pablo Yedlin- por cuatro años, también puede pensar en la vicegobernación -deberá realizar un planteo en la Justicia-, y tendría abierta la puerta para seguir en la Nación. Sus relaciones con los gobernadores peronistas y con los referentes de la CGT lo convierten en una pieza valiosa en la mesa del poder. Sólo él sabe dónde le conviene jugar en medio de la crisis.

La tercera alternativa, la de fortalecer al Gobierno con una imagen institucional depende más que nada de que Batakis promueva medidas para atenuar la crisis; si sucediera, la opción que imagina otro grupo de peronistas es concretar esa muestra de poder gráficamente. ¿Cómo? En la posible presentación de las acciones oficiales para enfrentar la situación económica reunirían a los gobernadores, intendentes, diputados y senadores del Frente de Todos para mostrar respaldo institucional y más que nada para brindar una imagen contraria a la debilidad que expone el Presidente. Además, apuntaría a desalentar o contrarrestar el clima de fin de ciclo que promueve la oposición; para eso nada mejor que un escenario que muestre de nuevo a todos los del frente, unidos; algo bien peronista.

Claro, es elemental que antes que nada debe haber un plan creíble, urgente y de emergencia, porque de nada valdría otra foto con la ministra si no tiene sustento el encuentro. Jaldo ya participó de estos respaldos promovidos por el propio Manzur, así que cabe entender que asistirá a esa posible foto de familia para potenciarla. Más si el tucumano, ante este cuadro, sigue siendo jefe de Gabinete. O sea, sigue manteniéndose en la Nación. Lejos.

De cualquier forma, la relación entre el sanitarista y el tranqueño parece transitar por un buen momento, por lo menos políticamente tranquilo. La sociedad traduce el tiempo de bonanza política en ventajas para la provincia. Mientras Manzur juegue en la Nación y Jaldo se mantenga alineado y leal al Gobierno en la persona de Alberto, la gestión provincial puede esperanzarse en seguir obteniendo recursos del poder central, por lo menos para algunas obras. En tanto, Jaldo puede seguir haciendo de las suyas en Tucumán, acotando al manzurismo y abriéndole las puertas de la Casa de Gobierno a los referentes radicales para meter una cuña en Juntos por el Cambio.

Cristina, Massa o la imagen institucional; tres alternativas que se evalúan en el peronismo, mientras la crisis se ahonda y las organizaciones sociales y piqueteras amenazan con alterar el clima social. La palabra estallido aparece más seguido -junto con la de saqueo-, como amenaza o advertencia si es que el Gobierno no reacciona y atiende las necesidades de una sociedad más empobrecida. Sin embargo, algunos peronistas no creen que eso vaya a suceder; porque entienden que hay situaciones que reflejan alguna mejora y porque los que pueden salir a la calle a alterar la paz -según dicen-, son los nuestros.

Para la oposición, el clima es de fin de ciclo, huele su regreso al poder; para el oficialismo es de un mínimo optimismo detrás de las tres posibilidades. En medio de ese panorama, difícilmente se acerquen las posiciones de unos y de otros para sacar, juntos, diálogo y consenso mediante, al país adelante. Cada uno se mira a sí mismo.

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