

La Cultura Candelaria, en su origen, si bien está en el sur de la provincia de Salta, es parte de la historia de Tucumán. Pertenece a la denominada cultura agroalfarero (agricultura incipiente). Abarcó San Pedro de Colalao, Raco, San Javier, Siambón, Bajo de Anfama, La Hoyada y Tafí del Valle. Sus comienzos se remontan contemporáneos a la era cristiana para prolongarse hasta el 1.000 de la misma. Los materiales encontrados nos indican que hubo una influencia cultural o un intercambio comercial. La diversidad geográfica y las posibilidades ofrecidas por el medio ambiente ofrecieron una diferenciación en las estructuras de las habitaciones que debieron ser, en algunos casos, de materiales perecederos: ramas y pajas. Se situaron en las lomadas junto a muros de piedras. En otros casos, filas de lajas hacían de cimientos de habitaciones de planta circular o rectangular. Fogones no profundos que hablan de una ocupación fugaz del lugar. Un basurero que indica un determinado grado de organización para los habitantes. Un menhir con motivos esculpidos en una de sus caras que ser un elemento ceremonial y hasta una estructura cuadrangular donde tal vez hubo un corral. Los marlos y granos carbonizados que se encontraron asociados a material Candelaria y en vasijas formaban el ajuar fúnebre. Son indicios de una economía básicamente agrícola. Se cultivó, tal vez, además de maíz, mandioca. La dieta debió incluir frutos silvestres y carne de llama. Se encontraron hachas pulidas y puntas de flechas de obsidiana. Otros hallazgos dan cuenta del uso de la tiradera (honda), piedras de boleadora y de moler, adornos, etc. La cerámica es el elemento más característico y mejor conocido de esta cultura: urnas, pipas acodadas para fumar, vasos, jarros, etc. Los más representativos son los vasos efigies modelados que representan figuras humanas o animales decorados con dibujos geométricos que forman rostros irreales. Esta cultura estaría constituida por cinco fases: el Mollar, Urusche, Choromoro y Molleyaco, Rupachico y Quebrachal (1040). En escultura en piedra encontraron ocarinas y silbatos. Los entierros de niños y adultos se realizaban en urnas, próximas a las viviendas, donde, a veces, los restos de párvulos llevan huellas de violentos traumatismos que sugieren posibles sacrificios.
Pedro Pablo Verasaluse
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