Gran esfuerzo para tapar las hilachas

Gran esfuerzo para tapar las hilachas

El 9 de Julio se vistió de fiesta, esquivó los conflictos y salió a bailar. Hubo saludos que auguran responsabilidad en tiempos de grieta. Los fuegos artificiales no taparon la obcecación presidencial ni demoras en la gestión.

Gran esfuerzo para tapar las hilachas

¿Qué diferencia hay entre el 9 de Julio de hace unos 200 años y estos de los últimos años? En tiempos fundacionales, la Casa Histórica era el sitio donde se juntaba el pueblo. Pensara igual o diferente, todos tenían una misma causa independentista. Había una tolerancia en pos del consenso o de una idea.

Por estos tiempos la añoranza y el homenaje a aquellos ciudadanos comunes que se volvieron próceres no alcanza. Ha cambiado brutalmente la relación. En la casa de Doña Francisca Bazán de Laguna cabían hombres de dinero y no tanto, trabajadores, gente de fe y no tan creyentes. El ideal común los convocaba y las diferencias se diluían en la puerta misma. Ayer había vallas que separaban a unos de otros. El monumento estaba reservado a los que tienen poder y un mismo color político. No cabían las divergencias ni las variedades.

En aquellos tiempos coloniales el dirigente, es decir el que tiraba las riendas y las manejaba, tenía un plano de igualdad sorprendente con el ciudadano. Hoy hay un contrato de destrato. Muchos actores de la sociedad esperan el subsidio, el plan o la licitación de la obra con los brazos cruzados y si no la consiguen el benefactor se convierte inmediatamente en enemigo.

Por eso ayer la preocupación central fue que no hubiera incidentes. Ese objetivo los unía. Por estas horas cuando estás leyendo esta nota, el 9 de Julio ya se ha convertido en un episodio del pasado, casi olvidado. Sin embargo, ayer fue un presente continuo y de esfuerzo personal para Osvaldo Jaldo. El cierre de la jornada sin incidentes fue todo un logro para estos tiempos violentos.

Sin dudas la obsesión era compartida con el jefe de Gabinete que se movió al compás de la música patria. Como una pareja de bailarines, Juan Manzur y el gobernador que calienta su silla, se movieron por el 9 de Julio como dos experto. Cuando Jaldo tomaba protagonismo escénico, Manzur se mantenía a distancia y cuando éste hacía piruetas en el centro de la pista, Jaldo pasaba inadvertido. La fiesta patria disimulaba las viejas rencillas, los miedos, el rencor y la desconfianza. Así, antes de entrar a la Catedral, el Jefe de Gabinete caminó encabezando la comitiva. En cambio cuando se salió fue Jaldo el que habló y estuvo en primerísimo plano, mientras Manzur hacía mutis por el foro y partía hacia el aeropuerto. La pareja desbordaba alegría.

Hambrientos

En el templo, todo era paz y armonía. Había tomado tal dimensiones el papelón del 25 de Mayo que Manzur, Jaldo, el intendente de Capital, Germán Alfaro y otros funcionarios se saludaron más de una vez y sonrieron todas las veces que fuera necesario y una más, inclusive. En esta Argentina agrietada, agresiva y ofuscada todo esfuerzo valía la pena para pasar la fiesta en paz. Tanto es así que en la víspera -y en la vigilia patria- los unos y los otros miraban para el mismo lado en la foto, se alegraban con los papelitos y los fuegos de artificios frente a la Casa Histórica y después en la multitudinaria reunión popular de la plaza.

En la Catedral el arzobispo no fue contemplativo. Fiel a su estilo simple, sobrio y hasta campechano, monseñor Carlos Sánchez fue contundente con su llamado a la realidad: “Hoy nuestra Patria es un pueblo hambriento, desconcertado, preocupado, herido…”.

Cualquier oyente desprevenido de sus palabras hubiera imaginado la profundización sobre la pobreza y todas las carencias que el hambre acarrea. Sin embargo, Carlitos, como a él mismo le gusta que lo llamen, advirtió que también sentimos hambre de respeto, de democracia auténtica, de diálogo, de encuentro, de participación, de verdad, de libertad, de cordialidad, de confianza y de trabajo mancomunado por el bien de todos. Pareciera que los propios próceres de 1816 le hubieran dictado la homilía al ver el estado de la Argentina que dejaron.

Tres voces

No mucho tiempo después todos se reunieron en la Casa Histórica. No habían pasado muchos minutos, así que todavía repiqueteaba la voz del arzobispo reclamando que “caminemos juntos buscando la reconciliación y el bienestar de todos porque necesitamos una comunidad que nos sostenga en los mismos objetivos”.

En nuestro museo principal se escucharon tres voces. Una angelical y emocionante que hizo poner la piel de gallina a todos: la de Nadia Szachniuk al cantar el Himno. La otra fue la de un político que habló con voz engolada y la de un profesor que leyó lo que había preparado en tono monocorde y con poca convicción.

Jaldo habló sin ambages. Dijo gracias a todos. Confesó sentirse feliz -lo repitió cuando todos se fueron y respiró aliviado con la jornada sin incidentes- y, además, le dijo a Alberto Fernández que contara con Tucumán para lo que necesite. Un arriesgado ofrecimiento que el kirchnerismo y la misma Cristina -gran ausente que hizo un nuevo desaire a algunos tucumanos que todavía recuerdan su baile en tiempos difíciles- podrían interpretar -y aprovechar- como un desaire. Jaldo fue un político en su salsa y dijo lo que sentía sin importarle las consecuencias, como aquella vez que juró por el mejor gobernador de la historia de la provincia sin darse mucho cuenta de los problemas que eso le acarrearía en el futuro al jurar tanta fidelidad a José Alperovich.

Y, finalmente, la tercera voz fue la del Presidente de la Nación. Él había llegado disfrutando de los saludos callejeros, no había escuchado a “Carlitos” y también pareciera que hizo caso omiso a los desvelos de Manzur y de Jaldo. Como si estuviera en el aula, recitó sus apuntes. Jaldo le había dejado servido en bandeja la importancia de mostrarse como un hombre que ejerce el poder y se manifiesta como político que es. Hacía siete días que no hablaba y sin dudas la ciudadanía necesitaba oír su mensaje. Durante la pandemia cada vez que habló y fue escuchado su imagen trepaba a la cima. Pero no aprendió. Habló el profesor y no el presidente. Confundió los roles. Llamó a la concordia y al consenso, pero no tuvo empacho en despotricar contra todo. En la red de su verba no sólo quedaron atrapados los opositores políticos sino también los empresarios y los medios. Encontró una creativa metáfora al decir que en la casa de doña Francisca se habían derribado paredes para la declaración de la Independencia. Así explicó que hay que voltear muros para encontrar el consenso, pero a medida que avanzaba su discurso se apilaban los ladrillos para aislar a los que no piensan como el Presidente. Reconoció diferencias con Cristina, pero las minimizó. Y, finalmente antes de leer un pálido “viva la patria”, dejó la sensación que el discurso fue más para su propia tropa que para los argentinos.

A otro ritmo

La fiesta patria comenzó el viernes a la noche cuando opositores y oficialistas disfrutaron de las actividades. Tal vez por eso cuando llegaron los estertores de la jornada el cansancio aflojó las tensiones y los controles y aparecieron las manchas. El Presidente y todos los demás se fueron al tristemente célebre barrio Manantial Sur. Dijeron que iban a inaugurar la obra 50.000 de la gestión. En realidad las casas de Manantial Sur y estas que se entregaron ayer no son de la era de Alberto y Cristina. En realidad ellos encararon la reconstrucción después de muchos yerros administrativos. Pero además, pese a que Jaldo agradeció los mimos de la gestión albertista, Tucumán no figura al tope de las viviendas ejecutadas. Principalmente por fallas administrativas provinciales. Hay muchas promesas y pocas realidades. En cambio, en Santiago del Estero ya están en ejecución 10.700 casas. En Salta ya están levantándose 3.900. Son obras nuevas. En cambio en nuestra provincia el mes pasado recibieron el anticipo financiero para comenzar dos barrios (132 viviendas en Río Seco y 135 en Capital) que ya deben estar empezando a construirse.

Una vez más, mirar a las provincias de alrededor preocupa. Si todo anduviera sobre rieles, Tucumán deberían tener en ejecución unas 7.200 viviendas nuevas con todo lo que eso implica en trabajo y reactivación, pero están por iniciarse unas 267 casas. En proceso de adjudicación de obras y documentación hay aproximadamente 1.200 más en el Instituto de la Vivienda que acelera a un ritmo que exaspera en el Ejecutivo.  

Las hilachas

Los esfuerzos para terminar un 9 de Julio diferente a los violentos de otros años no fueron en vano. Miles de tucumanos disfrutaron de la fiesta. Pero estas realidades son insoslayables aún cuando se las quiera disimular.

No hace muchos años, cuando gobernaba Tucumán el peronista Julio Miranda, una niñita fue la cruz de la provincia. Barbarita Cruz ante las cámaras de televisión desnudaba el hambre llorando por sus carencias alimentarias. Ayer, también fue un niño el que puso al Presidente ante el espejo. Ante las cámaras de televisión de C5N, un alumno de sexto grado de la escuela Monteagudo le preguntó al Presidente: “¿Por qué se deja gobernar por Cristina?”.

Sin dudas los esfuerzos para conseguir un 9 de Julio son muy importantes pero la realidad es una trama que se teje diariamente, minuto a minuto, y aunque se quiera, no siempre se puede evitar que se vean las hilachas.

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