“Argentina es un país calesita que siempre está dando vueltas sobre lo mismo”

“Argentina es un país calesita que siempre está dando vueltas sobre lo mismo”

El escritor y periodista radicado en España hace un análisis de nuestros tiempos, cómo vivimos estancados en las mismas situaciones y la sensación de decepción que nos embarga.

“La mayoría de los países de la región estamos en una especie de calesita. Pasamos de unos a otros porque no se nos ocurren alternativas mejores. Y básicamente es culpa de nosotros, ciudadanos. Seguimos soportando y votando a los mismos que arruinaron la Argentina, en el caso de la Argentina. Y en otros países también. Y si no lo arruinaron, fueron rechazados por un voto muy mayoritario que después, como no encuentra otra salida, los vuelve a votar. Es un círculo cada vez más vicioso”. Martín Caparrós parece desencantado. A pesar de vivir desde hace muchos años en España es un profundo conocedor de la situación en Argentina, su país de origen al fin, y al que vuelve cada vez que puede. El autor de “Ñamérica”, un libro que en cierto modo se vuelve homenaje a “Las venas abiertas de Latinoamérica” de Eduardo Galeano, cree es momento de abrir nuevos espacios y dejar de apostar a los que, desde siempre, nos llevaron al fracaso. Desde su casa en las afueras de Madrid, el escritor y periodista habla con LA GACETA y se toma el tiempo de saber cómo está Tucumán, y pregunta por la impronta periodística de Tomás Eloy Martínez. Y avisa: “las diferencias que creó la pandemia en el ámbito educativo van a ser muy difíciles de subsanar”. Este fue el diálogo:

- Usted escribió “Boquita”, un libro en el que demuestra su pasión por el “Xeneize”, y además ahora su hijo adosó un capítulo con historia más contemporánea. ¿Nos sigue guiando la pasión en muchos aspectos de nuestra vida?

- Últimamente estoy un poco escéptico con la insistencia de la pasión futbolística. Al final veo que se hacen cosas que nos sirven para justificar actos que no me terminan de gustar. Me acuerdo que vi en televisión la mañana siguiente del partido entre Boca y River en el Santiago Bernabeu a un muchacho hincha de Boca que estaba desolado. Y él decía que era el peor momento de su vida, incluso más que la muerte de un amigo. No puede ser que nos tomemos tan en serio algo como el fútbol. Hay algo que dejó de funcionar con esta falsa pasión, que dejó de tener sentido. Hay que repensar algunas cosas. Eso no significa que cuando veo un partido intenso no me siga produciendo emociones, pero me empezó a incomodar tanta locura y que además sirva para justificar formas de violencia.

- ¿Esa pasión nos puede definir a los argentinos y explicar gran parte de lo que se llama grieta?

- En Argentina se debería usar más la frase ‘más boluda que la pasión’. Tenemos como cierto desdén o desconfianza hacia lo que llamamos pasión, justificamos todo con algo a lo que no se si llamarlo pasión. Se toma esa palabra como una idea de descontrol. Uno puede sentir placer por algo, entusiasmo, ganas, pero no ese descontrol que justifica que hagamos cosas que no están bien. Usamos la pasión como escudo para hacer cosas con las que en general no estaríamos de acuerdo. Hay que repensar ese tipo de actos.

- ¿Qué cree que nos dejó de bueno la pandemia?

- Todavía no lo sé. Al principio se decía que esto nos iba a hacer mejores, quizás a primer punto de vista que serviría para valorar cosas a las que antes no les prestamos el valor que tenían, como verle la cara a las personas, tener contacto social. En España ya no es obligatorio el uso de mascarillas, y es maravilloso verle la cara a las personas. Al principio era como que con la pandemia veíamos que sufríamos todos lo mismo, y nos solidarizábamos, pero todo eso se perdió muy rápido. El hecho de que los países ricos hayan monopolizado las vacunas, y saber que en África no hay vacunados, nos hace dar cuenta de que en realidad no cambiamos mucho. Ahora en todas partes están empezando a aparecer corruptelas cometidas durante lo más duro de la pandemia. Aquí ahora se supo que importaron mascarillas y test personajes que tenían buenas relaciones con el Alcalde de Madrid. Se llevaron unas comisiones de más del 80%, lo que muestra que incluso en los peores momentos hubo miserias, por eso no sé en qué medida se puede pensar que íbamos a salir mejores. Lo mismo, y bien lo saben ustedes, pasó en Argentina con negociados en los vacunatorios, La pandemia mostró muchas cosas que estaban ocultas y que hoy quizás a algunos les permita reflexionar sobre todo eso. Nos mostró que somos frágiles, y que hay países que están acostumbrados a pensar que tienen bases muy sólidas, pero que alcanza con algo muy pequeño para que todo eso se derrumbe.

- ¿Qué es “Ñamérica”?

- Hará cuatro años comencé a repensar qué es América latina, una región sobre la cual funcionamos con lugares comunes que ya no tienen relación con nuestras realidades. ¿Qué somos? Y cuando empecé a trabajar en eso me pareció que era más interesante concentrarse en los países que hablan castellano, dejar de lado Brasil que es una realidad aparte, con sus propios problemas, y entonces me quedé sin nombre ya no podía hablar de América latina. Somos un gran número de países en un mismo continente que hablan un mismo idioma, no existe en otro lugar del mundo que tantos hablen un mismo idioma. Pero me faltaba el nombre del libro, que podía ser Hispanoamérica, pero me suena una palabra que sólo dicen los locutores. Uno no se siente hispanoamericano. ¿Qué más nos unía, entonces? La Ñ, que es muy castellano. Y así nació “Ñamérica”.

- ¿Y en qué nos parecemos, y en qué nos diferenciamos?

- Hay muchas cosas que tenemos en común, no todas buenas, pero muchos rasgos comunes. Es cierto que en los últimos 200 años nuestras historias coincidieron en crear diferencias, convencernos que por vivir del otro lado del río somos distintos al de enfrente. Pero tenemos rasgos en común, algunos no nos enorgullecen, como los fuertes focos de violencia, el hambre, y por eso muchos emigramos. Pero hay rasgos comunes que me resultan entrañables. En Ñamérica seguimos intentando, insistiendo, creemos que podemos hacerlo mejor que lo que lo venimos haciendo.

- ¿Cómo ve usted a la Argentina desde España?

- Lamentablemente este es un momento que creemos poco en nosotros. Me impresiona cada vez más cómo llegamos a cierto estado de resignación y desesperanza, comparado con otros países de la región, que siguen creyendo que podrían mejorar. Nosotros venimos de una serie muy larga de decepciones. Argentina es un país calesita, siempre damos vuelta sobre lo mismo. No vemos la forma de cortar ese círculo vicioso. Hay que cambiar tanto las estructuras de Argentina… Se necesitaría que mucha gente estuviera convencida de esa necesidad y de quiénes podrían llevar adelante ese proceso. El problema es que ese cambio debe venir de sectores nuevos ya que los que están ahora están teñidos por el fracaso. Los que gobiernan vienen de fracaso tras fracaso. Hay que armar una unión nueva que no cargue con fracasos, y al mismo tiempo tenemos que conseguir confiar en eso ya que todos los cambios que necesitamos van a costar sacrificios. Por suerte la historia nos sorprende y todo esto se puede dar…

- Habla de sorpresa. ¿Es lo que pasó con Gabriel Boric en Chile?

- Claro que fue una sorpresa, y una muy interesante. Volvemos a lo anterior. Siempre lo que pasaba con los movimientos de disconformidad y de cabreo que había en América Latina se disolvía. Funcionaban según la lógica del estallido. Pero sabían que sus vidas no eran lo que querían. Que tienen que construir y creer en Chile. Todo este movimiento que llevó a Boric a la presidencia se dio por razones variadas y complejas. Del estallido salió un núcleo que pudo seguir adelante y empezar a construir. No viene de sectores gastados por nuestra política de las últimas décadas, ni de las Fuerzas Armadas, ni de los viejos partidos políticos, ni de los sindicatos. Es algo nuevo. Ahora hay que darle tiempo y ver cómo les va.

- ¿Puede pasar algo así en Argentina?

- Ojalá se pudiera tener una base similar, pero en Argentina el espectro político está muy ocupado. En Chile había más espacio libre, y había más posibilidad de que un movimiento nuevo encontrara su lugar. Aquí las estructuras políticas tradicionales hacen todo lo posible para ocupar todo el tablero. Uno nunca sabe por qué de pronto algo puede cambiar tan radicalmente. Hay cosas que pasan y que nadie pudo prever.

- ¿Cómo ve la literatura hoy? Hay quienes dicen que se lee menos…

- No estoy seguro de que cada vez se lea menos. Durante la pandemia vi a un montón de editores que vendieron libros como nunca. Mucha gente recuperó el placer de la lectura porque tenían tiempo. Hubo muchos que decidieron que algo bueno que debían hacer era leer. Por eso creo que la lectura no está amenazada, y hoy hay otras formas de contar. No soy un fundamentalista de la palabra escrita, pero no me parece mal. Hay como un prestigio social del libro, pero hay libros que son una porquería. Se lee mucho en este momento, y se escriben mensajes, artículos. La palabra escrita que parecía que iba a desaparecer está más fuerte que nunca. Siempre sucedió lo mismo. La aparición de plataformas nuevas hizo que se pensara que las anteriores no iban a funcionar. Sucedió en 1925 cuando apareció la radio, o cuando en los 50 o los 60 llegó la televisión. Nadie piensa que el papel se vaya a acabar. Son simplemente formas distintas de contar, y que redimensionan el espacio de las anteriores.

- La educación tuvo un grave parate durante la pandemia. ¿Cómo analiza esto?

- Fue muy grave lo de la educación. Dos años sin presencialidad es mucho tiempo. Es una parte decisiva de la vida de los chicos. Hubo algunos privilegiados que pudieron educarse virtualmente, pero así y todo se aprende menos, se pierde el contacto social, la posibilidad de relacionarse. Lo más grave fueron los chicos que no tuvieron acceso a la educación virtual, que perdieron dos años en un momento crucial de su vida. Hay todavía una cantidad importante que no se reincorporó a la escuela, que quedó fuera del sistema. Es muy grave en varios niveles. Va a haber que trabajar mucho para revertir esta situación

- ¿Qué imagen tienen en Europa de los argentinos?

- Siempre tuvimos mucha relación con España, y siempre pensé que era una tontería lo que se decía sobre la imagen de los argentinos. Pero hoy, ¿qué es lo primero que piensa un español sobre los argentinos? Que somos unos sanateros, capaces de venderte cualquier buzón, pero no siempre con mala intención. Como si tuviéramos mucha facilidad de palabra y los damos vuelta. No era así hace unos años, pero esa percepción cambió. Uno cuando emigra ve las cosas de otra manera. Hoy veo desesperanza en Argentina, algo que no se encontraba antes. Siempre, como dije antes, hay una sensación de que no sabemos salir de la calesita

- ¿A quién deberíamos leer hoy?

- Leí hace poco un libro de Thomas Piketty, un economista francés, que piensa mucho sobre la desigualdad en el mundo. Es una breve historia de la igualdad, una síntesis muy interesante de las situaciones económicas y las sociedades en las que vivimos. Y también estuve leyendo la novela “M, el hijo del siglo, Mussolini”, de Antonio Scurati. Uno lee esa novela y se da cuenta que pueden pasar cosas que uno pensaría que no podían pasar, que un palurdo de provincias se convierta en lo que fue Mussolini y todo el daño que hizo. Dos libros muy interesantes.

- ¿Cómo ve la situación de la guerra en Ucrania? ¿Alguien se está beneficiando?

- Es curioso que después de la primera gran sacudida, cuando comenzó la invasión rusa, ahora ya nos estamos acostumbrando a lo que está pasando. Ya no es esa sensación de cimbronazo extremo pero la guerra sigue siendo cada vez más brutal. Las consecuencias económicas se notan mucho, con una inflación inusual, y por otro lado creemos que se está normalizando la situación, aceptamos lo que sucede una vez pasado el primer choque, esa es la impresión que tengo. Ahora estuvo Pedro Sánchez (jefe de Gobierno español) en Kiev, lo que da una sensación de más normalidad. Si un jefe de gobierno va hasta allí no parece ser tan anormal lo que está sucediendo. Aquí lo que estamos viendo es un resurgimiento muy importante del Nacionalismo, encarnado en este caso en Putin, o lo que pueda suceder en Francia con Marine Le Pen. Ella va a sacar más del 40% de los votos. Por todo esto Putin aumenta también su popularidad. Se ve cada vez más este avance del Nacionalismo ya que en realidad no hay ideas claras de cómo mejorar las sociedades.

- Hace unos meses se lo criticó mucho por su presencia en el Consejo del Hambre que impulsaba el presidente Alberto Fernández…

- En general soy bastante impermeable a los insultos y demás. Lo sufro, pero menos que otros amigos. Lo que me molestó más que nada es que me parecieron bastante fuera de lugar las críticas. Yo fui a una reunión que lanzó una campaña contra el hambre. Me invitó el presidente, que había leído un libro mío que se llama justamente “El hambre”, y estuve sentado en esa mesa y volvería a estarlo. Haría todo lo posible por erradicar la peor vergüenza de esta sociedad que es el hambre. Pero no estoy para nada contento con cómo evolucionó este proyecto. Lo más importantes era no limitarse a políticas asistencialistas, había que buscar las formas novedosas, cualquiera hace asistencialismo clientelar si tiene los recursos del Estado. Aquí había que intentar otras cosas. Pero me molesta que me jodan por eso. Me molesta más que a mi edad tenga que seguir lidiando con la ignorancia.

- ¿Qué piensa de la tan mentada grieta?

- Lo primero, que le tengo un poco de envidia a mi amigo Jorge Lanata por haber inventado esa expresión. Pero Borges ya hablaba de grieta. Los argentinos siempre nos creemos los más originales, pero no lo somos. Vivimos en una sociedad llena de peleas, con diferencias, pero suceden en las situaciones en las que las diferencias no están tan claras y hay que sobreactuarlas.

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