¿Cuánto es mucho?

¿Cuánto es mucho?

Una pregunta sobre magnitudes, nacida en las nevadas tierras del otro extremo del continente, se instala en la preocupación ciudadana y en el diagnóstico de los especialistas.

Algunos filósofos y sociólogos aparecen y desaparecen como los fantasmas, como el mismísimo Matías. Ellos lanzan una pregunta que nos corroe el alma, pero pueden tomarse el tiempo que sea necesario hasta que logran asir definitivamente una verdad.

Alguna vez uno de ellos, Howard Becker, veía cómo la nieve se iba acumulando en las calles de Chicago. Había estado en Canadá y se sorprendió cómo, apenas empezó a nevar, se tomaron los recaudos para evitar conflictos ulteriores. Becker, después, se mostró sorprendido con la inacción de los chicagüenses que hizo que durante días todo se estancara porque la nieve se acumulaba sin cesar.

Este sociólogo de la escuela de Chicago sintetizó todo con una patética y lacónica pregunta: “¿Cuánto es mucho?”

Este pensador nació en la misma ciudad que Ray Bradbury (cuya imaginación sigue sorprendiéndonos aún hoy) y festejará en Illinois el próximo lunes 18 su cumpleaños número 94, pero su pregunta parece la de un niño cuya curiosidad infinita nadie puede frenar, como a la nieve de Chicago.

“¿Cuánto es mucho en la Argentina de hoy?” Nada parece mucho. Los principales dirigentes han empezado a abusarse de la paciencia de los argentinos, con todo el riesgo de lo que eso acarrea.

El “acampe” en la 9 de Julio, ¿ha sorprendido a alguien en el país? Se podría inferir que a muy pocos. La protesta y los cortes de calles y ruta son “una costumbre que suele tener la gente”, frase que solía utilizar Jorge Luis Borges para definir la muerte.

Sin embargo, esta semana ha empezado a aparecer el hartazgo. Los adjudicatarios de planes se sienten discriminados porque no les aumentan el monto de la asistencia igual que a los estatales (¿ya son empleados públicos?). Los transeúntes explotan porque llegarán tarde adonde fueren. Los que se visten todos los días para llegar a su trabajo sienten la injusticia en la piel cuando revisan su salario y ven lo que suma una familia con tres o cuatro planes. Más que ellos. ¿Cuánto es mucho?

Como con la nieve de Chicago que despabiló a Becker, se aprende que cuando es mucho se toman medidas. La sabiduría académica de la experta en economía Ana María Cerro explicó este miércoles que no volverá nunca más que es hora de hacer algo porque los niveles de pobreza y la falta de una administración económica prudente exigen ponerse manos a la obra, ya que el proceso de solución puede ser largo.

Algo parecido ocurrió con un Tucumán sitiado por los trabajadores del citrus. ¿Cuánto es mucho? Alertado por lo que había vivido el Gobierno nacional, en la Provincia aparecieron las medidas a las 12 horas. La Policía se adueñó de los caminos, no dejó lugar para las nuevas protestas, en los atribulados juzgados federales se presentaron denuncias y se convocó a una reunión para acercar a las patronales con los trabajadores del citrus. Osvaldo Jaldo seguramente vio que era mucho (las críticas al Gobierno por no poner orden habían sido elevadas) y no le quedó más remedio que tomar cartas en el asunto. Evitó que la nieve siguiera acumulándose.

Guerras troyanas

En los últimos años el radicalismo tucumano ha perdido la cordura. Han sido los actores (figuras principales o secundarias) los que le han dado vida a ese partido. Pero la institución viene siendo un mal ejemplo.

En las democracias representativas los partidos son la pieza fundamental para que el motor funcione. El problema es que la UCR cada vez que ha afrontado un proceso electoral ha terminado a las trompadas, intervenida o en la Justicia. Los papelones se han hecho costumbre. Ha perdido la confianza. Un partido cargado de desconfianza se aparta de los valores democráticos. Los desaguisados radicales no son fruto de la pasión de la política, sino de la mezquindad y de la falta de sinceridad.

El ex legislador Ariel García, con un puñado de jóvenes, pero con el conocimiento de las miserias y de la inidoneidad de algunos dirigentes, regresó a la casona de calle Catamarca e hizo desquicios. Transparentó que la unidad tardía –fuera de términos- a la que llegaron con el grupo liderado por el diputado nacional Roberto Sánchez es una máscara. A García se lo vio llegar a la interna como un caballo de Troya que traía adentro resabios de sus buenos vínculos con Jaldo (cuando era vicegobernador en el período anterior) y que estaba contaminado por ser un funcionario nacional. Pero las torpezas de Sánchez para afrontar estas elecciones dejaron al descubierto sus dificultades para conducir. Su equipo de mecánicos (entre los que estaba el ex diputado y senador José Cano) tampoco tuvo la pericia necesaria para que el auto del corredor no fallara.

García, que ni candidato era, entró con su caballo en calidad de apoderado y terminó siendo el gran triunfador de estos comicios nonatos. Sebastián Salazar –a quien le achacan sus buenas migas con Germán Alfaro- había hecho su aporte por la unidad, pero quedó descolocado con el arreglo de Sánchez con García y se autoproclamó decepcionado. Mientras levanta su ánimo estudia el camino a Tribunales. Otra vez. ¿Cuánto es mucho en el radicalismo? Los papelones se suceden en la comarca. ¿Hasta cuándo?

En el subsuelo

En Juntos por el Cambio los desórdenes del radicalismo son aplaudidos a rabiar por los otros socios. A CREO, el novel partido del dirigente rural Sebastián Murga, las pifiadas de Sánchez y compañía lo ayudan con sus proyectos futuros.

Pero quien más debe haber aplaudido es el intendente de la Capital que desde hace meses se ha instalado como uno de los candidatos a gobernador por Juntos por el Cambio. Mientras los radicales negociaban, Germán Alfaro se vestía de periodista y entrevistaba a Miguel Ángel Pichetto, el auditor de la Nación que vino a presentar su libro a estas tierras. El ex senador y ex candidato a vicepresidente de Mauricio Macri se deshizo en elogios para el lord mayor que sigue tejiendo relaciones con los dirigentes nacionales. Por las dudas, también ha comprendido cuánto es mucho es materia de pozos y lentamente va poniendo yapas en algunas maltrechas calles citadinas.

Hasta el quinto piso

“Diario de una temporada en el quinto piso” ha recibido uno de los impulsos publicitarios más fuertes de los últimos tiempos. Se trata del libro de Juan Carlos Torre con el cual la vicepresidenta de la Nación intentó responder, ironizar y diagnosticar el gobierno de Alberto Fernández, destinatario del libro.

Cada movimiento que realiza Cristina tiene como objetivo deslindar responsabilidades sobre el Gobierno actual. Como si pudiera. Nadie olvidará que Fernández fue una elección y una decisión de ella. Sus adláteres se encargaron de difundir que el mensaje encriptado fue que el Gobierno de Fernández va inexorablemente al muere. Después empezaron a aventar la idea de una asamblea legislativa (estilo 2001), como alguna vez pusieron en la palestra el helicóptero de Mauricio Macri. Después, al igual que su lideresa, el kirchnerismo trató de despegarse de esas maledicencias. ¿Cuánto es mucho? ¿Hasta cuándo las prioridades particulares de los dirigentes van a ser más importantes que las necesidades del país?

En el prólogo de su trabajo, Torre explica cómo y por qué vio la luz su libro. Además suelta su convicción de que la gestión de Raúl Alfonsín, en la que trabajó, ha sido “un gobierno decente y respetuoso del juego político democrático”, algo que seguramente no le quiso decir Cristina a Alberto, menos después de la fiestita de cumpleaños en Olivos que taln mal parado dejó al país.

La simplísima pregunta sobre la nieve que se acumula en Chicago le ha servido a Howard Becker para reflexionar sobre la tolerancia social y sobre la necesidad de cuidar la democracia.

Esa pregunta en los últimos acontecimientos de nuestro país deja traslucir el desinterés de algunos dirigentes y el riesgo en el que ponen la tranquilidad social. El tiempo va convirtiendo cualquier irregularidad o ilícito en una costumbre. Para no oler la podredumbre la sociedad se adapta y se deja las máscaras puestas para no sentir el mal olor de una política acomodaticia.

Por eso ha sorprendido tanto la condena al embajador de Israel y ex gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. La sociedad venía preguntándose: ¿Cuánto es mucho?, respecto de los excesos de algunos políticos enriquecidos. También se preguntaba ¿Cuánto es mucho?, respecto a la quietud de la Justicia.

La Justicia entrerriana se envalentonó y enfrentó a la política de esa provincia, algo poco común, aunque le pesa un Jury de enjuiciamiento a la fiscala Cecilia Goyeneche, quien investigó a Urribarri. Cualquier parecido a episodios tucumanos es pura casualidad. Goyeneche además investiga a la Legislatura de aquella provincia por 53 millones de dólares que se abonaron a empleados fantasmas. ¡Otra casualidad! ¿Cuánto es mucho?, si de casualidades se habla.

La pregunta de Becker, repetida hasta el hartazgo en este texto, va llenando de nieve la puerta de algunas instituciones. Los ciudadanos la repiten porque ven cómo todo se va justificando con un relato y con argumentos que sólo profundizan una grieta. ¿Cuánto es mucho relato y justificaciones? La sociedad debe estar sintiendo que urgen soluciones.

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