Depilación femenina, ¿es una imposición o necesidad?

Reflexiones en torno al vello y los ideales de belleza en las mujeres. Aseo, sugerencias y cuidado íntimo.

ELECCIÓN ADECUADA. No cualquier producto se puede aplicar para depilar las zonas más sensibles del cuerpo de la mujer. ELECCIÓN ADECUADA. No cualquier producto se puede aplicar para depilar las zonas más sensibles del cuerpo de la mujer.
Guadalupe Norte
Por Guadalupe Norte 03 Abril 2022

El presente les pertenece a las reivindicaciones de género, de eso no hay duda alguna. Se nota en los reclamos que orbitan sobre el rol de las mujeres en el ámbito laboral y hogareño. Se suma a eso un factor que -durante siglos- ha sido la semillita de los estereotipos: el atractivo estético.

Algunos arquetipos sobre la talla o el peso se notan a la primera; sin embargo, hay otras cuestiones menos perceptibles (al menos por encima de la ropa). En esta segunda línea entra en escena la depilación genital.

“Hay acciones tan arraigadas a nivel sociocultural que poco nos preguntamos sobre las razones por las cuales las hacemos. Estas aparecen a modo de hábitos heredados y atemporales (pareciera que siempre fue así cuando, en realidad, detrás existe una evolución histórica)”, explica la ginecóloga Patricia Guzmán Caro.

Por ejemplo, cabría preguntarnos sobre la asociación de lo femenino con el maquillaje, los tacos y los corpiños. “Comúnmente el factor salud queda relegado y el uso de cualquiera de estos objetos se centra en la belleza física; lo mismo pasa con el vello púbico. La mayoría de las mujeres que atiendo prefieren depilarse no por comodidad o autocuidado, sino pensando en mostrar una imagen más deseable a la hora de tener relaciones sexuales”, prosigue la especialista.

Cómo nos afecta

Desde lo fisiológico, el vello púbico representa una barrera que protege nuestros genitales de las bacterias o virus externos.

“También evita que la piel se lastime ante cualquier fricción o roce (sea con la misma ropa o al hacer alguna actividad física) y ayuda a regular la temperatura del área cuando hace mucho calor o frío”, detalla Guzmán Caro.

Un mito usual es pensar que por eliminar cualquier rastro piloso la higiene aumentará. La piel de las nalgas, el pubis y los labios mayores y menores posee glándulas sudoríparas y sebáceas que colaboran a ventilar, lubricar y remover las células muertas.

Por tal motivo, la gente suele confundir los tantos y cree que -al tener vello- el olor corporal aumentará o se retendrá allí. “Al contrario, una correcta limpieza es viable con o sin la presencia de una ‘mata’. Todo pasa por la periodicidad con que nos duchemos; aumentando la frecuencia al menstruar, luego del ejercicio o en verano”, recalca la ginecóloga Claudia Domingo Vega.

Evitar pifiarla

Incursionar en una poda o mantenernos fiel a la naturaleza implica una decisión individual. En caso de depilarnos, la única advertencia alude a la cosmética empleada.

“En estos últimos cinco años, la cantidad de mujeres que asisten a consulta por alergias o irritaciones en el Monte de Venus se duplicó. Entre las causas primordiales figura la mala depilación íntima”, comenta.

Para economizar o por desconocimiento, muchísimas pacientes emplean jabones, cremas y ceras nada recomendadas dada la sensibilidad de la vulva.

“Acá no valen los productos que pasamos por las piernas o las axilas porque hay componentes que modifican el pH y dañan la microbiota. En consecuencia, por querer depilarnos a cualquier costa y rápido podríamos generar irritación y picor en esa zona”, sostiene Domingo Vega.

El afeitado con ceras demasiado calientes o reutilizadas (una práctica usual en varios locales tucumanos) y las maquinitas conducen a efectos idénticos.

“De hacerlo apuradas y con fuerza, ambos métodos son capaces de crear inflamación en los folículos o fomentar la presencia de pelos encarnados. En el caso de la afeitadora, los pequeños cortes funcionan de puerta a las infecciones, granitos y el ingreso de microorganismos extraños a los genitales”, informan las profesionales.

A la lista de errores se suman el barrido con cuchillas oxidadas, compartir las cuchillas con terceros y pasarlas en seco.

(Des)aprender

En esta última década, la depilación integral suele promocionarse como mandamiento. Al margen de su indiscutible practicidad, vale recriminar las exigencias que recaen sobre el cuerpo femenino.

“Las constantes idealizaciones nos vuelven ciegos a lo natural y normal en los humanos. Por regla general, creemos que lo atractivo carece de imperfecciones y omitimos entonces el lado B del sexo con su transpiración, fluidos, celulitis, vello y factores parecidos”, opina la sexóloga Mónica Leguizamón.

Para ejemplificar, tenemos la reproducción de looks Barbie (vulvas lisas e idénticas o genitales retocados) en la pornografía y las publicidades. “Al comprarnos, las inseguridades, el estrés y ansiedad por lograr las expectativas crece hasta que el esfuerzo extra pasa factura en la falta de autoconocimiento, aceptación y goce erótico”, acota.

Romper con dichas ideas resulta la única alternativa para disfrutar en la cama (y en la vida).

Esto no se trata de ubicarnos a favor o en contra de la depilación. “Cada quien decide sobre su cuerpo y sus gustos. Ahora, ¿nuestros actos son conscientes o inconscientes? ¿Apuntan a la satisfacción propia o a contentar a la pareja? La diferencia entre ambas instancias marca la pauta y las críticas al patriarcado. De sentir una exigencia ineludible, aceptar las críticas de nuestro amante sin chistar o culpa por despistarnos y localizar un incipiente vello vamos por mal camino”, finaliza Leguizamón.

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