El tiempo está desquiciado

El tiempo está desquiciado

Las historias de nuestra Argentina siguen siendo las mismas. La repetición hace que parezca que nunca llegarán las soluciones para los padecimientos y por lo tanto todo se profundiza. Alfaro confirmó que tiene un proyecto de poder.

Hércules Poirot fue el ingenioso detective que salió de la creativa y seductora cabeza de Agatha Christie. Pero, personalmente fue una de las emociones que me dio el periodismo. A principios de este agresivo siglo empezaron a llegarme e-mails firmados por Hércules Poirot. En ellos me contaban con precisión muchas de las cosas que pasaban dentro del gobierno del fallecido gobernador Julio Miranda. Después de chequearlos, quedaba claro que todos sus datos eran ciertos. Esta relación epistolar se mantuvo muchos meses y fue un aporte fantástico para mi tarea semanal. Un buen día Hércules Poirot se esfumó y nunca dejé de extrañarlo.

Esta semana, un anónimo lector me dejó el siguiente texto: “Hamlet, cuando aparece el espectro de su padre que le comunica la verdad de su asesinato, dice el tiempo está desquiciado. Desencajado. El ayer del rey muerto, el hoy del príncipe que debe vengarlo, y el mañana del reino. Creo que se puede usar para Tucumán que el tiempo está desquiciado. Los fantasmas de siempre, los no muertos (undead dicen en inglés). Con el mundo también, vuelven los rusos, pero son del futuro. No hay moral en un desquicio porque no hay vara estable. Las reuniones Bussi, Radicalismo, Alfarismo. El quilombo nacional”. Podría ser alguna travesura del famoso fantasma Matías pero terminó siendo una precisa síntesis de la semana. Pero lo más sorprendente es la idea del tiempo desquiciado. Este desconocido lector podría haber salido del archivo de LA GACETA donde se podría bucear en cualquier década y se encontraría título idénticos donde el FMI, las deudas, las negociaciones con Bussi, la guerra y cualquier otro tema del presente podría ser del pasado y viceversa.

Pretérito futuro

“Yo quiero ser gobernador, no soy candidato a gobernador”. La frase tiene sólo nueve palabras pero encierra un mundo de mensajes. Germán Alfaro se para en el centro del ring de Juntos por el Cambio y les avisa a los demás que sacará el poncho y el facón para subir al podio del poder provincial. Y, esta semana salió del ostracismo veraniego. Despertó y dejó en claro que tiene un proyecto de poder.

La reunión con Ricardo Bussi es parte de esa estrategia. El lector anónimo que dejó aquella esquela advierte que el tiempo está desquiciado. No es para menos, falta mucho para 2023, pero el reloj de los políticos adelanta. Se ponen en hora sólo el día de la votación, después corre más rápido que el de los mortales comunes. Es cierto que verlos sentados a Bussi y a Alfaro es un mensaje para el presente. El primer sacudón lo debe haber sentido el presidente del Concejo Deliberante. Fernando Juri ya no tendrá el mismo tablero para jugar. Los ediles republicanos que formaron parte de la claque del encuentro entre los dos referentes ya no se moverán según la batuta del ex vicegobernador. Con esto, Alfaro quedó fortalecido en un Concejo que fue tierra árida para sus andanzas. También es un mensaje fuerte para el oficialismo de la Casa de Gobierno que puede ver en la reunión un fortalecimiento opositor en la Legislatura. Sin embargo, nada de esto le importa a Alfaro. Su barco ya puso proa hacia 2023. En eso piensa.

Oteando el horizonte, el encuentro con Bussi confirma que Alfaro dará pelea dentro de Juntos por el Cambio, y su esposa, la senadora Beatriz Avila, lo ratificó en su discurso en el recinto. Cuando habló en la sesión en la que se analizó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se preocupó por aclarar más de una vez su pertenencia a la coalición opositora y fue hasta sarcástica con el Presidente de la Nación oficialista. Alfaro se sentía ninguneado por sus colegas de Juntos por el Cambio. Padecía los golpes que le arrojaban desde el radicalismo y desde el Creo de Sebastián Murga. Ambos partidos nunca se olvidaron de ponerle el adjetivo de poco confiable y de advertirle que antes que la de él están las candidaturas de Roberto Sánchez y de Murga. Había ganado el 14 de noviembre, pero sus colegas de cruzada lo tenían arrumbado en un desván. Fue su escudero Rodolfo Ocaranza el que a principios de febrero empezó a pergeñar esta jugada a la que se le puso el moño este miércoles que nunca más volverá. La tarea era harto difícil. Alfaro había defenestrado a Bussi y éste no se había quedado atrás. Ocaranza empezó a “whastsapear” al concejal Eduardo Verón y ambos terminaron armando el encuentro. Sus jefes se miraron con desconfianza pero 15 minutos alcanzaron para pedirse disculpas por tantos improperios y se comprometieron a caminar por el sendero de la confianza.

Hace más de dos años Alfaro había intentado algo parecido con el intendente radical Mariano Campero. Llegaron a jugar al fútbol en la misma cancha. Pero aquellos pases quedaron en buenas intenciones, hoy se llevan peor que Mbappe y Messi. Tanto es así que una hora antes de la reunión, Campero fue a visitar al gobernador Osvaldo Jaldo. Se sacó fotos pero fue un encuentro que se conjugó en un tiempo pretérito sin futuro político y quedó eclipsado por la reunión que ocurriría 40 minutos más tarde a sólo siete cuadras. Campero es como esos jugadores impacientes que se paran ante la ruleta y apuestan todo, no se queda ni con una ficha en el bolsillo. Gana o pierde todo. Y, así tuvo jornadas rutilantes y en este tiempo titubea por algunas derrotas.

Mientras los radicales miran estas movidas y se acomodan para su interna, el Pro aprueba estos movimientos de Alfaro que no dejó que el encuentro con Bussi fuera una sorpresa para nadie, menos para Horacio Rodríguez Larreta, cuya candidatura presidencial se esfuerzan por silenciar, pero se oye a los gritos.

Presente pasado

Los desquicios del tiempo que el lector anónimo trajo de la mano de Hamlet puso sobre la palestra el episodio de la jueza Alicia Freidemberg, que tampoco encontró paciencia en la guantera de su auto y decidió hacerlo andar por la vereda. No tuvo la violencia de aquel episodio callejero del magistrado Orlando Stoyanoff, pero sí la falta de respeto a su investidura. La conducta de los magistrados es tan importante como sus sentencias.

Y Hamlet sigue haciendo de las suyas: como si el tiempo no hubiera pasado, ahora se analiza si la Corte Suprema de Justicia se ocupará de la conducta de esta magistrada. Sería muy raro que lo hiciera. Ya ha demostrado su incapacidad para este tipo de análisis. Basta recordar lo que hizo el mismísimo presidente de la Corte Daniel Leiva, quien dijo no hacer lo que hizo. Y la Corte prefirió no ver lo que se había visto.

Era algo tal vez más grave que andar por la vereda, porque pone en duda la palabra de un vocal de la Corte. Si ese tema tan simple y claro no fue capaz de abordar la Corte Suprema, menos aún debería ocuparse de Freidemberg. Y, es tan así que esta semana dos vocales de esa misma Corte se excusaron de intervenir en una causa. Hicieron mutis por el foro Claudia Sbdar y Eleonora Rodríguez Campos, quienes evitaron resolver el planteo que hizo justamente el destituido juez Enrique Pedicone, el mismo que le avisó a la sociedad que Leiva le estaba pidiendo hacer algo incorrecto.

Futuro presente

Como tantas otras veces el FMI desnuda a la política argentina. La aprobación parlamentaria del acuerdo con esa entidad profundizó la crisis oficialista. Los efectos retardados de la explosión interna que se venía esbozando desde el triunfo opositor en las PASO 2021 aún no han cesado. La carta pública de Cristina abrió una caja de Pandora de la que aún no dejan de brotar sorpresas. Aquella misiva ya decía mucho. Como en esos matrimonios donde el diálogo está dañado, y la animosidad impide escuchar al otro, la vicepresidenta puso en un escrito sus críticas y opiniones. Pero a diferencia del cónyuge que busca generar un modo eficaz de comunicarse, lo de Cristina en mucho se pareció a una advertencia pública de ruptura, que a Fernández no le preocupó demasiado. Para describir lo que vino después, nada mejor que parafrasear el título de la novela de García Márquez (Crónica de una muerte anunciada). Con la renuncia de Máximo y la votación del acuerdo, se cierra una etapa de la política argentina. En 2019 con Cristina sola no alcanzaba y ella sacó de la manga “el conejo” Fernández, quien después de su alejamiento del kirchnerismo había comenzado a recorrer el espinel del centro derecha. Una jugada que alcanzó para ganar pero hasta acá no sirvió para gobernar. Hubo dos instancias que describieron claramente la debilidad y las dudas presidenciales, un lujo que en tiempos de crisis ningún político se puede dar. 1) Hizo tanto aspaviento con la guerra contra la inflación que cuando tiraron los primeros misiles terminaron pareciendo fuegos de artificios. 2) Lo peor fue una frase: “No pienso bajar del barco”. Nadie imaginó ni prevé esa posibilidad en esta Argentina con valores e instituciones deterioradas, pero que no admite estos riesgos. Sin embargo, para hacer este tipo de declaraciones, pareciera que los fantasmas –no Matías precisamente- lo merodean.

Los operadores K más cercanos a Cristina dicen que habrá diferenciación con el gobierno, aunque no ruptura. Tamaña ambigüedad no va a ser fácil que se traduzca en la práctica. Es inevitable recordar la experiencia de la Alianza (UCR-Frepaso): Cuando el vínculo entre “Chacho” Alvarez y Fernando de la Rúa se deterioró, la Alianza dejó de existir.

¿Qué quiere decir eso? ¿Votarán o no las leyes que el PE envíe al Congreso? La ambigüedad de la definición hace imprevisible el futuro de la relación.

Este viernes, en nuestra provincia, mientras el Jefe de gabinete Juan Manzur se regocijaba en su fuero íntimo de que el distanciamiento con Cristina genere mejores condiciones para su conocida tesis “albertista” y de que hay un solo jefe en el peronismo, a ese jefe se lo vio temeroso y cauteloso con relación a su socia disgustada. Fernández sabe bien que Juntos por el Cambio lo acompañó en la situación extrema para evitar el default, pero que la competencia electoral lo retrotraerá a su lugar natural de oposición. El apoyo de PRO (resistido al comienzo por varios sectores, incluso de Pro) se terminó de allanar tras la visita que el embajador de EEUU realizó a Mauricio Macri en su domicilio.

El oficialismo mide cada palabra que dice, cada paso que da. Por eso cuando Manzur declaró “esta es la foto definitiva de la unidad” y le agradeció a Jaldo por su tarea y fidelidad política no faltaron quienes leyeron un meta mensaje en su voz. Y, entre los que los escuchaban no estaba Cristina.

El lector desconocido que dejó su hoja suelta en el mostrador de LA GACETA posiblemente no sepa de las aventuras en el Nilo o del Expreso de Oriente que pudo haber protagonizado Hércules Poirot, pero tenía muy claro cómo en esta Argentina las historias se repiten sin que los actores puedan evitarlo ni encontrar soluciones, como si el tiempo estuviera desquiciado.

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