Antonio Seguí: “En mi trabajo juega mucho la intuición, nunca hice un croquis”

El notable artista cordobés, radicado en París, que murió el sábado a los 88 años, expuso sus grabados en el centro cultural Rougés en 1996.

UN GRAN MAESTRO. Una fotografía reciente de Antonio Seguí que vivió en Arcueil, en las afueras de París. UN GRAN MAESTRO. Una fotografía reciente de Antonio Seguí que vivió en Arcueil, en las afueras de París.
Roberto Espinosa
Por Roberto Espinosa 01 Marzo 2022

Telón abierto. En la escena deambulan mujeres desnudas y sonrientes. Hombres con sombreros que miran de perfil como si alguien los chistara. Incomunicación. Un perro saca a pasear a su amo, mientras una dama exhibicionista le apoya su mano en el sombrero. Rostros escondidos. Compadritos. Elevadas casas con chimeneas, donde no entra un ser humano. Humo que enceguece los ojos de otro personaje. Siglo XX, cambalache. En el teatro de la vida, el pintor ensaya su fina ironía. Ha venido varias veces de paseo a Tucumán en tiempos idos. Recuerda especialmente su amistad con Timoteo Navarro. “Era una generación etílica la de esa época”, comenta con humor y agrega que “la última vez que vine fue para recibir un premio en el Salón Nacional de esta provincia”, me cuenta ese miércoles 3 de abril de 1996, ocasión en que el renombrado artista vino a exponer sus grabados en el Centro Cultural Rougés y fue distinguido por la Fundación Lillo. Los 88 años de Antonio Seguí entraron en la sombra eterna el sábado 26 de febrero.

“Mi trabajo lo compartimento un poco. La obra gráfica tiene una escritura muy precisa porque tiene que ser eficaz, inmediata, inclusive podríamos decir que se pueden pasar algunos “mensajes”, cosa que en la pintura es mucho más difícil. En esta muestra hice una selección de los últimos años. Hago mucha obra gráfica porque me apasionan las técnicas distintas, la inmediatez de la imagen. La forma de escribir es diferente”, explica el cordobés.

A continuación, un fragmento de la charla que tuvimos en aquel entonces.

- ¿En qué género de las artes visuales se siente más cómodo?

- Trabajo por períodos en los distintos géneros. Antes que nada, soy pintor, pero a veces tengo necesidad de la cosa gráfica. Siempre he trabajado por series, utilizo técnicas que son apropiadas a la imagen que quiero hacer. La serigrafía es una técnica que nunca me gustó mucho porque es muy fría, muy mecánica. Sin embargo, esta fue la primera experiencia que me sirvió para reivindicarla. El linóleo se usa mucho en la cocina. Un poco el iniciador de esto fue Pablo Picasso que en los años 30 hizo mucho linóleo: es muy rápido y eficaz. He llegado a hacer cuatro colores con la misma plancha; dejo la parte oscura para el final, es una técnica muy divertida.

VOY VOLANDO. Escultura en madera pintada que está en el Aeropuerto de Córdoba. VOY VOLANDO. Escultura en madera pintada que está en el Aeropuerto de Córdoba.

- ¿En el hecho creativo parte de una idea o se deja llevar por la intuición?

- Trabajo por series desde hace mucho tiempo. ¿Por qué? No sabría decirle, pero es la forma que me ha servido para expresar lo que yo quería decir. Una serie no tiene números definidos: pueden ser 20 cuadros, 25, 50 u 80. Lo que sí sé es cuándo debo parar la serie. Paro cuando hay un poco de fatiga o cuando las cosas salen fácilmente, cuando siento que hay lo que se dice “la fábrica”. Eso lo evito.

EN EL ROUGÉS. Antonio Seguí con el periodista de LA GACETA en 1996. EN EL ROUGÉS. Antonio Seguí con el periodista de LA GACETA en 1996.

- ¿Cómo es vivir repartido entre dos mundos?

- Vengo muy seguido a la Argentina. Corté con el país en los años de los militares, en 1976. Yo estaba en Córdoba y ser artista era sinónimo de subversión; la pasé muy mal. Me fui. Al principio pensé que iba a ser muy duro y sin embargo, esa época que pensé que iba a conocer lo que era el exilio, no lo sentí porque no fui nostálgico de la Argentina que dejé en ese momento. Y me pasé nueve años trabajando; cuando hubo el cambio, volví. París es para mí un lugar de trabajo. Lo elegí primero porque estudié allí. Tuve la suerte de cuando era chico estudiar ahí. Y después porque soy de Córdoba. Y siempre digo que prefiero ser un latinoamericano en París que un cordobés en Buenos Aires. Lo asumo con todas las cargas emocionales y sociopolíticas que la frase pueda tener. Nunca he tenido problemas de raíces. Cuando estoy en Córdoba, pienso en París y viceversa, hay una especie de ida y vuelta que se da en forma tan natural. París es nuestra cultura, conocíamos más lo que pasaba en Francia que lo que ocurría en la Argentina. Por ejemplo, a Jorge Luis Borges lo he conocido en Francia.

- ¿Qué le atrajo del cómic?

- Más que la estética, me atrajo su escritura y lo que se podía aprovechar para poder pasar un mensaje: de un guiño de ojo a un grupo humano; hay mucho de lo cotidiano en los gráficos, una noticia que sale en un diario puede ser pretexto para elaborar un grabado o una litografía. En mi trabajo juega mucho la intuición; nunca hice un croquis para pintar un cuadro. Me cuesta empezar con la tela en blanco, generalmente la mancho como si fuera un cuadro abstracto y a partir de allí, a veces un pequeño accidente es el punto de partida de la pintura que voy a hacer que puede empezar de abajo para arriba o al revés. No tengo una metodología lógica.

MIRADA A LA SOCIEDAD. Una de las clásicas obras del artista cordobés. MIRADA A LA SOCIEDAD. Una de las clásicas obras del artista cordobés.

- ¿Qué ocurre cuando siente que no hay nada para decir?

- Muchas veces pasa eso y cuando sucede me las aguanto porque soy un profesional. Si no pinto, estoy mal. Creo mucho en lo que decía Henry Matisse que para hacer un buen cuadro hay que hacer muchos malos. En la vida de un pintor hay 10 cuadros y no hay 50. Pero me pasa, por ejemplo, entre serie y serie que no tengo muy claro lo que voy hacer, entonces hago el pastiche que puede ser una serie alrededor de los retratos de familia o de la naturaleza muerta que son una especie de ejercicios de estilo que sirven de estados latentes de espera para que la musa llegue, que aparece cuando uno está trabajando, no en la calle. En todo hay esa especie de un estado de gracia. Maradona a veces juega una maravilla y otras mal. Y es lo que se llama también el estado de alma.

 - ¿Hubo algún hecho en particular que lo impulsara a dedicarse al arte?

- No recuerdo ni cómo ni cuándo empecé, lo único que sé que lo hice siempre. Empecé desde chico y tuve dos o tres ayudas. Cuando estaba en la primaria, tenía un profesor de dibujo que había sido compañero de mi padre en el servicio militar. Un buen día mi padre me va a buscar a la escuela y le dijo: “a este hay que hacerlo estudiar porque dibuja todo el tiempo y veo que tiene dotes”. Eso le quedó a mi padre en la cabeza; en casa no había ni un cuadro, nada que ver, gente que estaba en la pequeña industria, el comercio, pero la cultura nunca la bebimos como fuente familiar. Y poco tiempo después, a los 14 años entré en la Escuela de Bellas Artes, otro profesor lo influyó a mi padre y a mi abuela que en esa época tenía medios, y al poco tiempo me mandaron estudiar a Europa. Es decir, tuve dos o tres manos que me ayudaron a empezar. A los 16 años, me fui a Europa.

- ¿Le llama la atención las videoinstalaciones?

- Es una escritura de la época. Creo que mucho de lo que pasa en las artes plásticas es reflejo de la crisis de la sociedad de fin de siglo. En estos últimos 15 años todo se ha movido de tal forma que no sé si tenemos aún derecho a creer en las utopías. Es un reflejo de lo que pasa en todos lados, es decir la incorporación de los medios masivos de comunicación en todas las actividades del hombre, la irrupción de lo que es el dinero en todo eso, los cambios semánticos de lo que era hace 15 años la traducción de la vanguardia. Hoy vanguardia es sinónimo de arte oficial. Y el rol preponderante de los conservadores de museos.

- ¿Se interesa por las nuevas expresiones que aparecen en el arte o está metido en su taller trabajando?

- Yo soy muy curioso, veo todo lo que pasa, inclusive no sé hasta qué punto puedo entender ciertas cosas, pero sí me doy cuenta de las que tienen interés y las que no. Hay dos o tres que dan la nota y luego hay 50 que vienen por atrás repitiendo o copiando y que a veces tienen un gran prestigio, pero que se quedan como se han quedado muchos de mi generación. Yo estuve siempre al margen de lo que es el medio plástico; a mí me gusta trabajar, tengo mis tres o cuatro amigos. Digo siempre que soy un neomarginal.

- Ahora se pinta con la computadora, ¿usted lo haría?

- Va a ser muy útil para ciertas cosas. Pero siempre tengo muchos prejuicios en donde el error humano no está presente. Pintar con la computadora, creo que no.

- ¿Un artista está obligado a ser original?

- Nadie es producto de la generación espontánea. De un lado u otro somos la acumulación de abuelos y de padres, por afinidades espirituales, aunque no trasunten en lo que uno hace, en definitiva, marcan la carrera de un artista. Yo sé quiénes fueron mis padres espirituales del comienzo: Rembrandt, Goya, Picasso, Matisse y ya con eso formamos una buena mesa. No se tiene que buscar ser original. Uno tiene que ser llegar a ser original a veces a pesar de uno mismo.

- ¿Cuál es el valor de ser auténtico en la creación artística?

- La autenticidad es una palabra que uso muy poco porque prefiero creer que todos son auténticos, es algo que no pongo en duda, pero en última instancia es la responsabilidad de cada uno. Sería pretencioso sentirme conforme con lo que he hecho. Eso es lo bueno que tenemos los artistas.

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