Cartas de lectores

¿Cómo se escribe?

¿Cómo se debe escribir y pronunciar el nombre del importante departamento político en nuestra provincia? ¿Burruyaco, Burruyacu o Burruyacú? Prácticamente todos los profesionales que escribieron la historia de nuestros antepasados, me refiero a los primitivos habitantes, coincidieron que se denominaba ese lugar con el vocablo “puhyuyaco” (que significaba ojo o pozo) y “yaco” (agua). Tiempo después los quichua fonéticamente reemplazaron la “o” por la “u”. La palabra hace alusión a la zona donde iban a beber agua las manadas de burros salvajes. Son numerosas las localidades en nuestro territorio provincial oficialmente denominadas de manera similar: Sauceyaco, Cachiyaco, Asnayaco, Suriyaco, Simbolyaco. Desde la escuela primaria aprendí que el nombre del departamento y su ciudad capital se llamaba “Burruyaco”, pero en el devenir de los tiempos, tanto en el habla como en la escritura pasó a llamarse Burruyacu. Hoy, en un programa televisivo de noticias local lo escriben “Burruyacú”, con el acento ortográfico en la última vocal. Para la Real Academia Española sigue llamándose “Burruyacu”, que significa aguada de los burros. Humildemente, solicito la respuesta.

Ángel Ricardo Salguero

Museo muy descuidado

El pasado domingo tuve la oportunidad de visitar el Museo Sanmartiniano de nuestra provincia, ubicado en la localidad de La Ramada de Abajo, departamento Burruyacu. Sabía que no iba a poder ingresar a la casona que alberga el museo en sí, pero que se podía entrar al predio y contemplar el famoso algarrobo a cuya sombra, dice la historia, en 1814 el general José de San Martín ideó el “Plan Continental” para llegar al Alto Perú, centro del poder español, previo paso por Chile, y para ello debía realizar el Cruce de Los Andes. Con lo que no contaba era el deplorable estado en que se encuentra la propiedad. 

Para empezar, no cuenta con un cartel o señalización que indique la entrada al terreno: tan sólo un pequeño letrero a orillas de la ruta advierte que a cierta distancia se encuentra el museo. Llegado a dicho punto y pasada la estructura de cemento que hace las veces de entrada, el panorama con que el visitante se encuentra es verdaderamente decepcionante: pastos altos, contrapisos rotos, las paredes externas del museo reclaman a gritos una mano de pintura y el techo de la pequeña galería interna se cae a pedazos. Todo ello sin mencionar que en ninguno de los dos mástiles flamea bandera alguna y el histórico algarrobo no tiene ni un pequeño cartel que lo identifique, por lo cual el visitante que desconozca la historia nunca sabrá que allí descansó uno de nuestros máximos próceres nacionales. Todo lo expuesto anteriormente refleja el penoso estado de abandono en que se encuentra uno de los sitios con mayor carga histórica de Tucumán. Cabe recordar que el museo fue declarado Lugar Histórico por la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, como así también Patrimonio Cultural de la Provincia, razón por la cual debe contar con una partida destinada a su mantenimiento, que a simple vista no se está llevando a cabo. Urge que las instituciones pertinentes pongan manos a la obra y acondicionen el lugar para posteriormente darlo a conocer como corresponde al turista. Como merece la memoria del General.

Matías Emmanuel Fortes

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