RECUERDOS. El billete tuvo el rostro de Julio Argentino Roca, de Eva Perón y del ciervo taruca.
En enero de 1992 comenzaron a llegar los primeros. En febrero de ese mismo año, su uso ya estaba masificado en la provincia. Han pasado 30 años de la aparición de los billetes de $ 100. En tiempo de la convertibilidad (cuando $ 1 equivalía a U$S 1) eran nada menos que U$S 100. Muchas, muchísimas cosas quedaron en el medio. Hoy los $ 100 no son nada y los U$S 100 son nada menos que $ 21.700, según la cotización del “blue”.
“Y en esos días tener uno de $ 100 era grosso. Si nadie cobraba más de $ 300 por mes”, resumió Juan Carlos Medina. “Eran otros tiempos. Ahora la plata no vale nada”, añadió el comerciante. “Los líos que teníamos para dar el vuelto. Por ejemplo, un paquete de cigarrillos costaba menos de $ 2 y te caían con uno de esos. Te querías volver loco”, recordó.
La gran paridad
Históricamente se puede decir que en el decreto de octubre de 1991, rubricado por el presidente Carlos Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, se establecía un nuevo cambio de moneda. Con nombre y todo. En el documento se establecía que a partir del 1 de enero de 1992, 10.000 australes equivaldrían a $ 1 y un peso era un dólar. Esa fue una de las sorpresas que se llevaron los argentinos, acostumbrados a luchar contra la devaluación de la moneda.
“Me acuerdo de que en esos tiempos, los changos de la empresa cobrábamos por ventanilla, no había cajeros. Siempre iba uno primero y se ponía a buscar dónde se podía comprar dólares más baratos. Después, durante los días siguientes, cuando iba aumentando la moneda norteamericana, los vendíamos y nos hacíamos unos dinerillos extra”, contó el jubilado Marcos Beltrán. “Eran otros tiempos. Ni eso podemos hacer ahora”, lanzó después de reírse a carcajadas.
Claras diferencias
En el año que debutó, con ese billete se podrían comprar 33 kilos de carne para hacer asado; hoy con ese monto es posible que alcance para comprar 100 gramos. Y sigamos: en 1992 se podían tomar más de 150 cafés en cualquier bar céntrico. Ahora no alcanza ni para uno de esas máquinas que se encuentran en lugares públicos. Con $ 100 se podían cargar varios tanques de nafta de los vehículos. Actualmente, no alcanza ni para un litro, después del último aumento. Y la fantasía de que los $ 100 equivalían a U$S 100 también se hizo trizas con la realidad. Actualmente, los $ 100, con suerte y dependiendo de la volatilidad de los mercados, alcanza para U$S 0,50 centavos.
En los almacenes y despensas del barrio, todo salía menos de un peso. La yerba, el azúcar, la verdura y cualquier otro producto básico que necesitaban la dama y el caballero para alimentarse. “Después de haber vivido la hiperinflación, eso era el Paraíso. Me acuerdo que mi padre no dormía de noche. Cerraba la despensa y se ponía a remarcar porque los proveedores le habían avisado que las cosas que había comprado ese día, aumentarían nuevamente”, contó Julio Estévez, que continúa con el negocio familiar en Tafí Viejo.
“Y es una prueba más de las cosas que suceden en este país. En esos años, uno podía comprar algo y tenía la tranquilidad de que podría terminar de pagarlo sin sobresaltos. Los economistas dirán que vivíamos literalmente una fantasía, pero no era así. Sabía perfectamente qué era lo que podía gastar. Ahora no”, opinó Marina Juárez, ama de casa. “Mi esposo, que ya falleció, era camionero. En esos tiempos, reventándose el lomo, hizo una buena diferencia y pudimos construir nuestra casa y lograr que nuestros hijos sean profesionales. Pero el pobre se murió renegando porque la jubilación no le alcanzaba para nada y no aceptaba la ayuda de nuestros hijos”, agregó con lágrimas en los ojos.
Julio Salto escuchó con atención a su madre, y después de que terminara de hablar, opinó él. “Mamá, vos decís eso porque habías vivido tiempos llenos de sobresaltos. Pero como siempre pasa en este país, los gobernantes hacen creer que vamos bien, pero en realidad, vamos bien pero para tocar fondo. Los yanquis hacen décadas que tienen los billetes de 100 y nunca los cambiaron. Eso es porque hacen bien las cosas”, sentenció.
Cambios y poder
La vida de los tucumanos cambió con las crisis económicas, las devaluaciones y los problemas institucionales. Lo mismo sucedió con el billete de $ 100. El original tenía el rostro del presidente Julio Argentino Roca. Después pasó a lucir el rostro de Eva Duarte de Perón y el último diseño tiene la imagen del taruca, un ciervo de nuestra región que está en peligro de extinción. Ese animal, que casi no se ve en los ambientes naturales, le dio el nombre a la localidad de Taruca Pampa, que en las últimas horas sufrió por las inclemencias climáticas.
“Era un lujo y más aún cuando nos empapelaron con los bonos. Ya muchos se olvidaron lo que había que transpirar para tener uno de esos cuando había bocades y patacones. Esos tiempos eran una desgracia. Todo el mundo te cobraba el desagio. Llorábamos para cargar nafta, pagar algunos servicios y comprar puchos”, recordó Juan García, jubilado. Su primo, Ernesto Saavedra, agregó: “era empleado público nacional y cobraba en efectivo. En un primer momento iba a cuevas y lo cambiaba por bonos que le entregaba a mi esposa para que hiciera las compras en el barrio. Pero después, por la necesidad de los parientes, se los terminaba canjeando a ellos para que pudieran vivir”.
El más fuerte
El papel moneda de $ 100 durante mucho tiempo fue el más fuerte del país. Durante más de una década fue el de mayor nominación. Pero sus hermanos de $ 200, $ 500 y $ 1.000 lo sacaron del podio. Obviamente que en esa pérdida de terreno hay otra realidad: la devaluación de la moneda. Y los expertos señalan que no se imprimen billetes de mayor denominación porque será una prueba de que el valor de la moneda sigue cayendo.
“Me acuerdo que era estudiante universitario. Para salir, de vez en cuando, mi papá me daba $ 100. Era una locura. Le ponía nafta al auto, invitaba a bailar a una chica, salíamos toda la noche y después desayunábamos. Ahora ese billete le doy a mi hijo adolescente para que meriende y se queda con hambre”, finalizó el ingeniero Hugo Palavecino.







