¡Que no nos venza el odio! Una mirada sociocultural del amor humano y Cristiano

30 Enero 2022

Siguiendo a S Juan Pablo II profundicemos su pensamiento a la luz de la carta de San Pablo de este domingo. “...Esta gran verdad sobre el amor, mediante la cual llevamos en nosotros la verdadera levadura de la vida eterna en la unión con Dios, debemos asociarla profundamente a la segunda verdad de la liturgia de hoy: el amor se adquiere en la fatiga espiritual. El amor crece en nosotros y se desarrolla también entre las contradicciones, entre las resistencias que se le oponen desde el interior de cada uno de nosotros, y a la vez “desde fuera”, esto es, entre las múltiples fuerzas que le son extrañas e incluso hostiles.

Por esto San Pablo escribe que “la caridad es paciente”. ¿Acaso no encuentra en nosotros muy frecuentemente la resistencia de nuestra impaciencia, e incluso simplemente de la inadvertencia? Para amar es necesario saber “ver” al “otro”, es necesario saber “tenerle en cuenta”. A veces es necesario “soportarlo”. Si sólo nos vemos a nosotros mismos, y el “otro” “no existe” para nosotros, estamos lejos de la lección del amor que Cristo nos ha dado.

“La caridad es benigna”, leemos a continuación: no sólo sabe “ver” al “otro”, sino que se abre a él, lo busca, va a su encuentro. El amor se da con generosidad y precisamente esto quiere decir: “es benigno” (a ejemplo del amor de Dios mismo, que se expresa en la gracia). Y cuán frecuentemente, sin embargo, nos cerramos en el caparazón de nuestro “yo”, no sabemos, no queremos, no tratamos de abrirnos al “otro”, de darle algo de nuestro propio “yo”, sobrepasando los límites de nuestro egocentrismo o quizá del egoísmo, y esforzándonos para convertirnos en hombre, mujer, “para los demás”, a ejemplo de Cristo.

Y así también, después, volviendo a leer la lección de San Pablo sobre el amor y meditando el significado de cada una de las palabras de las que se ha servido el Apóstol para describir las características de este amor, tocamos los puntos más importantes de nuestra vida y de nuestra convivencia con los otros.

Tocamos no sólo los problemas familiares o personales, es decir, los que tienen importancia en nuestro pequeño círculo de relaciones interpersonales, sino que tocamos también los problemas sociales de actualidad primaria.

Egoísmo. Odio en el mundo ¿Acaso no constituyen ya los tiempos en que vivimos una lección peligrosa de lo que puede llegar a ser la sociedad y la humanidad, cuando la verdad evangélica sobre el amor se la considera superada?, ¿cuando se la margina del modo de ver el mundo y la vida, de la ideología?, ¿cuando se la excluye de la educación, de los medios de comunicación social, de la cultura, de la política?

Los tiempos en que vivimos, ¿no se han convertido ya en una lección suficientemente amenazadora de lo que prepara ese programa social?

Y esta lección, ¿no podrá resultar más amenazadora todavía con el pasar el tiempo?

A este propósito, ¿no son ya bastante elocuentes los actos de terrorismo que se repiten continuamente, y la creciente tensión bélica del mundo? Cada uno de los hombres -y toda la humanidad- vive “entre” el amor y el odio. Si no acepta el amor, el odio encontrará fácilmente acceso a su corazón y comenzará a invadirlo cada vez más, trayendo frutos siempre más venenosos.

De la lección paulina que acabamos de escuchar es necesario deducir lógicamente que el amor es exigente. Exige de nosotros el esfuerzo, exige un programa de trabajo sobre nosotros mismos, así como, en la dimensión social, exige una educación adecuada, y programas aptos de vida cívica e internacional.

El amor es exigente. Es difícil. Es atrayente, ciertamente, pero también es difícil. Y por eso encuentra resistencia en el hombre. Y esta resistencia aumenta cuando desde fuera actúan también programas en los que está presente el principio del odio y de la violencia destructora.

Cristo, cuya misión mesiánica, encuentra desde el primer momento la contradicción de los propios paisanos en Nazaret, vuelve a afirmar la veracidad de las palabras que pronunció sobre Él el anciano Simeón el día de la Presentación en el templo: “Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para signo de contradicción” (Lc. 2,34).

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