Santiago Kovadloff: “La gente siente una profunda decepción cívica con la política”

Santiago Kovadloff: “La gente siente una profunda decepción cívica con la política”

El filósofo y ensayista se mostró muy crítico con la actual gestión de Gobierno y bregó por un mayor reconocimiento a la educación.

Santiago Kovadloff: “La gente siente una profunda decepción cívica con la política”

¿Con qué sensaciones termina usted 2021?

Dejando a un lado las satisfacciones personales derivadas de la posibilidad de haber podido sostener mi trabajo docente, mi contacto con mis alumnos, de haber podido continuar a través de conferencias por vía electrónica mi actividad en el campo del pensamiento, dejando de lado esas satisfacciones, le diría que como ciudadano termino el año con una expectativa muy considerable por que creo que se ha producido un leve cambio cualitativo en el escenario político en el país a raíz del triunfo de la oposición en las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Esa expectativa a la que yo le doy un gran valor tiene que ver con la posibilidad de hacer caber en el repertorio de conceptos previamente disponibles una imagen de la realidad que parecía llamada a ser inamovible. Después de los indicios arrojados el 13 de septiembre las elecciones de medio termino evidenciaron que la oposición había alcanzado un logro muy importante que es mantener la unidad sobre la dispersión. 

Esta posibilidad tras haber alcanzado mantener esa unidad de los que conforman Juntos, haber respaldado ese concepto, haber estado Juntos realmente, me parece a mi que puso también de manifiesto la dificultades que el oficialismo enfrenta no solo desde el punto de vista de la credibilidad social que en esa misma votación perdió cinco millones de adherentes, sino las dificultades que tiene para mantener unidos su propio frente interno, teniendo en cuenta la hegemonía intransigente de la vicepresidenta en la conducción de su fuerza política, lo que fatalmente genera disidencias, intransigencias que arrastraron al oficialismo a ensanchar el campo de su derrota. 

Quiere decir que a las derrotas epidemiológicas, que se derivaron de su concepción de la práctica clínica que debía llevarse a cabo en el país, a los errores y desaciertos económicos que contribuyeron a seguir ensanchando el campo de la pobreza, a la inseguridad que también había ampliado su propia vigencia, a su protagonismo se sumaría una derrota legislativa que más allá del hecho de que la vicepresidenta hubiera logrado cerrar por el momento algunas de las causas personales que más la agobiaban, evidenciaron en los resultados del 14 de noviembre que hay una mayoría del país que no esta dispuesta a seguir asociando el poder político al modo o al estilo de práctica que ha llevado a cabo el gobierno en estos dos años iniciales de su gestión.

¿Qué tanto mal nos hizo la pandemia?

Evidentemente un mal diagnóstico siempre contribuye a acentuar la gravedad de la enfermedad. El Gobierno diagnosticó mal los procedimientos sociales que debían adoptarse para poder enfrentar con eficacia psicológica y con responsabilidad social este desafío brutal que significa aún hoy el covid 19. Entonces afectó el equilibrio psíquico de la población al privarla de trabajo y de educación y la afectó además porque concibió la reclusión como encierro y no como una actitud preventiva reconciliable con las conductas personales y sociales que afianzan la identidad de un individuo en una comunidad como son, según digo, el trabajo, la educación, la posibilidad del intercambio social. La reacción inicial de la ciudadanía fue de apoyo ante un enemigo desconocido, por lo tanto el presidente alcanzó allí una repercusión favorable, pero cuando ese enemigo desconocido comienza a convertirse en un enemigo negociado, es decir por las medidas sanitarias que debe ser adoptadas, rápidamente ceden el primer plano a privilegiados que se vacunan sin tener derechos social a hacerlo o se negocia una vacuna en lugar de otra para privilegiar intereses espurios que nada tienen que ver con las respuestas impuestas por la salud. Y la desmoralización social es enorme.

¿Por qué tenemos una sociedad tan agrietada?

Es una práctica que tenemos desde siempre en realidad. Argentina, a diferencia de países como Uruguay o Chile, no generó nunca acuerdos sociales, intersectoriales, que convergieran en el interés primordial de la Nación. Siempre, aún durante la guerra de la emancipación, en el siglo XIX, las fragmentaciones predominaron sobre el proyecto general. No podemos olvidar que Argentina fue posiblemente el único país latinoamericano que durante las luchas de la Independencia desarrolló prácticamente al unísono la guerra contra España y las guerras civiles entre caudillos provinciales. Esto sería una fragmentación que se pone de manifiesto en primer término en el carácter muy frágil de las constituciones nacionales elaboradas en el país, sobre todo a partir de 1826, sino que aun cuando a mediados del siglo XIX se alcanza una constitución como la que prologó Alberdi con sus Bases su puesta en práctica en la mayor parte de las provincias no fue posible porque en ellas se predican como necesidad que en la práctica política de las provincias resultaba un obstáculo para mantener la vigencia de los caudillismos sobre el federalismo y el centralismo de Buenos Aires por otra parte contribuyó también de una manera nefasta a que ese federalismo no pudiera existir. Urquiza y Bartolomé Mitre llegan a un acuerdo de pacificación en Pavón por cansancio más que por convicción. Comprenden que la guerra que están desarrollando solo sostendrá la beligerancia en la que estaban sumergidos y era necesario encontrar otro camino. Finalmente ese camino se logra, digamos entre 1860 y 1920. 

La Argentina conoce medio siglo de desarrollo programático realmente consecuente con políticas de Estado que mantienen su coherencia de gobierno a gobierno, que no decae como ideales de las diferentes formas de gobernar el país que hubo en ese período, pero finalmente ese período extraordinario que llevó al país a la vanguardia del mundo desarrollado de la época terminó cediendo nuevamente a la fragmentación, a la decadencia de los ideales compartidos, que son sinónimo de Nación, en favor de los fragmentarios que son sinónimos de un caudillismo del cual el populismo se deriva y que hicieron que a partir del segundo gobierno de Yrigoyen se gestara más y más la idea de volver a romper el orden constitucional. De modo que cómo hacemos los argentinos para vivir en medio de la fragmentación, adhiriendo con resignación pero también con convicción y fanatismo a los liderazgos sectoriales, privilegiando intereses que provienen no solo del campo sindical o del campo del ejercicio profesional y perverso de la política sino también de un empresariado poco consecuente con el desarrollo que el país estaba pidiendo por parte de ellos y una tentativa frustrada por parte de los gobiernos conservadores que hasta 1920 concentraban de alguna manera el poder que hicieron que el campo, que hoy es expresión de vanguardia y reconciliación entre tradición y vanguardia, era en aquel momento la expresión de una mentalidad poco propensa a reconocer desafíos del porvenir. Hemos vivido fragmentados, incluso entre el individuo y la sociedad. Argentina alcanza proyección mundial con premios Nobel que no tiene ningún otro país de América Latina, con figuras destacadas en el campo de la música, en el campo de la literatura, en el campo de la filosofía y sin embargo no logramos hacia adentro del país que esa cosmovisión se traduzca en un nivel cultural importante, sino todo lo contrario ya que estamos en una creciente decadencia de la cultura y de la educación. 

Pasamos de ser una Nación que en el plano editorial venían todas las casas a editar en Argentina a ser hoy una sociedad que sigue editando muchos libros pero que ha bajado enormemente el nivel cultural de sus lectores. Argentina sigue teniendo un gran interés por la edición de libros de autoayuda o de un ensayismo orientado más a la coyuntura que a la estructura de los problemas fundamentales del país.

¿Le preocupa el nivel de la educación?

Este es el centro medular del dilema del desarrollo argentino, porque para mi la educación no es el repertorio de conocimientos especializados que puedan brindársele a un individuo o a un conjunto de individuos en un campo especializado. No, para mí la educación es ante todo Educación Cívica, es decir la posibilidad de inscribir la capacitación especializada en el marco de una sensibilidad republicana, que permita que cada individuo además de tener idoneidad en su terreno propio comprenda al servicio de qué concepto de Nación está trabajando. Y esto es lo que se ha perdido en la Argentina de la educación creada por Sarmiento y alentada por Avellaneda porque posteriormente la sostuvieron de manera tan extraordinaria como para que alcancemos en la educación pública los niveles que alcanzamos. Entonces, ¿hoy qué tenemos? Hoy, la labor perversa que ejerce la ideologización de la enseñanza tratando de generar un igualitarismo que poco tiene que ver con la equidad. Una cosa es nivelar hacia abajo y otra es nivelar hacia arriba. Una cosa es tratar de que los alumnos se igualen en ineptitud y en sujeción ideológica y una cosa muy distinta u otra cosa es tratar de que la calidad de la formación que debe ser la misma para todos permita reconocer las habilidades personales e individuales que ayuden a jerarquizar el esfuerzo, el empeño, a entender que es necesario conciliar lo mucho que se puede saber personalmente con lo indispensable que es aprender a pensarse como ciudadanos. 

Esta es la tarea primordial que yo espero que a partir del 2023 si la oposición ganara las elecciones presidenciales pueda empezar a llevarse a cabo nuevamente en la Argentina. No se trata de un desafío inédito. Se trata de retomar el desafío que en el siglo XIX enfrentó Sarmiento, que volvamos a aquellos ideales de la escuela pública y de la capacitación media y universitaria que hicieron de Argentina un país perfectamente dotado para encarar una democracia durante largos tiempos.

Se repite mucho que el peronismo es el padre de todos los males en Argentina. ¿Es tan así?

Hay un cierto facilismo en presumir de que el peronismo es la madre de todos los males. La contribución que el peronismo ha hecho a la degradación de la democracia es enorme, pero también ha hecho contribuciones y también exige que se piense su origen asociado a las necesidades que durante el primer gobierno de Perón también fueron satisfechas y que responden a demandas sociales importantes. Esto no se lo dice un peronista, todo lo contrario. Pero me parece que cuando uno es esquemático en su pensamiento y encuentra a un culpable de todos los males que afectan a un país incurre en una irresponsabilidad autocrítica enorme. Tenemos que empezar por preguntarnos qué es lo que hizo que Perón encontrara el apoyo social que encontró y que lo llevó a asumir su primera presidencia. ¿Qué es lo que hizo esto posible? 

Perón advirtió qué era lo que estaba descuidado en la sociedad argentina por parte de quienes habían ejercido el poder político en ese momento. Y lo que estaba descuidado era precisamente la posibilidad de abrirle un porvenir a los sectores que él llamó, con el término adecuado, trabajadores. Esto Perón lo entendió, y allí buscó como los radicales buscaron en su momento el apoyo de la clase media derivada de la inmigración, así encontró Perón en esa clase trabajadora desguarnecida en términos de derechos por una concepción laboral que seguía siendo profundamente reaccionaria la posibilidad de convertirse en un líder político que los primeros momentos de su gobierno inicial ayudó enormemente al auto reconocimiento de los derechos de un sector social fundamental. La creación del sindicalismo argentino por un lado está asociada a perversiones más que evidentes y cada vez se han ido agravando más, pero al mismo tiempo respondió a una necesidad real. Era indispensable que los derechos de los trabajadores estuvieran asegurados. Entonces, si partimos de la idea de que el peronismo es sinónimo irreductible del mal no entendemos qué condiciones favorecieron el auge del peronismo, qué requerimientos fue los que satisfizo Perón en un primer momento de su gobierno y sólo podemos concentrarnos entonces maniqueamente en un procedimiento que es característico del kirchnerismo actual, que es polarizarse con el adversario para llamarle enemigo y adjudicarle la producción de todos los males que padece el país, con lo cual se auto sacrifica, se autoexcluye del pensamiento crítico, y establece una intransigencia que impide la generación de consensos, del desarrollo de responsabilidades como las que Esteban Bullrich dijo en su último discurso cuando dijo “todos hemos sido sordos”. Insisto, no desconozco la responsabilidad del peronismo ni la olvidaré jamás mientras viva, pero me parece más interesante incluir la palabra nosotros donde solemos decir él o ellos.

¿Qué rol le asigna a la oposición en el país?

Los errores que cometió Mauricio Macri saltan a la luz en forma de un enorme sufrimiento social generado por el aumento de la pobreza. Macri no pudo impedir aquello que dijo que sería la meta de su gobierno. El dijo quiero que me juzguen cuando termine mi gestión por haber contribuido a reducir la pobreza y no lo pudo hacer. Las causas de eso responden a cegueras propias del partido gobernante y también a circunstancias desfavorables que contribuyeron a que el descontrol económico financiero del país preponderara y generara la desesperación que culminó en su derrota. Pero  de todas maneras la contribución que hizo el gobierno del PRO al afianzamiento de algunos de los ideales republicanos fue enorme y que esos valores que tienen que ver con la libertad y con la división de poderes, con la posibilidad de ceder la palabra y no monopolizarla, a esos valores es preciso añadirle el reconocimiento crítico que él ha hecho en su libro y en  manifestaciones públicas, el reconocimiento de que no supo entender diagnosticamente hablando, las necesidades prioritarias de un enorme sector social que hoy está integrado por más de un 40% de pobres en el país. Ahora bien, ¿cuáles son los deberes primordiales de la oposición? Deben aprender a reconciliar la equidad social con el desarrollo en todos aquellos puntos republicanos a los que me refería. Mientras la Argentina esté agrietada en el orden de los derechos al trabajo, a una vida sanitariamente más justa, a la posibilidad de que la educación alcance niveles de desarrollo público imprescindibles para formar ciudadanía no podemos seguir hablando de libertad por oposición a opresión. El cultivo unilateral de valores republicanos que no redunden en el orden sanitario, económico, laboral y educativo en todo lo que tiene que redundar fatalmente van a terminar favoreciendo los autoritarismos como ocurrió en las elecciones del año 19. Ahora bien, entre los líderes actuales de Juntos lo que uno advierte no es la irrupción de una figura estelar, pero sí puede decirse que hay dirigentes que han demostrado aptitud para el ejercicio para las formas más altas de responsabilidad gubernamental en el país. Lo que lograron los radicales en provincias como Mendoza o Jujuy alcanzaron a demostrar una capacidad de enfrentar al autoritarismo y a la pobreza y a la desocupación con gobiernos muy interesantes. Lo mismo ocurrió en la Capital Federal con Horacio Rodríguez Larreta, y ni qué decir de una ministra de Seguridad como Patricia Bullrich que para mí llevó a cabo una gestión de una integridad y de una capacidad de enfrentar la adversidad con coraje y eficacias verdaderamente notables y que recientemente ha demostrado haber sido una de las figuras capitales para el triunfo de la oposición en las elecciones legislativas al lograr mediante una incansable labor en el interior del país la posibilidad de que en el campo senatorial la oposición ganara la mayoría y le arrebatara al peronismo por primera vez en mucho tiempo si no es en la historia entera la mayoría senatorial. En esas figuras del radicalismo, del PRO y también figuras que hicieron una labor extraordinaria de enfrentamiento con la corrupción kirchnerista como las que lidera Elisa Carrió.

¿No cree que el hecho de tener tantas cabezas visibles en Juntos por el Cambio puede ser un problema a la hora de elegir una figura para 2023?

Oficialismo y oposición tienen problemas de definición de liderazgos inversos. El oficialismo tiene el problema de que el poder está monopolizado por una figura hegemónica que ha convertido al presidente de la República en subsidiaria en el ejercicio auténtico del poder que es Cristina Fernández de Kirchner. Es difícil pensar que ella pueda negociar su liderazgo con eventuales sucesores que no sean sus propios familiares lo que haría que el gobierno dejara de ser autocrático y fuera simplemente nepotista. En la oposición el problema es inverso. Tal vez no sea el momento de hablar de liderazgos o de candidaturas presidenciales porque las urgencias en el país piden una fuerte atención operativa que ya empezó a manifestarse tanto con fuerza como con relativa eficacia en el campo legislativo, en el que también se han cometido errores, pero sí creo que es necesario advertir que son los propios candidatos que empiezan a evidenciar pugnas internas que comprometen la unidad de la oposición justamente llevado por el intento de generar protagonismo personales. Ahora, me parece que lo que Juntos debe ante todo demostrarle al país es que ha comprendido no la necesidad que el país tiene de un líder, sino de un programa de gobierno que permita estar representados por un líder, sea este el que fuere. Es preciso entender esto porque la gente está pidiendo una respuesta al sufrimiento y al padecimiento derivado de la inexistencia de una cotidianeidad previsible, que pueda ser programáticamente ordenada para alcanzar las formas de desarrollo indispensable. Si después aparece un líder que sea a través de una elección interna el que lleve adelante este proceso, bueno, tendremos entonces si un representante, pero fundamentalmente hoy lo que necesitamos ver es un programa de trabajo que tenga carácter diagnóstico y con un pronóstico para salir de la situación en la que el país está a través de lo que es gobiernos sucesivos que respeten políticas de Estado compartidas. Esto requiere que entendemos bien qué es el Centro. Argentina en las elecciones ha demostrado predilección por el Centro, por los partidos que de alguna manera se mueven por lo menos formalmente dentro del espectro constitucional que privilegia a los partidos o a las coaliciones centristas. Pero ¿qué es el centro? Es el repertorio de valores republicanos y constitucionales que permiten entender en términos programáticos que el poder político debe estar sujeto a la ley. Y no la ley sujeta al poder político. Esto es el centro republicano, que debe tener una derecha y una izquierda que se complementen alternativamente en la propuesta de modalidades de ejercicio de esos valores del centro. En un caso apoyando determinados aspectos institucionales, en otro promoviendo transformaciones mediante el implemento de la acción legislativa que vaya ensanchando el campo de la equidad social. Entonces centro derecha y centro izquierda son indispensables. No podemos pretender que Argentina incurra en el error de deslizarse hacia un extremismo populista como el que se derivaría del éxito eventual que podría obtener el gobierno actual en las elecciones del 2023. Por ese motivo me parece a mi que es muy importante que el discurso de los líderes de la oposición traduzca la comprensión que todo ellos han alcanzado de esas necesidades prioritarias de Argentina, pero que puedan avalar con sus conductas, con el modo que han demostrado idoneidad para ejercer el poder la posibilidad de llevar a cabo estos cambios.. Las políticas económicas no pueden dejar de ser políticas serias, consistentes y que el dolor que el país deba enfrentar afecte primordialmente a ideas convencionales y populistas y no necesariamente a la gente que tiene derechos a una vida que no sea dependiente del prebendarismo estatal.

¿No cree que la gente está cansada de que la política no resuelva sus problemas más allá de quien está en el Gobierno?

La gente está harta del fracaso que la política ha evidenciado para resolver los problemas pendientes que impiden el desarrollo integral del país. Hay una profunda decepción cívica con la política, pero al mismo tiempo hay una comprensión muy profunda de que las consignas del año 2001 de que se vayan todos sólo favorecen a la anarquía del país, por lo tanto por un lado la política ha cansado, fatigado y decepcionado a la ciudadanía, pero por otra parte esa misma ciudadanía ha evidenciado por ejemplo en el resultado de las elecciones del año 19 cuando la oposición concentra un 40% aún perdiendo, ha evidenciado que la necesidad de la política tiene que encontrar un cauce y que sin organización política no podemos vivir. Ahora, esto significa que la ciudadanía ha capitalizado el sufrimiento que le ha ocasionado la política y ha convertido su decepción con las dirigencias en demandas y en exigencias. Los banderazos han evidenciado que la ciudadanía, además de cansada, ha cambiado el repertorio de las expresiones de su fatiga por un repertorio de demandas y exigencias a la política, en el campo de la ley, de lo que significa la primacía de la ley sobre los intereses sectoriales. Todas las consignas que preponderaron en los banderazos del año 21 pusieron de manifiesto que había una ciudadanía consciente de lo que era prioritario hacer en la república. Ahora esto se ha transformado en una exigencia a la oposición y eso debe ser constante. La ciudadanía tiene que seguir manifestándose a través de reclamos permanentes a quienes se dicen llamados a representar la comprensión de lo que es necesario en la Argentina. Si no son populistas, demuestran que el republicanismo y la eficacia son capaces de devolver a la dirigencia política su verdadero sentido, que es el de la representación de sus investiduras. El camino es la lucha, es la insistencia cívica en los valores de la República. Al cansancio que se ha sembrado mediante la mala política hay que oponerle la lucidez crítica de una sociedad que sabe que no tiene porvenir fuera de la política.

¿La gente está preocupada por los valores en Argentina? ¿Es un tema central?

Estamos en una época de fuerte transición marcada en parte por el auge de nuevas modalidades laborales como las que introduce la tecnología digital y esto abre entre las generaciones de padres e hijos escenarios de valores distintos, que se traducen en términos de innovación en el hecho de que hoy los padres tienen mucho que aprender de sus hijos en el plano tecnológico. Pero eso no significa que los hijos no tengan mucho que aprender de los padres. Pero, ¿estos padres quiénes son? Mayormente la generación de los abuelos o de los que empezamos a ser abuelos está integrada por gente que proviene de una generación que mayoritariamente al menos desde el punto de vista de lo que significó la década del 70 y los años de la dictadura militar, mucha gente optó por soluciones donde la violencia estaba en el centro de los recursos redencionales del país. A esa generación le siguió la de nuestros hijos, que empezó con el radicalismo, pero en los años 90 volvió a vivir la crisis del sistema político. Aquellas esperanzas extraordinarias centradas por un liderazgo de un auténtico estadista en tantos aspectos como lo fue Raúl Alfonsín, en los años 90 se empezaron a evidenciar disfuncionalidades enormes que culminan en la crisis del 2001 y las generaciones de abuelos y padres advierten hasta cierto punto que a sus hijos sólo les pueden abrir oportunidades para que se aparten de la política. Oportunidades no voluntarias, a veces no queridas pero que los hijos que nacen a fines de los 90 y principios del siglo XXI más bien parece preocupada por su desarrollo laboral, mucho más que por una conciencia cívica acabada, que valore, que respalde esos valores del centro de los que yo hablaba. Es preciso que quienes están a cargo del poder político, vuelvan a infundir a la educación cívica el papel que permita complementar lo que podríamos llamar el pragmatismo operativo al que habilita la tecnología de punta con el desarrollo de esa conciencia cívica indispensable y que permite inscribir la eficacia en el campo de la ética. Ética y eficacia deben volver a reconciliarse y esa es la tarea primordial de la educación. Eso sería recrear valores indispensables que permitan que no solo quienes están en el país, los que decidieron quedarse, puedan tener un porvenir, sino que además que quienes se hayan ido o se están yendo en algún momento puedan considerar la posibilidad de volver.

¿Usted en algún momento pensó en irse?

Yo no. Jamás. Soy de los que volvieron. Ayer cumplí 59 años de mi regreso a la Argentina después de haber vivido un largo tiempo en Brasil. Ya soy un hombre de muchos años, tengo 79 y por lo tanto para mi el provenir siempre estuvo asociado desde que regresé a la Argentina a la recuperación de dos valores: el idioma español, que es mi herramienta de trabajo como escritor y al mismo tiempo el valor de otra herramienta fundamental que es la identidad cívico-republicana y democrática por la que he trabajado y sigo trabajando con verdadera pasión. No tengo sentido lejos de aquí.

¿Qué está leyendo ahora? ¿A quién deberíamos leer en estos tiempos?

Les diría que hay un autor francés que es insoslayable en el abordaje de todo lo que estamos hablando que es Edgar Morin, acaba de cumplir 100 años y que ha escrito un libro decisivo para todos nosotros que se llama “Para salir del siglo XX”. Es una obra fundamental. Creo que es decisivo también volver a Ortega y Gasset, a “La rebelión de las masas” y a su “Meditación de la técnica”, dos libros fundamentales de ese gran pensador español ya ahora por fin revalorizado en España y fuera de España que me parece muy importante. Entre los autores argentinos que han llevado adelante una tarea autocrítica sobre el pensamiento autoritario recomendaría la lectura de un gran ensayista, no muy conocido pero digno de ser mejor conocido que es Jorge Sigal, periodista, ensayista notable, escribió un libro que se llama “El día que maté a mi padre” que cuenta su historia de militancia en el partido comunista y su decepción con los totalitarismos. Esto además de lecturas que me parecen tradicionalmente decisivas como la ensayista política de Juan Bautista Alberdi. No es un autor del siglo XIX, es un autor del siglo XXII. Nosotros somos del siglo XIX. Un producto típico de lo que fue la cultura, la universidad tucumana, que nos nutrió a todos. Fue capaz de albergar en la primera mitad del siglo XX a figuras fundamentales incluso de la cultura extranjera, italianos notables que llegaron al país huyendo del fascismo, a extranjeros y autores nacionales de enorme envergadura. Eso para hablar de algunos autores, pero hay páginas memorables tanto en la literatura argentina del siglo XIX. Facundo es un libro imprescindible ya que da que pensar. Pensar es una actividad infrecuente que es preciso difundir-

¿Qué rol le asigna hoy al periodismo?

Decisivo. Por dos razones fundamentales: por su propia transformación, el periodismo crítico ha ido incorporando cada vez más la literatura de ideas. La opinión, el pensamiento y la reflexión y no solo la difusión de información. Me parece imprescindible entender el papel que hoy tienen las ideas en el periodismo argentino y eso puede advertirse en el periodismo oral que llevan adelante tantos periodistas. Es una herramienta del civismo que desde el retorno de la democracia en el año 83 ha ido ganando más y más importancia cultural. Hoy tenemos columnistas notables en el país. En el caso de Tucumán no puedo dejar de decir que no sólo sigue introduciendo figuras relevantes, como en el campo de lo que es periodismo cultural. Ustedes tienen uno de los pocos suplementos culturales del país que honran la palabra literatura, la palabra pensamiento. Publican a pensadores. No están corriendo atrás de la mera coyuntura. Están tratando de que el pensamiento cubra ese papel. Son muy destacables tanto LA GACETA Literaria como Ñ y como el suplemento Ideas de La Nación.

¿Vamos a poder sacar adelante a este país? ¿Qué se le dice a las nuevas generaciones?

Nuestra tarea primordial es enfrentar los desafíos del presente y no hacerlo con la certeza de que vamos a llegar donde queremos. Si llegamos adonde queremos será el resultado de la decisión y de la templanza con que hicimos de los desafíos del presente la fuente de nuestra dignidad personal. Es encarando los desafíos donde vamos a encontrar dignidad y fortaleza. No pensemos que vamos a tener éxito. Vayamos en busca del éxito pensando que es indispensable luchar. Si el éxito viene, que sea a consecuencia del empeño que pusimos. Porque la dignidad de la existencia está en la insistencia.

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