El Festival DOCA se despide con un filme elogiado

El Festival DOCA se despide con un filme elogiado

En la sala Hynes O’Connor se proyectará “El ritual del alcaucil”, sobre silencios y memorias colectivas. Las mujeres en Gaza.

ENTRE CEMENTERIOS. “El ritual del alcaucil” se filmó en Avellaneda. ENTRE CEMENTERIOS. “El ritual del alcaucil” se filmó en Avellaneda.

“En las afueras de Buenos Aires existe un barrio construido alrededor de dos cementerios, el Municipal de Avellaneda y el Israelita. Entre vírgenes y ofrendas paganas, los ancianos recitan memorias y olvidan fantasmas. Niñas y niños inventan su infancia con tumbas y hamacas. El olvido es un territorio donde se deslizan estas criaturas, que sienten pasar el tiempo, aunque ya no son parte de él. Los miedos se pasean entre las sombras de los desaparecidos, hay silencio donde debería haber voces y lo cotidiano se convierte en ritual”.

Esta es la sinopsis del documental argentino “El ritual del alcaucil”, la película de Ximena González que servirá de cierre de la instancia Tucumán del Festival Internacional de Cine Documental DOCA, y que se proyectará en la última jornada local esta noche, desde las 20, en la sala Hynes O’Connor del Ente Cultural de la Provincia (San Martín 251). Luego se verá la española “Condenadas en Gaza”.

Las 39 películas que participaron del encuentro (con su instancia presencial en Tucumán, Capital Federal y Catamarca) están disponibles en forma gratuita hasta esta medianoche en la página https://vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/.

El trabajo de González fue posible por el aporte del Grupo de Cine Insurgente y La Búsqueda Producciones y está teniendo un amplio recorrido en encuentros y festivales en todo el mundo, con elogiosos comentarios por su desafío de unir el terror de la dictadura militar con la actualidad.

ABANDONADAS. Mujeres con cáncer sufren el desprecio en Gaza. ABANDONADAS. Mujeres con cáncer sufren el desprecio en Gaza.

“La película transcurre en el barrio donde nací y viví durante 30 años y establece una tensión entre las memorias privadas y el marco social de una historia colectiva. Esta dicotomía se materializó a partir de un acontecimiento particular: en 2001, junto a un compañero del Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda, tomamos imágenes del osario común, de las tumbas rotas y de los fondos abandonados en el cementerio de Avellaneda. Años más tarde, en 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense reconoció el cuerpo del padre de mi compañero, desaparecido en 1977 por la dictadura cívico militar. Lo habían hallado en una fosa en el mismo cementerio donde habíamos buscado imágenes del olvido. ¿Quiénes son los que olvidan? ¿Cómo se construye ese olvido cotidiano? ¿Qué será aquello que olvidamos hoy y será punto ciego de la memoria mañana?”, se pregunta la realizadora sobre su segundo filme (su ópera prima, “Mal del viento”, también fue reconocida por los expertos).

González se ubica a sí misma viviendo por décadas “a metros de las fosas comunes que negaron la identidad de jóvenes asesinados por el terrorismo de Estado y de las calles que vieron desaparecer a familias enteras”. “No pude evitar preguntarme cómo pude atravesar tantas veces el cementerio, sin que nadie me hablara nunca del horror que residía -o reside- en esas calles. Cómo podía ser que de repente el pasado me llegara desde lejos, cuando todo había sucedido frente a mi plaza, mi escuela, mi casa”, reflexiona.

Enfermas de cáncer

“Condenadas en Gaza” es una realización de Ana Alba y Beatriz Lecumberri, coproducida entre España, Israel y Palestina. Las directoras abordaron las historias de varias mujeres palestinas que habitan la Franja de Gaza que están enfermas de cáncer pero que por la crítica situación en ese territorio y el bloqueo a la zona, carecen del tratamiento que necesitan.

El filme denuncia que el accionar del Gobiernmo de Tel Aviv sobre ese enclave palestino impide la entrada de insumos, medicamentso y aparatos médicos. Para tratarse afuera, en los retenes militares se exige a los y las pacientes un permiso de salida para poder ir a otro hospital de Cisjordania o Jerusalén-Este. Las directoras plantean que Israel concede estas autorizaciones a cuentagotas. Además de sufrir como todos los enfermos de la Franja múltiples dificultades, estas mujeres enfermas se sienten despreciadas y discriminadas dentro de su propia sociedad, cada día más cerrada, patriarcal y conservadora, donde la salud femenina no es una prioridad.

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