Filantropía de mujeres tucumanas: la obra de doña Guillermina Leston de Guzmán

Filantropía de mujeres tucumanas: la obra de doña Guillermina Leston de Guzmán

Hija de un inmigrante alemán, su matrimonio con Alfredo Guzmán trajo a la provincia ejemplos de solidaridad y ayuda a los más desamparados que se proyectan hasta el presente, en todos los ámbitos.

UN RECINTO HISTÓRICO. La protección con un templete del Salón de la Jura de la Independencia fue fruto de sus gestiones. UN RECINTO HISTÓRICO. La protección con un templete del Salón de la Jura de la Independencia fue fruto de sus gestiones.
05 Diciembre 2021

Por José María Posse

Abogado/Escritor/Historiador. Miembro del equipo de la DAT 2021

Doña Guillermina Leston nació en Tucumán, el 23 de noviembre de 1863. Su padre, el alemán Eduardo Leston, se había radicado a mediados del siglo XIX en Tucumán, donde se casó con doña Justa Paz García. Tuvieron tres hijas mujeres y un varón.

Poco conocemos acerca de sus primeros años, aunque seguramente fue criada con los cánones de las señoritas de las familias de buena posición económica de la ciudad.  
Una testigo que la conoció en sus años de juventud apuntaba en una nota del diario LA GACETA: “La recuerdo rubia, con cara de extranjera, casi sajona, con su garbo y elegancia. Tenía carácter apacible, tranquilo. Pero eso sí, era muy firme en sus decisiones. Recurriendo a Sarmiento la definiría ‘tierna y severa’. Su manera de hablar era suave y convencida. Todo lo que decía daba a sensación de bien pensado. Además tenía un estilo muy ameno. Sus narraciones tenían un encanto total” (Dora Lelia Camaño: “Así la recuerdo”, en Dardo Nofal, “Evocaciones”, LA GACETA, 10/01/1983).

Contrajo matrimonio a los 18 años con el industrial azucarero don Alfredo Guzmán, de grato recuerdo en la provincia. Tuvieron una hija, Guillermina Eulalia, fallecida tres meses después de su nacimiento (Carlos Páez de la Torre; 1989; “Vida de Don Alfredo Guzmán 1855-1951”, Estación Experimental Agro Industrial “Obispo Colombres”; Tucumán).
Desde muy joven mostró una clara inclinación en ayudar a su prójimo, especialmente a los desamparados, tanto en la primera infancia como en la vejez, en tiempos en los cuales el Estado no tenía organizado entidades de asistencia suficientes.

En 1887 el matrimonio adquirió la parte mayoritaria del Ingenio Concepción, el que se convertiría bajo su administración en el primer Ingenio del País. En efecto, su fábrica fue dotada con las maquinarias más poderosas a las que agregaron la primera refinería que conoció la provincia, con lo cual, el Concepción se transformó en un verdadero coloso de la producción azucarera (Carlos Méndez Paz (h), 2020, “Tramas de la Industria Azucarera y la Banca Privada de Tucumán”, Instituto Ruy Díaz de Guzmán, La Argentina. Buenos Aires).

Al mismo tiempo, Guzmán advertía la urgencia de que la agricultura tucumana se desarrollase sobre bases científicas. Eso lo llevó a proyectar la Estación Experimental Agrícola, que empezó a funcionar en 1909. Don Alfredo avizoraba la problemática que derivaba de la caña de azúcar criolla, que había comenzado a degradarse: desde la referida institución se aclimató la variedad Java, que llevó a salvar a los cañaverales tucumanos de la plaga del Mosaico que los desbastó en 1915. Es de destacar, que la Estación Experimental hasta hoy presta servicios inapreciables a nuestro campo; en su momento estuvo entre las cinco primeras del mundo.

Este visionario también buscó la diversificación agrícola, haciendo sancionar leyes de primas al cultivo de frutales y de café en la provincia. Trajo nuevas variedades de citrus como el kunquat (kinoto), el pomelo, la mandarina, y todas las diversidades hoy existentes de naranjas y de limones, con lo cual es sin duda, también el gran pionero de la citricultura tucumana (Carlos Páez de la Torre... Cit).

Asimismo inició la plantación de la palta; todo esto lo ensayó en su quinta de descanso, que hoy es conocida como Parque Guillermina.

Enfrentaron igualmente el desabastecimiento de leche en la ciudad fundando la célebre Granja Modelo, un adelanto técnico de envergadura para el país, siendo la matriz a seguir en toda América del Sur. Gracias a su planta de pasteurización, se disminuyó drásticamente la mortalidad infantil en Tucumán.

Junto a su loable tarea de pionero, acompañado por su mujer, la infatigable doña Guillermina Leston, realizó una vasta tarea social y filantrópica. Su fortuna se brindó a la comunidad en una obra inigualada de asistencia social: para la niñez, fundó y equipó la Sala Cuna (en 1904); para la adolescencia, fundó el Colegio Guillermina (de 1937); y para la etapa final de la vida, edificó el Hogar San José (1942) y el Hogar San Roque (1945), destinados respectivamente a ancianos y ancianas. Lo hizo de la misma forma que en el ingenio Concepción instaló una escuela y un hospital (Carlos Páez de la Torre… Cit).

La faz deportiva también ocupó el desvelo del matrimonio. Para el desarrollo del futbol donaron una manzana completa al Club 9 de Julio -donde construiría su sede años después el Club Sportivo Alfredo Guzmán-. También estuvo en el elenco fundador del Aero Club Tucumán, al que aportó una generosa suma de dinero para la compra del primer avión (José María Posse, ( 2019), “Cien Años de Épica Aeronáutica Argentina, El Aéro Club Tucumán”, Editorial Argentinidad, Buenos Aires). Favorecieron igualmente al club Los Tucanes, pioneros del vuelo a vela en la región.

Doña Guillermina tomó personalmente a su cargo el resguardo del salón de la Jura de la Independencia Argentina. Hacia el año 1903 el edificio original era una completa ruina, y amenazaba con derrumbarse. La señora de Guzmán comenzó a gestionar ante el Gobierno Nacional su intervención al respecto. Solicitó epistolarmente al Ministro Emilio Civit que tomara directas cartas en el asunto. En respuesta del informe del referido funcionario, el Presidente Julio Argentino Roca aprobó la construcción del Templete que protegiera el histórico Salón de la Jura que fue inaugurado en 1904. Ello permitió muchos años después, la reconstrucción del edificio, en base a las fotografías de época de Ángel Paganelli (LA GACETA, 09/VII/ 1960; “La Casa Histórica, un símbolo de nuestra nacionalidad”).

El 10 de abril de 1937 se inauguró formalmente el colegio Guillermina. El acto fue encabezado por el filántropo tucumano y su esposa, junto con el gobernador Miguel Campero, entre otras autoridades. Don Alfredo tomó la palabra y manifestó a viva voz: “La inauguración de esta Casa llena un anhelo de mi espíritu de largo tiempo atrás acariciado con mi esposa. Acrece nuestra satisfacción el haber podido levantarlo en este barrio suburbano donde estimamos es mayor la necesidad de un establecimiento de tal índole”, resaltaba en su discurso Alfredo Guzmán. Allí hizo un pequeño detalle de las obras benéficas hechas por los representantes de la industria azucarera tucumana, “tan generosa siempre y mal comprendida por no pocos de sus propios hijos”. Y cerró sus palabras: “hermanas, estáis en vuestra casa” (LA GACETA, 11/IV/1937, “Fue inaugurado ayer el Colegio Guillermina Leston de Guzmán”).

Monseñor Agustín Barrére recibió la donación en nombre de las hermanas misioneras de la Inmaculada Concepción. Con este logro, doña Guillermina cristalizaba un sueño largamente esperado, pues entendía el valor inconmensurable de la educación a las mujeres, sobre todo en aquellos años donde recién comenzaban a aparecer derechos que las igualaran con los hombres. Durante los primeros años, doña Guillermina iba personalmente a darles de comer a las internadas.

La lista de donaciones continúa con el terreno en avenida Mate de Luna para los Vicentinos; y el terreno para la iglesia de Villa 9 de Julio, por ejemplo. Cuando la Universidad Nacional de Tucumán resolvió instalar un consultorio, el matrimonio Guzmán encabezó la lista de donantes, con 3.000 pesos fuertes de 1940.

Doña Guillermina Leston de Guzmán falleció en 1947, rodeada del amor y de la consideración de los tucumanos, quienes tuvieron siempre en ella una mano solícita para ayudar al menesteroso. Su vida estuvo al servicio de la sociedad y de los más necesitados.

Casi al final de su vida, don Alfredo costeó la reconstrucción del templo de Nuestra Señora de la Merced, que se bendijo en 1950. Allí descansan los restos del matrimonio, para la eternidad.

En toda la historia tucumana, nadie pudo igualar el rastro de tanta visión progresista y conciencia solidaria como el que dejaron don Alfredo Guzmán y su esposa (Celia Terán: 1983; “El patrimonio artístico e histórico del Templo de Nuestra Señora de la Merced”, en el Libro de Oro, 170 años de la Parroquia de La Victoria, 1813-1983).

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