Corea del Medio y otras geografías tucumanas

Corea del Medio y otras geografías tucumanas

Corea del Medio y otras geografías tucumanas

En Tucumán no hay Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias para definir los candidatos al Poder Ejecutivo ni al Poder Legislativo provincial. Esa es la gran contingencia que atravesará el escenario político provincial durante los próximos dos años. De hecho, la falta de una PASO provincial ya incide, dos semanas después de las elecciones, en las dinámicas de las principales coaliciones políticas tucumanas: el Frente de Todos está pegado con engrudo y Juntos por el Cambio apenas se encuentra atado con alambre.

Las heridas internas en el oficialismo siguen sangrando hemorragias políticas y los desprecios intestinos en la oposición son severamente más cruentos que antes de los comicios. ¿Por qué? Porque en el plano nacional, después de la PASO, surge una lista única. La unidad es el resultado que impone ese régimen electoral. Para las elecciones provinciales de 2023, en cambio, cualquier dirigente puede ser candidato. Nadie necesita acreditar un mínimo de votos en una primaria abierta. Sólo hace falta un partido y gracias a esa desvergüenza que es el sistema de “acoples” hay un centenar de esas fuerzas. Más aún: la Legislatura modificó el régimen de caducidad y esas carpetitas con fotocopias y sellos de goma que se hacen llamar “partidos provinciales” deben reunir el 2% de los votos una vez cada cinco elecciones. Es decir, una vez cada 20 años. ¿Qué significará la forma representativa de Gobierno en Tucumán?

Entonces, aquí la unidad sólo puede ser resultado de grandezas, renunciamientos, consensos y una vocación de poder democrática y republicana. Es decir, limitada. Y es tradición en esta provincia que esos ingredientes falten a la hora de cocinar propuestas electorales.

Penínsulas

Como no hay PASO provincial, la contingencia del oficialismo provincial es cuánto durará la tregua que firmaron Juan Manzur y Osvaldo Jaldo el lunes 20 de septiembre, a las 11, en la Casa de Gobierno. El primero quería jurar como jefe de Gabinete de la Nación esa tarde. El segundo quería asumir como gobernador al mediodía. En un encuentro breve, acordaron que el tranqueño quedaba a cargo de la Casa de Gobierno y que Sergio Mansilla quedaría al frente de la Legislatura. Y que “por el momento” no habría cambios. Se despidieron sin decirse adiós. Nunca hubo acuerdo de paz. Tan sólo un armisticio. Un cese al fuego. Son, metafóricamente, Corea del Norte y Corea del Sur. Separadas por la frontera más hostil del planeta.

En ese contexto de mutua desconfianza, donde la convivencia reside en el más precario de los equilibrios (la convicción de que no es negocio para ninguna de las partes encarar una agresión contra la otra), hay que encuadrar, en un punto, el resultado de la elección de autoridades de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia. Daniel Leiva es Corea del Medio. Un hombre que, en el desempeño de cargos políticos, no fue ajeno a los intereses de Jaldo. Y que, como fiscal de Estado, supo ganarse la confianza de Manzur. Llegó como vocal al superior tribunal de Justicia propuesto por el gobernador con el acuerdo de la Legislatura que preside el vice.

Cuenta la leyenda urbana que en el manzurismo miraban con más simpatía otro vocal para presidir la Corte. O más bien, otra. De haber existido unidad en el PJ, probablemente habría existido otro resultado en la cúpula judicial. Porque tanto en una como en otra vereda del oficialismo son conscientes de que, considerando lo reciente y lo sonoro que fue el caso “Pedicone”, se pagarán costos políticos por los reproches de institucionalidad que genera la elección de Leiva. El propio vocal, dicen en derredor, tiene más presente que nadie el escándalo que significó la difusión por parte de Enrique Pedicone de audios en los que, según el denunciante, el magistrado lo presionaba respecto de un juicio por presunto abuso contra Ricardo Bussi. Docenas de juicios políticos se presentaron contra ambos. Pero la comisión de Juicio Político de la Legislatura sólo acusó a Pedicone, que en febrero fue destituido.

Leiva, por cierto, siempre negó que la conversación hubiese existido: afirmó que los audios estaban editados. Primero le dio la razón la Justicia: las grabaciones fueron excluidas como prueba en nombre de que el aparato con que fueron realizadas no habían sido preservado. Últimamente, hasta los que denunciaron a Leiva parecen estar de acuerdo con él: esta semana, ni el representante y ni el abogado de una fundación que pleiteaba contra la exclusión probatoria de las grabaciones se presentaron a formular los agravios en la causa. Y ello a pesar de que los intimaron dos veces para que concurrieran a Tribunales. El silencio no convalida, salvo en los casos que así lo indica la ley. Este es uno de esos casos.

Ya a cargo de la Presidencia de la Corte, y por ende a la cabeza de la Junta Electoral Provincial que fiscalizará los comicios de 2023, Leiva le aseveró a LA GACETA que su compromiso es con las instituciones y que su apego con la ley será absoluto. En el jaldismo y en el manzurismo, en todo caso, consideran que no inclinará la balanza por uno en desmedro de otro si, llegado el caso, a esas dos facciones ni siquiera llega a unirlas el espanto dentro de dos años.

Arrecifes

Pero el problema que ya enfrenta hoy el oficialismo tucumano no es una neurosis de futuro sino una histeria en tiempo real: el armisticio entre Manzur y Jaldo es una especie de secreto prohibido que impide que las “tropas políticas” de uno y del otro abracen esa tregua como si fuera propia. Para más evidencia, el Frente de Todos perdió 100.000 votos entre el 12 de septiembre y el pasado domingo 14. Ya se ha avisado aquí, reiteradamente, que un primer obstáculo consistía en que el entendimiento era sólo entre el gobernador y el vicegobernador, y de ninguna manera entre el manzurismo y el jaldismo. La semana pasada, el legislador Armando Cortalezzi lo evidenció: reprochó que quisieran endilgarle a los intendentes, comisionados rurales, legisladores y concejales el desastre en las urnas, cuando los líderes del oficialismo habían enfrentado de manera furiosa y fratricida a los dirigentes territoriales desde marzo, para pretender seis meses después de que aquí no había pasado nada.

Han habido, sin embargo, otros elementos que contribuyeron a desautorizar los pretendidos gestos de acercamiento entre el jefe de gabinete y el gobernador interino. Y se trata de razones materiales. La semana previa a las elecciones generales, un grupo de “coroneles” oficialistas de la capital fue convocado para recibir los “recursos” (partidarios, por supuesto: jamás del Estado) con los cuales atender la jornada electoral. Para sorpresa de estos dirigentes, muchos de ellos “encargados” de la fiscalización en escuelas, les dijeron que a los manzuristas les darían el 60% de lo que habían recibido para septiembre; y a los jaldistas, el 40%. ¿La razón? Esa era la proporción de votos surgida de las PASO. Los que lograron pasar de la sorpresa a la indignación más velozmente hicieron un planteo y una pregunta. “Logramos los resultados con el 100% de los recursos. ¿Qué hacemos ahora: le decimos a la gente que labure al 60% en comparación con septiembre?”. Se ve, a juzgar por el hecho de que el Frente de Todos ganó sólo por dos puntos de ventaja, que esa fue la instrucción que impartieron.

En el interior no fue mejor. Uno de los mayores referentes del Frente de Todos convocó el fin de semana anterior a la votación a sus principales “lugartenientes” a un asado en el que los comensales no eran más 15. “Muchachos, no van a llegar más recursos. Es más: nos van a mandar menos. Así que cuiden a la gente y los dejo en libertad de acción”. Considerando el crecimiento exponencial de Juntos por el Cambio, se ve que hubo “compañeros” que se sintieron manifiestamente libres de actuar.

Si ni siquiera distribuyeron los mismos recursos que en las PASO, cuando estaban peleados, ¿en cuál tregua, exactamente, tienen que creer los dirigentes?

Archipiélagos

El primero que advirtió que la principal contingencia política provincial camino a 2023 es la falta de una PASO local fue Ricardo Bussi. Todavía estaban contando votos cuando hace dos domingos dijo que él le proponía a Roberto Sánchez, intendente de Concepción y diputado electo, una alianza electoral que no incluyera peronistas.

Dos lecturas del tablero hay en la provocación del líder de FR. La primera, explícita, es que ahora los acuerdos están afuera del paraguas de Juntos por el Cambio. Sánchez y su par de Yerba Buena, Mariano Campero, porfiaron por lograr que la mesa provincial de JXC incorporara a FR: sólo hallaron eco en el PRO y una cerrada oposición del alfarismo, la UCR y la Democracia Cristiana. Ahora que no hay primarias no se necesitan consensos amplios: todos son libres de armar alianzas y presentarse por cuerdas separadas.

La segunda lectura, implícita, es que Bussi no le apunta a todo el radicalismo. Y eso nos deposita en la próxima batalla de Juntos por el Cambio: la regularización del distrito Tucumán de la UCR. En la que el sector del diputado José Cano irá por la revancha. De entre las muchas cosas que diferencian al ex senador nacional de sus naturales oponentes, Sánchez y Campero, dos cosas resaltan con particularidad notoriedad en esta coyuntura. La primera es que los intendentes ganaron las PASO. La segunda es que Cano se privó de criticar a Alfaro cuando él decidió permanecer en la intendencia en lugar de asumir en el Senado, con la coartada que le dio el Concejo Deliberante al confirmar una mesa de conducción sin una sola autoridad de Juntos por el Cambio, que venía de ganar las primarias de cabo a rabo en la capital.

Esa misma semana, el interventor de la UCR, José “Lucho” Argañaraz, dirigente próximo a Cano, abogó en LA GACETA por la unidad del espacio con el alfarismo como uno de los pilares de JXC para disputarle la gobernación al PJ en 2023. En la intendencia saludaron esa convocatoria. Léase, parece que se avecina una interna radical de hacha y tiza.

La cuestión, en todo caso, es si el armado opositor logra sobrevivir las internas. Apenas superadas las PASO, en Juntos por el Cambio se enfrascaron durante dos semanas a definir la mesa de autoridades del Concejo Deliberante de Concepción. Una verdadera sobredosis de domesticidad, que le costó 15 días de proselitismo a esa coalición, en una campaña que sólo tenía ocho semanas de duración. ¿Podrían haber conseguido durante ese tiempo, y con una imagen de unidad sin fisuras, los dos puntos que necesitaban para ganar los comicios?

Si la tregua entre Manzur y Jaldo estalla en mil pedazos, el conjunto de la oposición enfrenta una posibilidad única en la carrera por el poder, con un solo desafío por superar: la unidad. Si también explota Juntos por el Cambio, el resultado estará abierto para cualquiera. Y si es el PJ el que logra acomodar las cargas y la oposición no, aquí ya se sabe de memoria el resultado.

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