"Le quedamos debiendo el regalo de casamiento”

"Le quedamos debiendo el regalo de casamiento”

Para Jorge López, Diego es un compinche de juventud.

¿SÓLO UNA COINCIDENCIA? Jorge López y Diego son los que posan acariciando la pelota en esta alineación de Argentinos. ¿SÓLO UNA COINCIDENCIA? Jorge López y Diego son los que posan acariciando la pelota en esta alineación de Argentinos.

Jorge Orlando López estaba a punto de terminar el entrenamiento en el complejo de Cebil Redondo junto al resto del plantel de San Martín. Corría la primera semana de noviembre de 1989 y Alberto Pompeo Tardivo era el DT de aquel entonces. El entrenador dio por terminada la práctica, mientras los futbolistas formaban una ronda, como de costumbre, para refrescarse antes de entrar a las duchas. En ese momento René Juárez, quien cumplía el rol de secretario del área fútbol del club, se acercó al grupo de jugadores para hablar con uno de ellos en particular, pero buscaba que todos escucharan lo que estaba a punto de decir. Mirando a los ojos a López, Juárez le dijo:

- Así que estás invitado a un casamiento...

-¿Qué casamiento?, dijo sorprendido “El Eterno”.

- ¿No sabés quién se casa?, agregó Juárez con un tono de misterio.

En aquellos días, en los diarios y en la televisión, todo el mundo hablaba de los preparativos del casamiento de Diego Maradona con Claudia Villafañe, programado para el 7 de noviembre. Sin embargo, Jorge López dice que ni remotamente se le pasaba por la cabeza ese tema.

- Tomá; esto llegó para vos, -le dijo Juárez.

Abrió el sobre de papel grueso, de color crema, y leyó que era una invitación a la fiesta de boda de Maradona: “Para Jorge López y Señora”. En ese instante pensó una sola cosa: “a este casamiento no me lo pierdo por nada del mundo”. Así lo afirma hoy en día al recordar, 32 años después, aquel episodio en la memoria.

“Estaban mis compañeros del plantel y no podían creer lo que tenía en la mano -cuenta López-. Entonces hablé con el director técnico; me acuerdo de que el casamiento fue en medio de la semana; creo que fue un martes. Tardivo me dio permiso para viajar el mismo día de la boda y volver el jueves a entrenar por la tarde”.

López viajó a Buenos Aires. Llegó al mediodía a Aeroparque y se fue a Berazategui, donde tenía una casa. Esa tarde, el futbolista y su esposa se prepararon para la fiesta y alrededor de las 20 salieron rumbo al Luna Park. “Ese fue un casamiento increíble: cada media hora había una sorpresa; cómo será que a las 7 de la mañana del día siguiente nadie se quería ir del salón”, rememora.

Un gran dilema para “El Eterno” y su esposa era resolver el tema del regalo. ¿Qué le podés regalar a Maradona? era el principal interrogante que se hacía, mientras sacaba los pasajes para el vuelo. “¿Qué le regalás a un pibe que tenía todo?”, se pregunta todavía hoy el ex delantero de San Martín y de Atlético. “Al final no le llevamos nada, porque casi no tuvimos tiempo -dice sonriente-. Del aeropuerto a Berazategui y de ahí al Luna Park”. “Le quedamos debiendo el regalo de casamiento”, agrega entre risas.

La amistad

López y Maradona se conocieron en Argentinos Juniors. El tucumano le llevaba tres años de diferencia. “Cuando llegué a Argentinos empecé en las inferiores y ya se hablaba de un jugador que estaba en ‘Los Cebollitas’ y que era un espectáculo verlo. Llamaba mucho la atención por lo que jugaba, por la habilidad, por todo. Fueron pasando los años y yo seguí en inferiores hasta que a los 18 años me llevaron al plantel profesional. Eso fue en el 76, a principio de año, para jugar el Metropolitano. Después, en el torneo Nacional de ese mismo año, lo suben a Diego a Primera, cuando tenía 15 años y estaba por cumplir 16”, rememora. “Ahí empezamos a tener una relación amistosa; éramos los más jóvenes del plantel. Empezamos a andar juntos a todos lados y en las concentraciones compartíamos la habitación, y empezamos a ser compinches”, detalla.

Por costumbre, el plantelse entrenaba por las tardes. El club le había regalado una casa a Maradona y a su familia, muy cerca del estadio, en La Paternal. “Después del entrenamiento -recuerda López- íbamos a su casa a merendar, entonces empecé a conocer a su familia y fue creciendo la relación”. “Cuando él se fue a España para jugar en Barcelona yo estaba en Sevilla y seguíamos viéndonos. Después se fue a Italia y ya fue más difícil, pero la amistad seguía intacta; por eso después me mandó la invitación a su casamiento”, resalta.

En acción

Durante los primeros partidos aquel joven Maradona debía esperar en el banco de suplentes. Apenas entraba unos minutos en el segundo tiempo. Juan Carlos Montes era el entrenador del “Bicho de la Paternal”. El equipo jugaba el torneo Nacional. “Después del debut de Maradona fuimos a jugar a Mar del Plata –detalla López-. Estábamos 1 a 1 y cuando entró Diego marcó la diferencia y en un rato pasamos a ganar 4 a 1”.

“Me acuerdo de que Diego agarró la pelota en la mitad de la cancha y no le salía nadie a marcar. Todos retrocedían -dice riéndose-. Siempre nos acordamos de ese partido, nos reímos con Ricardo Pellerano, que es el padre del actual jugador de San Martín. No salía nadie a marcarlo hasta que los defensores ya no podían retroceder más, porque estaban al borde del área y empezó a gambetear a tres o cuatro, quedó solo frente al arquero y quiso hacerlo todo. Pero tuvo la mala suerte de que le picó mal la pelota y la tiró afuera, pero el tema era que nadie le salía para no quedar en ridículo”. “Tenía esa personalidad para agarrar la pelota, tenerla y hacer goles. Asombraba verlo, por la juventud que tenía, y la personalidad que mostraba”, remarca López.

En aquel plantel jugaban “próceres” experimentados como “El Loco” Carlos Munutti, un arquero formidable, “El Bicho” Ricardo Pellerano, Carlos Fren, volante de lujo, Bartolo Álvarez, delantero con presencia. También había estado el tucumano Dardo Urcevich, que después se fue a Colombia. Por ser los dos más jóvenes del equipo, López y Maradona compartían habitación en las concentraciones, mientras los mayores se movían aparte.

En la intimidad

“Diego era una persona muy extrovertida. Le gustaba jugar a las cartas o estar en la habitación viendo televisión -recuerda el tucumano-. En esa época se armaba en una habitación una especie de casino. Se ponían a jugar los más grandes. Teníamos de compañero de equipo a Favre, que era wing derecho de Boca y pasó a Argentinos Juniors. La familia Favre tenía varias panaderías y le llevaban facturas y masas a la concentración; entonces con Diego íbamos a comer esas facturas, mientras los más grandes jugaban a las cartas. Él siempre estaba haciendo bromas, era muy compañero”.

“También era muy familiero, estaba siempre pendiente de sus padres, de sus hermanos. Era una persona normal, nada raro. Era un excelente compañero. Para mí siempre lo fue -resalta López-. Diego era mucho mejor como persona que como jugador, y mirá que fue un grande”.

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