Fernández y la devaluación de la palabra presidencial

Fernández y la devaluación de la palabra presidencial

ALBERTO FERNÁNDEZ ALBERTO FERNÁNDEZ
09 Noviembre 2021

Por Hugo E.Grimaldi

Nadie sabe cómo va a salir la elección del próximo domingo, algo muy difícil de medir desde el análisis porque habrá 24 compulsas electorales, pero sí está claro que el deterioro de la imagen del oficialismo y especialmente la del presidente Alberto Fernández es hoy un pozo sin fondo donde ya no es necesario cavar, porque son los propios protagonistas quienes se encargan de la tarea de seguir hundiéndose  y porque no hay un cuerpo de zapadores capaz de palear tierra dentro del agujero para compensar, al menos, cada estropicio. Es más, algunos se han borrado o, si hablan, es para embarrar aún más la cancha.

Lo cierto es que hoy al Frente de Todos le entran todas las balas habidas y por haber: parece un barrilete sin cola. El aluvión de críticas es tal que el gobierno nacional ha sido desbordado, ya que cualquier defensa que intenta cae en saco roto, desde la inflación disparada a la inseguridad que se multiplica o desde la discriminación a provincias a la represión a vecinos de clase media o desde el apoyo a Nicaragua a la pasividad ante los ataques a la soberanía por parte de grupos mapuches radicalizados. Así, 20 temas más que incluyen cuestiones sanitarias, judiciales y sociales ultrasensibles.

El fondo de la cuestión de tanta vulnerabilidad no es tanto esa terrible caída de imagen que ha sufrido la figura presidencial por haber loteado su gobierno, sino su tremenda pérdida de credibilidad. El problema no son las declaraciones del Presidente, sino el deterioro de su palabra en desmedro de la investidura que representa.

Con sus más o sus menos, los presidentes desde 1983 para acá han tenido momentos fulgurantes y luego otros de declinación, hasta que la ciudadanía decidió cambiarlos democráticamente, en algunos casos con mucho enojo en la etapa de declinación. Sólo Néstor Kirchner logró mantener su popularidad casi intacta. Casi no hay antecedentes de un Presidente que haya sufrido tanta mella de su poder desde adentro mismo de lo que debería ser su sostén político y que a mitad de mandato esté tan confundido. Ni Fernando de la Rúa, pasó por este trance.

Tras los dichos presidenciales sobre Córdoba (“tierra hostil”), insoportables por el tufillo a dedito levantado que a veces tienen sus afirmaciones y por el centralismo que exhudaban, la situación sigue siendo más que delicada para Fernández, quien se ha deshilachado demasiado. Y si a esto se le suman todas las desidias del día a día de su gobierno, el panorama se le presenta bastante negro para encarar la segunda parte de su mandato.

Es que el deterioro de los atributos de imagen y de credibilidad que debe tener cualquier figura pública y mucho más quien ha sido elegido para ser el Presidente de todos a lo largo y a lo ancho del país, lo ha dejado sin mayor crédito político para encarar lo que viene. Su principal pecado, el que le ha robado respeto a su palabra no es su verborragia a veces incontenible (y otras contradictoria), sino confundir siempre ese “todos” que implicaba aquel discurso esperanzador del día de su asunción con el “Todos” del frente que lo llevó a la Primera Magistratura. Y confundir, además, los conceptos de unidad y de uniformidad, loable el primero como amalgama de fortaleza (aunque pueda sonar a impracticable) y francamente deplorable el segundo por la imposición totalitaria que implica.

Este último punto es clave y ha sido el talón de Aquiles de esas declaraciones que a modo de reprimenda los cordobeses juzgaron lesivas para su modo de ver la vida (“Hace falta de muchos cordobeses y cordobesas como ustedes para que Córdoba de una vez por todas se integre al país. Para que Córdoba de una vez y para siempre sea parte de la Argentina y no esta necesidad de siempre parecer algo distinto”). Pese a que a veces se habla peyorativamente de los “porteños”, hoy la ciudad de Buenos Aires es también discriminada por el gobierno nacional exactamente por lo mismo: por pensar diferente. Y a ambos distritos se los busca condicionar con la caja: a Córdoba se le debe mucho dinero de la Caja de Jubilaciones y a la CABA se le han cambiado las asignaciones federales manu militari.  

Una esperanza del peronismo era resurgir a partir de una convocatoria que deberían propiciar los gobernadores, con Juan Schiaretti, Omar Perotti y Juan Manzur en primera línea, para correr de la escena al kirchnerismo, a La Cámpora y a su jefa, a partir de cierta lógica federal, que acaba de ser dinamitada por Fernández. Si se desea mirar debajo del agua, habría que ver quién filtró el video de la discordia, ya que pudo haber sido cualquiera de los protagonistas para buscar algún rédito que lo posicione hacia el futuro. Cosas de la paranoia que siempre aqueja a quienes temen perder el poder.

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