El espíritu de Santa Lucía también vive en Buenos Aires

El espíritu de Santa Lucía también vive en Buenos Aires

El próximo domingo se realizará una nueva edición del Encuentro anual que convoca a numerosos emigrados del pueblo azucarero.

EL ORGULLO DE SER SANTALUCEÑOS. La casa de Alfredo Cabrera quedó chica y por eso debieron alquilar una quinta para celebrar los Encuentros. La foto es de la última gran reunión, convocada antes de la pandemia. EL ORGULLO DE SER SANTALUCEÑOS. La casa de Alfredo Cabrera quedó chica y por eso debieron alquilar una quinta para celebrar los Encuentros. La foto es de la última gran reunión, convocada antes de la pandemia.

El corazón de un pueblo también puede latir lejos de la tierra que le dio cobijo. Sólo es cuestión de reunirse en su nombre. Por eso, cuando llega noviembre, un pedacito de Santa Lucía se corporiza a 1.300 kilómetros y el puente con Tucumán queda tendido. Es el encuentro anual de los emigrados santaluceños, una fiesta que crece con el correr del tiempo y que el próximo domingo celebrará una nueva edición.

Reencuentros, anécdotas, recuerdos, emoción y nostalgia. Esos son los componentes del Encuentro Santaluceño, una jornada a puro asado, locro y empanadas en la que está prohibido hablar de política porque el tema excluyente es ese pueblo del que los asistieron debieron partir. Hasta da la sensación de que, levantando la vista, la chimenea del ingenio aparece en el horizonte. Por más que el escenario sea una quinta del Gran Buenos Aires.

La historia de Alfredo Cabrera, propulsor de la iniciativa, es la de muchos tucumanos que optaron por el desarraigo en procura de nuevos horizontes. Hoy vive en Merlo, Provincia de Buenos Aires, pero vuelve seguido a Santa Lucía para visitar a su papá, que también se llama Alfredo y ya cumplió los 90 años.

Alfredo (padre) trabajaba en el ingenio y marchó a Buenos Aires tras el cierre de la fábrica, pero regresó a Tucumán al poco tiempo para emplearse en la planta de Alcogas. Alfredo (hijo) emigró en la década del 70, siguiendo a su tía Lucía Mercado, y desarrolló una extensa carrera en la Fuerza Aérea. Se integró al Servicio Meteorológico Nacional e incluso estuvo destinado tres años en el aeropuerto Benjamín Matienzo.

Fueron cientos las familias que dejaron Santa Lucía cuando el ingenio bajó la persiana. La mayoría se dirigió a Buenos Aires y empezó a repartirse por la extensa geografía del AMBA. “Con el correr del tiempo fui conociendo a varios de esos emigrados, consiguiendo teléfonos y haciendo los contactos”, cuenta Alfredo. Hasta que un día organizó un asado en su casa y junto seis invitados. Al año siguiente ya eran 12.

“El boca en boca fue impresionante, empezó a convocarse tanta gente que mi casa quedó chica. Por eso decidimos alquilar una quinta en la localidad de Moreno y programar el Encuentro allí”, explica. Las primeras citas fueron en invierno, pero el frío apretaba a los comensales y decidieron mover la fecha para el 7 de noviembre. No es casual: es el día en que se celebra la fundación de Santa Lucía, que cumplirá 139 años el fin de semana venidero.

El Encuentro es pura emotividad, detalla Alfredo. “Había gente que no se veía desde hace 40 o 50 años y de repente se encuentra. Es algo muy fuerte y justifica el esfuerzo que hacemos -apunta-. Y en las charlas lo que predominan son las historias, los viejos apodos, la nostalgia. Hay quienes recuerdan a quienes vivían en el pueblo y dónde estaba cada casa. Fijate que nadie habla del cierre del ingenio con bronca o con dolor, al menos no es lo que expresan cuando estamos juntos”.

Son infaltables la música -con los clásicos del Maestro Avelino a la cabeza-, las parejas que se animan al baile y las sorpresas. “La primera vez que vino, Julio Ibarra trajo una bolsa llena de fotos viejas -detalla Alfredo-. Fue emocionante ver todas esas imágenes de los tiempos en los que funcionaba el ingenio. También tuvimos santaluceños llegados de Córdoba, de Santiago del Estero, de Bahía Blanca, aunque este año va a ser un poco más difícil por el tema de la pandemia”.

Al Encuentro le sobran personajes, como don Zenón Herrera, quien a los 84 años mantiene una memoria prodigiosa y todo lo recuerda acerca del pueblo; como “Trina” Cruz, que anda por una edad parecida; Roberto Guaraz, Anselmo Cabrera -tío de Alfredo-, “Nuni” Navarro, “Carlín” Rodríguez, “Ñato” Reynoso y “Pajarito” Camargo, entre muchos otros. Escucharlos, sostiene Alfredo, equivale a transportarse imaginariamente a Santa Lucía. Son las voces del pueblo que constituyen su memoria viva.

Para que el Encuentro no se reduzca a una ocasional reunión de camaradería, Alfredo planea devolverle a Santa Lucía algo de lo que su pueblo le dio. Por eso, cuando regrese a fin de año, llevará una dotación de luces LED en donación para la plaza principal. Un aporte surgido de este Encuentro que muestra otra cara de los emigrados tucumanos: la de una amistad inquebrantable.

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