El día que Whatsapp nos liberó

El día que Whatsapp nos liberó

En una encuesta de la edición digital de LA GACETA al menos 400 lectores respondieron cómo se sintieron en la tarde sin Whatsapp.

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¿Alguien conoce dónde termina Instagram o Facebook? ¿Existe una línea final, un mensaje, un espacio vacío que señale que hasta allí llegamos en el recorrido de estas aplicaciones? Claramente no y esto es intencional. En estas redes el gesto de “swipe up” o deslizar hacia arriba funciona como una mecánica infinita que todo el tiempo nos trae contenidos nuevos. Disponemos de un inventario listo para ser consumido, todo el tiempo, hasta que un día ese menú de distracciones se congela. Si antes nos preguntábamos el porqué de su atractivo, el lunes nos cuestionamos qué hacemos cuando estas redes desaparecen.

“La rotación entre lo digital y lo real se ha vuelto algo permanente para nosotros, hasta el punto de que, actualmente, es muy difícil trazar un límite entre las experiencias reales y las digitales”, señala con certeza Alessandro Baricco en su libro “The Game”. Confundimos un problema técnico con un problema humano, creemos que no podemos comunicarnos cuando en realidad estamos atiborrados de vías de conexión.

El apagón de los principales servicios de mensajería es vivido como un evento global, como parte de un caos inesperado, un error en algún lado del planeta que nos afecta a tdos. Y aquí tiene sentido la metáfora del mismo Barrico sobre nuestra vida como un videojuego. Dejamos de chatear, de publicar, de “likear” como si hubiésemos pausado nuestra propia existencia. Pero lejos de la quietud, buscamos memes y teorías sobre el apagón en los intersticios digitales que aún no fueron alcanzados por “el error”. Es verdad entonces la hipótesis de que las aplicaciones cambiaron no solo nuestra relación con la realidad sino nuestra forma de procesarla y entenderla. Vivimos la falla técnica como parte de nuestro día, de nuestra historia.

Sin embargo, a pesar de la angustia que podría generar la inexistencia de las aplicaciones más consumidas, parece que hemos reaccionado como humanos. En una encuesta de la edición digital de LA GACETA al menos 400 lectores respondieron cómo se sintieron en la tarde sin Whatsapp. El 60% de los encuestados dijeron, paradójicamente, que “recuperaron la paz”, mientras que solo el 11% aseguraron que no daban más de los nervios, por los contratiempos que les generaba la ausencia de la aplicación. Fallas en la Matrix, como la que ocurrió este lunes, parecen recordarnos que tenemos más tiempo de lo que creemos.

Contrariamente a la película de los hermanos Wachowski, no vivimos en una simulación, sino que a veces confundimos nuestra experiencia por el exceso de dispositivos. Es cierto que las pantallas a veces nos desenfocan, pero lejos de la ficción, todavía somos nosotros los que elegimos el destino de nuestras horas y distracciones. Whatsapp se detuvo por casi siete horas y aquí seguimos. Las grandes teorías sobre la dependencia técnica también pueden trastabillar y en todo caso recordarnos que aún podemos detener el infinito menú antes de que aparezca el cartel definitivo de “game over”.

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