"La UNT es hija de la industria azucarera"

"La UNT es hija de la industria azucarera"

María Celia Bravo analiza el impacto político, económico, social y cultural que la agroindustria provocó durante 200 años en Tucumán. La Doctora en Historia habla de las tensiones que caracterizaron a la actividad, de los ciclos positivos y de qué motivó las etapas críticas

- ¿Qué la llevó a dedicarle sus investigaciones a la cuestión azucarera?

- Cuando me integro como becaria del Conicet en 1986 no había casi nada escrito sobre ese sector. Lo único era el libro de Donna Guy sobre la generación del 80 y la industria azucarera, que fue crucial para la formación de mucha gente de mi generación. A ese libro lo reedité cuando fui directora de Edunt. De alguna manera era la primera vez que se daban claves, desde el punto de vista de la investigación, acerca de cómo había sido el surgimiento de la industria tucumana. Había trabajos locales, pero pocos, sobre todo porque es increíble cómo en la carrera no se estudiaba historia de Tucumán. Los planes se habían reformado en 1969 y se ponía énfasis en la historia nacional. La historia local se consideraba una cosa pequeña, como lejana y de provincia, desvalorizada. Ese eje comienza a darse vuelta en los años 80 con el retorno a la democracia, porque la investigación requería de archivos y los archivos estaban aquí. En ese momento eran muy importantes los temas económicos y sociales, entonces yo elegí el sector cañero.

- ¿Había más estudios sobre la parte industrial o empresaria?

- No, tampoco. Había una gran ausencia, un gran vacío. Esa parte de la historia, por lo menos para los egresados de la carrera, era una parte bastante inexplorada. Había una primacía de la historia política, no de la económica y social, así que en realidad fuimos la primera generación que incursionó desde esa característica. No había una mirada crítica e histórica de reconstruir ese universo.

- ¿Dónde colocamos al azúcar en el imaginario tucumano?

- Investigar este sector me permitió entender la política, la sociedad. Es muy difícil disociar el sistema económico-social de una agroindustria de las características de la tucumana. Yo diría que gran parte de la política de la provincia está marcada por el meridiano del azúcar. Y con esto me refiero a la política azucarera, a la estructura económica y social, que se modificó de una manera notable desde la segunda mitad del siglo XX a lo que es ahora. Pero eso no quiere decir que la actividad no siga teniendo un peso notable dentro del producto bruto; realmente es importante como actividad productiva para la provincia y para la sociedad.

- Los detractores de la agroindustria la tildaban de ineficiente y subsidiada. ¿Cuánto hay de cierto y cuánto de mito en esto?

- El concepto de ineficiencia es relativo y habría que clarificarlo bien. Empieza a surgir a partir de 1955 y tiene bastantes motivos. Uno, en gran medida, fue la Segunda Guerra Mundial: será muy difícil en esa etapa, desde 1940 y hasta los 50, importar maquinarias para todas las industrias. Entonces, desde ese punto de vista le caben las generales de la ley de todo lo que le pasó a la industria argentina. El tema de la ineficiencia está vinculado también al proceso de disputa con el modelo azucarero de Salta y Jujuy. No es que Salta y Jujuy sean más eficientes, lo que tienen es en algún punto una industria más sencilla, por la participación de menos actores. No hay puja distributiva, es más concentrada.

- No hay cañeros independientes, como sucede en Tucumán...

- Claro. Además estamos hablando de cinco fábricas, mientras en Tucumán había 27, con disímil capacidad productiva. Lo que mostraba Tucumán con sus 27 ingenios era la matriz productiva del siglo anterior, que había surgido al amparo de un empresariado diverso y que se desarrolló por distintos motivos. Uno porque había una tradición empresarial en torno al azúcar que Salta y Jujuy no tenían; y otro tema clave es el ferrocarril. Un ferrocarril que conecta con el Litoral pero se detiene mucho tiempo en Tucumán, recién desde 1890 se va a Salta y Jujuy y eso fue una ventaja comparativa desde el transporte.

- El modelo agroindustrial tucumano agrupa a distintos actores: empresarios, cañeros, trabajadores. ¿Cómo fueron resolviéndose las tensiones entre ellos?

- Es imposible disociar una formación económica y social de la complejidad de este sector si no se tienen en cuenta los cambios políticos y el clima de cada época. Al principio, el proceso de formación de este mundo obrero se hace bajo leyes rígidas, lo que dura hasta 1895. En 1904 se produce la primera huelga de obreros azucareros y el gobernador Lucas Córdoba obliga al mundo empresarial a recibir un pliego de condiciones. Esa huelga termina con el vale y con la proveeduría, y genera un aumento salarial que será importante y trae una ola de prosperidad.

- ¿Y en cuanto a los productores cañeros?

- La disputa se da en forma permanente hasta que en 1928, luego de una gran huelga agraria, se establece un precio coparticipable de la caña. Se decide el valor de la materia prima y se resuelve que de acuerdo a los costos productivos de estos dos estadios, le correspondía a los plantadores el 50% del valor del azúcar.

- ¿También hay tensiones dentro de los grupos del mundo del trabajo?

- Por un lado están los empleados, agrupados en Feia, y por otro los obreros de fábrica o surco. Siempre hubo una tensión. Hay una cosa interesante al analizar los modelos sindicales del peronismo: son absolutamente variados y tienen que ver con la propia historia. Fotia intentó articular algo complejo porque no es lo mismo la demanda salarial para los obreros de fábrica, que de alguna manera eran especializados, con el obrero del surco. Esa es una tensión que hoy ya no existe, porque la cosechadora terminó con muchos de esos sectores.

- ¿A qué se debieron tantos vaivenes, con ciclos positivos y otros negativos, a lo largo del tiempo?

- La industria azucarera en general tiene una larga presencia en Argentina, pero esa presencia puede ser frágil porque tiene una condición básica que se mantiene hasta hoy. Es una industria protegida por barreras aduaneras, para funcionar necesita esa condición. Hay gente vinculada con el azúcar que no advierte la importancia de la política económica, de la formación de las tarifas, y cómo se trata de un complejo de producción agraria diverso, muy sensible a esas condiciones para desarrollarse.

- En ese contexto, a lo largo de estos 200 años se dieron casos emblemáticos de ascenso y caída, como el del ingenio Santa Ana.

- La historia del ingenio Santa Ana es increíble. Fue un ingenio que se armó de una sola vez, es un interesante experimento social que se hizo en Tucumán. Es un emblema de toda una cultura tucumana en torno al azúcar. Aquí hablamos de innovación tecnológica, de modernidad. Aquí están los mitos, las realidades y la cultura de un empresariado que, a diferencia de lo que van a ser los estancieros, no son ausentes. Viven en el corazón de la fábrica, al estilo de los cuentos de Charles Dickens, mirando y controlando.

- ¿Nos recuperamos de lo sucedido en los años 60 con el cierre de los ingenios o seguimos pagando las consecuencias de esa época?

- El esquema productivo de Tucumán cambió bastante. No sólo con el cierre de los ingenios en la época de Onganía, que fue como una respuesta a la crisis de sobreproducción del año 1965 y de todo un proceso de descapitalización de la industria que venía de 10 años antes. En 1967 se establece un rígido sistema de cupos que encorseta la producción tucumana y obliga a un recorte de producción. Pero ese decreto de Onganía no era tan omnímodo, no es que se cumple a rajatabla. Por ejemplo, el ingenio Bella Vista se salva gracias a la lucha del pueblo por su ingenio.

- ¿Qué nos dejaron y que nos prometen estos 200 años de la industria azucarera?

- Uno puede ver la transformación de la actividad agroindustrial. Por un lado los cambios desde el punto de vista productivo. Por otro lado, las claves de la industria, que antes estaba centrada en el comercio del azúcar, se diversificaron con el etanol, un producto que podría nivelar problemas como la sobreproducción. Desde la economía, la industria también generó muchos emprendimientos culturales importantes. La UNT, por ejemplo, es hija de la industria del azúcar. Cuando surge, la industria azucarera se hace lugar a los codazos con la demanda de tarifas arancelarias y de la llegada del ferrocarril, pero a la vez demanda un centro de estudios que pudiera cubrir sus necesidades. Hay una parte muy linda del discurso de Juan B. Terán cuando dice “queremos romper el monopolio universitario que tienen Córdoba y Buenos Aires. ¿Por qué Tucumán no puede aspirar a una universidad?”. También la universidad genera una oferta en estudios superiores que fue creciendo con un perfil particular, una universidad con perfil regional, abocada a los problemas de esta zona, a su flora, a su economía. Y además, vinculada a la agroindustria tenemos la Estación Experimental, que ya no es tan azucarera, y sentó las bases de una industria citrícola, en un proceso lento de crecimiento que hace reflexionar sobre las dificultades y el tiempo que le lleva a un proyecto productivo poder consolidarse.

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