27 Septiembre 2021
Quién no vio a la gente alimentarse y trabajar de la basura, familias enteras inmersas en contenedores removiendo desechos en busca de algo para comer y de algún objeto que tenga valor en el mercado negro del reciclaje. Niños que cambiaron la escuela por trabajo cuando existen leyes mundiales que lo prohíben. Son imágenes muy tristes que los gobiernos ocultan en sus propagandas de falsos crecimientos. No deseo quedarme sólo en la crítica para que la respuesta que suelen dar los aludidos sin vergüenza, no sea siempre la misma tildándome de atacador serial. Si miramos algunos ejemplos de la cotidianidad vamos a encontrar como asestarle un golpe al hambre y al desempleo por ejemplo; muchos comercios gastronómicos y supermercados convierten los alimentos que sobran en basura, si el estado ocupara las falsas “cooperativas del Gobierno”, esas que fraguan su labor solo para cobrar unos pesos, haciéndolas funcionar en la selección y clasificación de alimentos conservados, en articulación constante con bares restaurantes y supermercados, que en vez de fabricar basura y con una pequeña interacción coordinada para salvar la cadena de frío de los alimentos, se puede acceder a raciones de comida apta para el consumo. El negocio de los metales y el papel es el último recursos de la indigencia y la explotación social, evidentemente están los que ganan mucho y la gente que trabaja juntando basura gana poco, quien los conoces a los empresarios de la chatarra que viven de la explotación marginal pagando moneditas en una balanza, pero todos los vemos a los carros juntando basura por kilo, con sol y lluvia, con frío y calor, sin regulación alguna, sin beneficios ni derechos para el trabajador que por ley les corresponde.
William Fanlo
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