Análisis del peronismo: “Creo que en Argentina la opción populista está enraizada de manera muy profunda”

El historiador italiano Loris Zanatta dice que “el triunfo del peronismo es la mayor explicación de la decadencia argentina en términos económicos”.

Dice con orgullo que vio al mejor Manu Ginóbili antes de su desembarco en la NBA. Y no le falta razón. Es que el bahiense fue figura clave en el Kinder Bolonia entre el 2000 y el 2002, ganando con su equipo dos Copas de Italia (2001 y 2002, siendo el MVP de la segunda), una liga italiana (2001, siendo también el MVP de la misma) y una Euroliga (2001), antes de su llegada a los Spurs. Y que le gusta el fútbol de su Bolonia, donde hasta hace poco jugó el ex Boca Rodrigo Palacio. Y fue con esas ideas donde se rompió un poco el hielo de la entrevista antes de comenzar a hablar de política y de religión. Para ser más exactos, de peronismo y de la Iglesia Católica, dos de los factores, que, desde su punto de vista, son los que peor le hacen a la Argentina. Pero a pesar de esto, afirma que ambos son casi imposibles de desterrar. En un perfecto castellano, desde su casa, en la ya mencionada Bologna, en Italia, el profesor e historiador italiano Loris Zanatta, habla con extremo conocimiento de causa. Desde hace décadas, Zanatta, miembro de la Academia Argentina de la Historia, estudia los fenómenos populistas en general y el peronismo en particular. De raíces comunistas, y viviendo en un pueblo gobernado por el comunismo, Zanatta no duda en comparar al fascismo con el peronismo. “Hablo de la familia del fascismo, no digo que el peronismo es fascismo, pero hay que entender que fascismo fue un fenómeno popular”, aclara. Y explica la relación entre peronismo e Iglesia. “La Iglesia quiere que el peronismo haga una política religiosa y el peronismo la hace”, opina. Con claridad y tiempo desarrolló sus ideas en una entrevista con LA GACETA y este fue el resultado:

¿A qué atribuye usted el resultado del oficialismo en las PASO?

- Lo sucedido me sorprendió no tanto por la derrota en sí misma, sino por el tamaño de la misma. En principio mi impresión, viendo la movilidad del electorado argentino que cada dos años le da castigos muy fuertes al oficialismo, es que hay una insatisfacción generalizada, pero al mismo tiempo la gente con esos bandazos está buscando obligar a los actores a quedarse en el cauce de la institucionalidad, de la sensatez. De forma inconsciente, el individuo se está moviendo dentro de los actores constitucionales, no hay huidas antidemocráticas. Las razones de las derrotas del gobierno fueron de distintos tipos. Hubo electores que los castigaron por la situación económica, que es desastrosa, y también por hacer un mal gobierno por su ambición autoritaria. El gobierno peronista demostró tener cierta pulsión a confundir Estado con partido. Ver la propiedad de todos como suya, es una cuestión hegemónica. Y después habrá otros sectores que no fueron a votar, especialmente en las zonas más pobres del país, por no parecer suficientemente peronistas, por no sentirse identificados. Es que el gobierno se ocupó más de situaciones individuales, y no más generales y urgentes como la pobreza del pueblo.

¿Qué representa para usted el peronismo?

- El peronista no es peronista porque el peronismo haya funcionado bien; es peronista porque el peronismo es lo que ellos consideran la religión de la patria, no existe otra. No es un partido más entre partidos. Se ven a sí mismos como la Nación. Sin embargo, hay que respetar cómo se define la gente, y ellos se autodefinen peronistas. Son herederos de la tradición peronista. Cuando hace dos años, luego de haber visto cómo habían perdido las elecciones, comenzaron con reuniones en el partido Justicialista, y festejaron la reunificación del peronismo. Es allí el momento en que se definen herederos de esa tradición, reconocen sus antecedentes peronistas. Hay que llamarlos así, hay una gran continuidad con el peronismo de los orígenes, ideológicamente extremo, con una idea autoritaria, incompatible con una democracia. El peronismo no es como los demás, se autopercibe como la identidad de la Nación, que encarnan el alma del pueblo, toman la religión de la patria, y la identidad católica del país. Aunque cambió mucho desde hace 70 años, le cuesta convivir con la democracia. Tienen un pedestal moral con respecto a los demás. Argentina es una nación de raíces católicas permanentes, más allá de la política económica que desarrolle el gobierno de turno.

¿Dónde queda entonces el concepto del “Gobierno del pueblo y para el pueblo” cuando se habla de peronismo?

- El pueblo en democracia somos todos, pero en cambio el peronismo hace que el único pueblo legítimo sea el suyo. En un sistema democrático el pueblo tiene derechos políticos y civiles, pero para el peronismo es solo el suyo. Creen encarnar esta identidad del pueblo, ellos son la tradición, los demás no entran en ese concepto. De ahí la grieta. Está dividida todo el tiempo la política por un clivaje que divide a nosotros de ellos. Y además es una guerra de religión. Desde ya que esta es una visión originaria que no es del peronismo, la de poner sobre la mesa al bien (encarnado por el peronismo) contra el mal (que son los otros). Es la idea de Dios contra el demonio, pero no la inventó el peronismo, y sin embargo la mejoró. Igual hay que tener en cuenta que la sociedad cambió. La democracia crea costumbres y estilos. El populismo del peronismo dejó herencias pesadas. No podemos hacer futurismo pero hoy puede pasar que el peronismo pierda las elecciones. Siempre sucede eso, se gana y se pierde. Es cíclico. Las perdió en el 2015, las perdió luego de (Carlos) Menem, perdió contra (Raúl) Alfonsín. Es probable que la pierda en noviembre. El peronismo siempre pretende encarnar como la religión de la Nación, pero con sus errores se vuelve un partido simple como los demás. La verdadera grieta de los argentinos no es ser peronistas o no. El corte es si pertenecen al campo nacional popular, a la argentinidad. Los otros son cipayos, no argentinos. Por eso en Italia los fascistas siempre admiraron al peronismo y lo siguen admirando.

¿Qué rol juega ante este sistema, entonces, la oposición?

- Hay que entender que el peronismo, como todos los populismos, es sistémico. Termina por aplastar el sistema político, al mostrarse tan fuerte en su hegemonía como partido de la Patria. Ha logrado imponer este esquema de lucha entre peronistas y antiperonistas (el bien contra el mal) y la oposición no logró tampoco unificar a los que consideran antiperonistas. Eso es lo que hace el oficialismo en estos casos, siempre muestra al otro como negativo, los que no son peronistas. En Italia los enemigos del fascismo eran los antifascistas, en Venezuela son los antichavistas. Siempre en un mal sistema democratico el otro es el malo, el anti. Para el gobierno argentino, su principal fuente programática es la oposición al peronismo. Esto le da a la oposición el problema de definirse como identidad, pero se fragmenta. Hay sectores más liberales en las antípodas del peronismo. en muchos aspectos de la planificación económica, pero no son tan lejanos al peronismo. Tienen raíces que evocan la doctrina social de la Iglesia. Hoy la oposición debería ser un punto de unión, incluso con peronistas adentro. Hoy en la oposición veo que hay muchos aspirantes a líderes pero no veo un líder. Hay diferentes almas a las cuales les cuesta encontrar un punto de equilibrio. Pero el mensaje de los electores fue muy fuerte, la oposición debe asumir una responsabilidad. Se lo está pidiendo la gente.

Hay una cuestión cíclica con el peronismo desde hace 76 años y siempre está el imaginario popular, basado en la frase que ellos no se pelean, sino que se reproducen...

- El peronismo, más allá de su capacidad de reproducirse, siempre creó las condiciones para que fracasaran los gobiernos no peronistas, y luego aparecen como bomberos. Pero son los que siempre prendieron el fuego. Todos los gobiernos peronistas tuvieron días felices al comienzo, basados en las críticas a los que habían estado antes, pero esto es una continuidad de la política argentina. Pero Argentina está condenada al peronismo. Es una expresión fundamental, central y no casual de la política argentina. No va a desaparecer. Aquí en Italia el fascismo desapareció por una guerra, pero eso no va a pasar con el peronismo, que dejó huérfano de identidad a una gran parte del país. Ya deberían cambiar, deberían volverse más democráticos, respetuosos de las instituciones republicanas. Ese es el gran dilema de la historia política argentina, la republicanización del peronismo, uno esperaría que dentro del movimiento peronista hubiera un debate sobre la naturaleza del partido, pero no se ve eso. No cambian.

Los argentinos solemos ver al mundo desde arriba basados en nuestro ego, pero ¿cómo nos ven a nosotros desde afuera?

- Casi a nadie le interesa realmente lo que pasa en Argentina. En España hay más interés, ya que por la comunidad hispánica tiene otra vinculación. Pero en Italia no hay mucho interés, más allá de situaciones puntuales como el fútbol y el Papa, o la gente que por trabajo como yo se vincula con Argentina, pero siempre algo simplista. Cuando llegan informaciones acerca de que hay una nueva crisis gubernamental en Argentina, la gente no se sorprende. La imagen de Argentina es la de un país poco confiable. Se debe reconstruir la confianza, y eso ahora, después de la pandemia, es aún más fundamental.

No me está planteando un futuro muy promisorio...

- Es que al hacer un análisis macro, lo que me preocupa es que no aparece por fuera una solución seria el proyecto nacional. Argentina siempre vivió de grandes ideas, la reorganización nacional, la revolución argentina, pero se quedan en eso. En ideas. Creo que Argentina necesita tener confianza en el autogobierno de las personas. Debería ser un paraíso empresarial, de la libertad y de la iniciativa. Basta de proyectos. Hay que concretar. Un país puede tener todo, como Argentina, puede estar sentado sobre una mina de oro, pero no hay incentivo para concretar, mejorar las condiciones, y entonces la mina de oro se queda ahí y no sirve para nada. Ya no se trata sólo de tener inventiva. Hay que liberar fuerzas, no planificar, dejar que las energías se puedan desarrollar, hay que invertir en tecnología, en la escuela, romper lazos corporativos, pero en Argentina los sindicatos controlan todo, los empresarios son proteccionistas, y además, está el peronismo... Un movimiento que está basado en redistribuir riqueza sin ninguna sostenibilidad y de forma demagógica convive mal con la escasez.

No lo llamo a hacer futurología, ya que sabemos en lo que puede derivar pero, basados en los resultados de las PASO, ¿qué puede pasar en las elecciones de noviembre?

- La verdad es que estoy preocupado. Después de 30 años de viajar, de conocer, de hablar, de sentir a Argentina como mi segundo país, donde tengo amigos y afectos, me preocupa pensar que si el gobierno pierde las elecciones en noviembre, como es probable que acontezca y no tenga mayoría parlamentaria, se van a volver más peligrosos. Alberto Fernández va a quedar como un animal herido y sabemos lo que sucede cuando eso pasa. Pero creo que también sería una oportunidad para que el peronismo se responsabilizara y rindiera cuenta de sus errores. Hoy es un partido hegemónico que no tiene poder.

Sería muy simplista, y ahí volvemos a lo del ego, pensar que un movimiento como el del peronismo es sólo propiedad de los argentinos...

- Todos los fenómenos políticos son únicos, el peronismo, el franquismo, el fascismo, lo escribo en mi último libro, los populismos de Latinoamérica tiene cosas similares, tienen elementos en común, la idea de representar a un pueblo orgánico, son jerárquicos, hay un verticalismo que va de la cabeza a los órganos del cuerpo social. No creen en el individuo, creen en el Estado ético, algo que no puede ser natural, que el Estado tenga la función de evangelizar a los ciudadanos como hace el peronismo. Creo que en Argentina la opción populista está enraizada de manera muy profunda. Es sistémica. Incluso la oposición se define por la negativa. Forma coaliciones con un único elemento de cohesión: el antipopulismo. Y lo hace con una visión maniquea de la política, “nosotros contra ellos”. Por eso pienso que el triunfo del peronismo es la mayor explicación de la decadencia argentina en términos económicos.

Hablamos de peronismo y de movimientos populistas, pero en Argentina hay otro factor de poder muy importante que no debemos olvidar y que es la Iglesia...

- Iglesia. La relación política y religión. Ahí está el nudo de la historia argentina, al no poder separar las esferas. La autonomía de las esferas política y religiosa es fundamental y en argentina la separación es mínima. Los mayores sectores políticos siempre buscan la legitimación de la nación católica. Quieren demostrar que son fieles al mandato de la nación católica, y eso define el perímetro de lo que es legítimo o no en campos sociales, y eso limita enormemente de intentar caminos diferentes. La secularización política en la argentina es clave para explicar la decadencia argentina, y la responsabilidad es en gran parte de la iglesia que pretende quitarle el orden político a la sociedad. El lastre pesa sobre el desarrollo de un país donde la política y la economía todavía no se emanciparon de la teología. Para Argentina, por esa historia de vinculación entre poder política y religioso, tener un papa argentino es un lastre enorme. Al Papa le importa más luchar contra la riqueza que erradicar la pobreza. La política debería actuar dándole menos importancia a la Iglesia, tener más responsabilidad de parte de la política. La Iglesia usa a los pobres para limitar la autonomía de la clase política, invoca al pueblo para limitar. Pero la Iglesia no debe responder después a un electorado y sí la política. Por eso la iglesia termina deslegitimando a la política.

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