Tres historias de locuras hechas por amor

Tres historias de locuras hechas por amor

Hoy comienza la primera, estación relacionada con un sentimiento capaz de mover al ser humano a hacer cosas impensadas.

Tres historias de locuras hechas por amor

Nadie puede negar la existencia de la fuerza más grande que ha conocido el hombre. El amor, es, en sus miles de formas y matices, lo que mueve la humanidad. Por amor se han escrito los poemas más hermosos, vidas enteras han cambiado en un instante y hay quienes cometieron las locuras más increíbles.

Hoy empieza la primavera y, así como todo reverdece y el mundo se llena nuevamente de color, el amor se siente en el aire. Es extraño, pero esta estación del año viene de la mano de un sinfín de sentimientos y el amor es protagonista. Un viaje a Tafí del Valle en bicicleta, quedarse en un país desconocido y una mentirita piadosa... hoy te compartimos tres historias de locos enamorados.

Para contarle a los nietos

Locuras se puede hacer en cualquier momento de la vida, pero es cierto que la juventud se presta más para ello. Cuando Gerónimo Cáceres Parra tenía 19 años, hizo la suya: viajar a Tafí del Valle en bicicleta. “Tenía $ 100, recién volvía de vacaciones y cumplía dos meses de novio. Tenía que verla sí o sí, era o vender algo o hacer alguna locura -dice-; me acuerdo que le dije a mi mamá ‘me voy a andar en bici’. Salí temprano y tardé un día en llegar a Tafí”.

Pero eso no es todo. Como ya comentó, no tenía mucho dinero, pero había llevado una mochila con un cambio de ropa para cenar con su novia en un restaurante. “Cuando llegué me dije ‘ella no sabe que estoy acá, tengo que hacer plata como sea’. Con esos $ 100 compré un bote de detergente y me robé un balde de una casa”, recuerda. Sí. Gero se volvió lavacoches por un día. “Creo que lavé 12 o 15 autos. Hice $ 2.000 o algo así, por suerte no me salió cara la salida”, dice entre risas.

“Se lo conté todo cuando estábamos comiendo, como para ponerle emoción a la cena. Cada vez que me acuerdo de su reacción me río -remarca-; al principio no me creía hasta que habló con mi mamá, a la que le había dicho que dormía en lo de un amigo. Le mandamos una foto y el señor (Gero) estaba en Tafí con su bici”.

Al decirle, su novia se largó a llorar de la emoción. La relación duró un año y siete meses. ¿Se arrepiente? “No sirve para nada arrepentirse de algo que ya hiciste -enfatiza-; fue una de mis tantas locas aventuras, de la que hoy me acuerdo y me río, y que voy a tener para contarles a mis sobrinos, a mis hijos y, si llego, a mis nietos”.

Lejos de casa y sola por amor

Beatrix López Terán llegó a la Argentina desde Venezuela hace cuatro años. Había venido con una amiga a vivir en nuestro país y, luego de unos días, decidió probar suerte en una provincia más pequeña. “Iba caminando por el centro de Buenos Aires pidiéndole una señal a Dios y veía los carteles de ‘Tucumán es tu destino’ por todos lados. Por pura locura, decido comprar con mi amiga el pasaje, sin saber qué era Tucumán”, recuerda. Aquella Beatrix, no sabía que encontraría el amor y su lugar en el mundo aquí. “Mi amiga quería irse -resume-; pero yo decidí quedarme, a cinco días de haber conocido a esta persona, porque tenía la corazonada de que algo podía pasar y no me quería quedar con las ganas. Hoy estoy casada con él”.

Beatrix cuenta que nunca fue de tomar decisiones apresuradas. “Jamás lo había hecho, mi amiga estaba sorprendida de que yo tuviera una decisión tan alocada”, rememora. De hecho, su esposo fue prácticamente la primera persona que conoció en Tucumán. “Recuerdo que cuando llegué me asomé por la ventana del apartamento y me puse a llorar de la desesperación, porque era la primera vez en toda mi vida que estaba en un lugar donde no conocía a nadie. Salimos a explorar, y lo conozco a él, a dos días de haber llegado”. Hoy admite que no quiso darse la oportunidad de conocer a otra persona, y define su historia como un flechazo.

“Mentiría si digo que no me arrepentí, porque sí llegó a pasar, pero cada vez que iba a dar un paso para irme, por x o por y terminaba quedándome, y hasta el día de hoy vivo aquí”, admite.

Un amor virtual y una mentira

María Gabriela Brito se fue a vivir a Buenos Aires. Un día descargó una app para conocer gente y su vida cambió para siempre. “Empecé a chatear con un chico que me cayó muy bien pero la edad no me convencía, porque era más chico que yo -cuenta-; él me dijo que no tenía Whatsapp y yo dije ‘nah, imposible, este chabón me está mintiendo’... La cosa es que chateábamos todas las tardes a partir de las 19 y era súper lindo, porque era todo el día pensar en él, llegar a la tardecita y hablar”.

Un día, de repente, él le dijo que iba a desactivar su cuenta en la app, y le pidió a Gabriela su Facebook. “Yo quería ver cuán real era, o si me estaba metiendo. Obviamente, vi todas sus fotos y siguió el chat por Facebook hasta que un día dijo de vernos”, narra. Hace una pausa y aclara: “nunca contaba esto en mi casa porque me iban a matar, imaginate la distancia... Me iban a decir ‘te juntás con gente que no conocés’, pero tenía una amiga que sabía todo”.

Un día se reunieron en el microcentro porteño a tomar algo. “Y a partir de ahí nunca más nos volvimos a separar -dice feliz-; el tema era cómo explicarle a mi familia cómo lo conocí. Así que dije una mentirita piadosa para que no me critiquen, y no les conté que lo había conocido por las redes. Les dije que trabajaba para la facultad”, cuenta. Recapitulando: además de haber chateado con un desconocido, en tiempos en los que todavía no era moneda corriente (2016), ¡le mintió a su familia! y spoiler: sus familiares se están enterando ahora, cinco años después, con la publicación de esta nota. “Había varios miedos, por ejemplo, a que no sea la persona que estaba en el perfil o que sea algo turbio -remarca-; pero gracias a Dios no fue así”. Hoy, Gabriela continúa en pareja y más feliz que nunca: en pandemia se convirtieron en padres de Milagros, de siete meses.

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