Táctica para que sea Burra

Táctica para que sea Burra

Anoche en todos los corrillos porteños preguntaban quién es ese tal Mansilla que va a ser gobernador de Tucumán. Una vez más la Nación se reía y presumía de cómo desde Buenos Aires se pueden manejar los hilos de esta provincia. No iba a ser la primera vez.

La decisión de poner al gobernador Juan Manzur como jefe de Gabinete era determinante para que en poquísimas horas se alterara toda la estructura institucional de la Provincia. Una de las condiciones que había puesto el Gobernador tucumano para aceptar el convite era que Osvaldo Jaldo, el vicegobernador que eligieron los tucumanos, no reemplace al gobernador. Es decir que no se cumpla el orden constitucional.

Eso que parecía una locura en boca de porteños y funcionarios nacionales empezó a tener fundamentos entre los tucumanos. Es más, la solución que se le encontró era de una simplicidad tal que en minutos se rompía toda la lógica que eligieron los tucumanos con su voto hace dos años.

Manzur necesita que lo autoricen a tomarse una larga licencia como gobernador. De esa tarea debe ocuparse la Legislatura. Para ello el gobernador debe enviar una nota con su solicitud a la Cámara y esta inmediatamente reunirse para autorizarlo a jurar como jefe de Gabinete y a conservar el cargo de titular del Poder Ejecutivo.

Y ahí empezaron las elucubraciones para cumplir con el sueño de Manzur. Se proponía que en la misma sesión se cambien las autoridades de la Legislatura. Algún oficialista iba a proponer que Sergio “La Burra” Mansilla fuese elegido presidente subrogante y luego como vicepresidente de la Cámara se iba a postular a Regino Amado. De esa manera se desarticulaba la actual conducción que completan el jaldo-peronista Antonio Ruiz Olivares y la bussista Sandra Orquera.

Pero faltaba mover la pieza más importante de este intrépido ajedrez que proponía la Nación para cumplir con el capricho de Manzur: Hay que sacarlo a Osvaldo Jaldo del sillón de vicegobernador. Con esas intenciones lo llamaron por teléfono Sergio Massa y el flamante ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. Lo interpelaron con la absoluta confianza y soberbia de que cuando llaman desde la Rosada o desde el Congreso el pedido es una orden. Y, en este caso además llevaba una carga tentadora: una silla en el directorio del Banco de la Nación Argentina. “No”, fue la lacónica respuesta de Jaldo. “Pensalo y luego hablamos de nuevo”, fue el insistente y amenazante cierre de la conversación. Es que todavía falta que Cristina y que Alberto lo llamen a Jaldo. ¿Podrá resistir? ¿Debe resistir? ¿Se le puede decir no al presidente de Diputados y a este otro Fernández, pero también al Presidente y a la vicepresidenta? Hasta anoche, la respuesta era que sí se le podía decir que no.

No es común que un tucumano ocupe lugares preponderantes en la conducción del Gobierno nacional. Manzur, precisamente, reinstaló ese hecho trascendental cuando fue ministro de Salud de la Nación. Ahora vuelve a hacerlo. Sin embargo la importancia de semejante logro en lugar de enorgullecer a Tucumán lo sacude institucionalmente. Para solucionar un problema de la Nación no tienen empacho en desarticular la estructura institucional de nuestra provincia. Demasiado. El poder no es propiedad de una persona, sino una delegación de la ciudadanía.

Pero es comprensible que se confundan. Cristina cumplió su capricho. Le ganó la pulseada a Alberto. Hizo que todos los que renunciaron se quedaran y, por el contrario, los que se quedaban se tuvieron que ir o cambiar de lugar. ¿Manzur quiere seguir la escuela cristinista? La definición del nuevo gabinete tranquiliza a la Nación y crispa los nervios de los tucumanos. Las próximas 72 horas serán pura tensión.

Comentarios