Hojeando el Diario: hace 90 años pasaba el Yira Yira por Tucumán

Hojeando el Diario: hace 90 años pasaba el Yira Yira por Tucumán

EN MENDOZA. El pequeño avión cayó sobre el parque San Martín, murió el acompañante y luego el piloto debido a las heridas.  EN MENDOZA. El pequeño avión cayó sobre el parque San Martín, murió el acompañante y luego el piloto debido a las heridas.

Desde 1911 cuando se vio la primera aeronave surcar los cielos tucumanos, no pasó año sin alguna visita aérea de trascendencia. Esto demostraba el valor que se le daba a los vuelos. Además de las proezas de nuestros pilotos y sus trabajos para la aeroposta, se hacían presentes aventureros del aire de gran espíritu y gallardía. Pocos días antes de septiembre de 1931 había muerto Mirian Steford al caer su avión en San Juan. Y los primeros días de ese mes nuestro aeródromo recibía un pequeño avión monoplaza Fairman pilotado por un aviador cuyo nombre traía recuerdo del pasado: Justo José de Urquiza.

Iba a recorrer las 14 provincias pero el viaje previo a la llegada a Tucumán había sido extenso y extraordinario. De acuerdo con el relato de nuestro diario, “el raid que realiza Urquiza es tanto más interesante cuanto que lo lleva a cabo en una máquina tipo avioneta, bastante similar al Chingolo que usó la malograda aviadora Stefford. En efecto el animoso piloto ha querido salir de lo común y hace unos dos meses resolvió adquirir el pequeño avión y volar desde París hasta las costas africanas para cruzar el océano en vapor y luego seguir vuelo desde Río de Janeiro hasta Argentina, cuyas 14 provincias serían visitadas por el aviador”.

Homenaje

El nombre de la pequeña aeronave quizás fue un homenaje al famoso tango de Enrique Santos Discépolo, de 1929, y cuya mejor versión fue de Carlos Gardel: “Yira Yira”. Tenía un motor Renault de 95 caballos y una autonomía de siete horas. Se resaltaba: “la avioneta Yira Yira con 150 litros de nafta puede cubrir sin hacer escalas unos 1.100 kilómetros”. Otro dato técnico debe ser tenido en cuenta es el plafón (techo de vuelo) de la nave de apenas 3.000 metros, “razón por la cual debe barrenar las montañas zigzagueando por las quebradas y eludiendo así las alturas máximas”. Según nuestros colegas de hace 90 años, con esta técnica “cruzó los Pirineos y lo hará para cruzar las provincias andinas de nuestro suelo”.

Tomando el texto de la noticia de la llegada del Yira Yira podemos ver que los tucumanos seguimos con algunas actitudes poco civilizadas. Veamos: “ayer, tarde, entre las nubes de humo de la maloja ardiente que envuelve la ciudad, descendió en el aeródromo Matienzo la avioneta pilotada por el argentino Urquiza”. Como vemos desde entonces algunos inescrupulosos hacen de las suyas contra el medioambiente y la seguridad de los tucumanos.

En cuanto a la descripción del piloto se dijo: “un muchacho tostado por el sol africano que recibió en pleno rostro, y por el sol y el viento chaqueño que topó ayer, descendió del pequeño agujero que es la carlinga del avión Farman. A los pocos instantes nos había dicho todo y habíamos adivinado la peregrinación de este valiente joven criollo trazando líneas en el espacio con una endeble avioneta que le ha respondido con una heroicidad mecánica digna de admiración y de elogios”.

En todo el fuselaje del avión podían leerse mensajes de aliento, de apoyo y de reconocimiento que habían sido escritos por habitantes de cada punto visitado por el piloto a lo largo de su raid.

Un mensaje escrito por Ramón Villa Cisneros de la localidad de África occidental Río de Oro, última de aquel continente hasta de cruzar hacia América: “bienaventuradas las madrinas latinoamericanas que desde allende los mares intentan mitigar las cuitas de los aviadores del Sahara, trayéndonos con sus misivas, el optimismo indecible para vencer el punzante tedio y olvidar es profunda nostalgia de la patria lejana; nosotros os lo agradecemos con el corazón y el alma… y como buenos españoles”.

En la provincia

Urquiza llegó a Tucumán el 4 de septiembre. La nota anterior era del 25 de julio y se sabe que a mediados de mayo aún se encontraba en París, entrenándose en el manejo de la aeronave. El recorrido del aviador hasta tocar tierra en Tucumán ya superaban los 9.000 kilómetros realizados por los cielos de Europa y de África.

Tras el aterrizaje, los saludos de rigor con las autoridades del Aero Club local en la figura de Ernesto Nougués, los abrazos y saludos de la multitud que rodeó la nave; el piloto se dio tiempo para una pequeña charla con nuestro colega.

Al ser consultado sobre su partida, dejó entrever que no lo recordaba con precisión. “Estimo que fue en la primera quincena de julio”, dijo. Agregó: “salí de la base de Farman, en las cercanías de París”. En ese momento rememoró el problema que se le presentó: “a las dos horas de salir de París, una rotura del radiador me obligó a buscar un terreno para descender y saben ¿dónde fui a dar? A una quinta, donde unas señoras estaban tomando el té. Con el exquisito savoir faire de todo buen francés y con el susto explicable, me preguntaron qué me había hecho, qué deseaba, qué iba a hacer, etc. Como todo fue insignificante, algunas horas después pude seguir viaje”.

Como esta, el piloto en su largo recorrido debe haber tenido miles de anécdotas de viaje que quizás no tuvo tiempo de relatarlas. Las que contó demuestran que realmente fue una aventura increíble.

Trágico final

Aunque no se acordaba cuando había embarcado para cruzar el Atlántico si recordó que el Yira Yira fue embarcado en la ciudad marroquí de Dakar, tras recorrer más de 9.000 kilómetros habiendo cruzado el Mediterráneo y buena parte de las costas occidentales de África.

El puerto sudamericano que lo recibió fue Río de Janeiro desde donde despegó una semana antes de llegar a Tucumán. Según su relato pasó por las localidades brasileñas de Florianópolis y Porto Alegre; la capital uruguaya, Montevideo, y las ciudades argentinas de Concepción del Uruguay, Posadas, Resistencia, Santiago del Estero y Tucumán.

Aquí estuvo unos tres días, ya que se tomó una jornada para ir hasta Salta y Jujuy. Según el recuento de su viaje hasta la llegada al Jardín de la República ya había recorrido más de 14.000 kilómetros en unas 160 horas de vuelo.

Urquiza, que tenía un carácter ameno y amigable, destacó que tras la estadía en Tucumán su raid continuaría hacia Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y finalmente Buenos Aires.

Quizás debamos reparar en que esta parte del recorrido iba a ser las más exigente para la aeronave, que como vimos tenía plafón bajo e iba a necesitar hacer ciertas maniobras para superar las cumbres retrasando el recorrido.

El 2 de noviembre de 1931 el Yira Yira se desplomó sobre la zona del parque General San Martín, de Mendoza, conocida como Prado Español. En el accidente falleció el acompañante de Urquiza, Manuel Vázquez Gatti, y pocos días después debido a las heridas también falleció el piloto que había dejado su buena imagen en Tucumán.

El pequeño avión estaba al mando del piloto Justo José de Urquiza. Recorrió más de 14.000 kilómetros

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