

Llevamos a nuestros niños, nuestros nietos al Circo El Mundo, para descubrir con alegría que el circo no ha muerto, que existe todavía el Mundo del Circo. Empujados por la nostalgia de una infancia de azahares, de rayuelas, de trompos, de figuritas y de carreras de autitos en el pavimento, infancia del siglo ya pasado pero en la que los niños siempre encontraban maneras de jugar, compramos entradas y nos atrevimos a cruzar la puerta mágica de la gran carpa. Descubrí maravillado que esa gran carpa, esos grandes equipos, grandes camiones y casillas rodantes están manejados por un grupo, por una familia de 60 personas y que cada una de ellas, hombres, mujeres y niños ejecuta muchas y diversas tareas con un espíritu cooperativo poco común en estas tierras de desvalorización del trabajo humano. De origen yugoslavo algunos de ellos, tuvieron que afrontar la pandemia inmovilizados e impedidos de trabajar en lo suyo en el municipio de Tafí Viejo, según me contaba la señora esposa del dueño, quien además de dueño maneja los camiones, hace magia magia en el escenario y magia de coordinar una familia tan grande, familia cuyos lazos están en el amor por lo que hacen y no en la sangre. Se me ocurrió pensar mientras miraba la función que este grupo de personas es un ejemplo a imitar en estos tiempos de escepticismo y de penuria. Resistieron a ese año de inmovilidad obligada buscando trabajos en Tafí Viejo que incluían la recolección de citrus, el trabajo en bares, y aplicando la misma energía que en su trabajo cotidiano pudieron abastecerse y persistir en lo suyo, hasta que comenzaron otra vez con lo suyo. La magia del circo estuvo ahí, se la reconocía en la mirada de los niños, en las risas, en la pura alegría. Como se trata de un espectáculo de gran calidad, creo que es muy bueno que lleven a sus niños a disfrutar de algo que es muy diferente de un celular.
Franco Eugenio Nanni
Franco1618@yahoo.com







