“El Reino” y la realidad: la campaña evidencia el poder de los cristianos evangélicos

“El Reino” y la realidad: la campaña evidencia el poder de los cristianos evangélicos

Pastores y fieles tienen un protagonismo creciente en la contienda electoral. Con vinculaciones en el oficialismo y en la oposición, autoridades de las distintas iglesias admiten avances y objetivos políticos, pero rechazan la faceta oscura que retrata la serie taquillera de Netflix.

“El Reino” y la realidad: la campaña evidencia el poder de los cristianos evangélicos

“El Reino”, la serie con guión de Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, es una ficción, pero, como todo producto de la imaginación, está inspirada en una realidad que es muy palpable en Tucumán: la expansión política de las iglesias cristianas evangélicas. Las autoridades e integrantes de estos cultos son actores activos de la campaña, y su apoyo es apreciado en las distintas vertientes del oficialismo y en la oposición. Reuniones, actos y candidaturas proyectan la influencia creciente de pastores y rebaños, que no ocultan sus aspiraciones de ocupar cargos públicos y de sentarse en la mesa donde se toman las decisiones. Aunque conceden que los evangélicos no están blindados frente al mal y las tentaciones, reivindican el liderazgo anclado en la vocación de servicio al prójimo y rechazan el costado oscuro retratado en “El Reino”, una historia donde la fe opera como telón de fondo para un proyecto de poder fundado en la ambición, la manipulación y la falta de escrúpulos.

La serie es una producción del empresario camaleónico Hugo Sigman (Grupo Insud), también fabricante del principio activo de la vacuna anti-covid-19 AstraZeneca y, como tal, pieza clave de la inmunización planificada por el Gobierno de Alberto Fernández. Protagonizada por un elenco de actores destacados (“Chino” Darín, Diego Peretti, Mercedes Morán, Nancy Dupláa y Peter Lanzani, entre otros), la primera temporada de ocho capítulos figura en el tope de las reproducciones de Netflix en el mercado argentino. La polémica, claro, ayudó a la taquilla. Es que la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina se pronunció en contra de “El Reino” y cuestionó la militancia feminista de la coautora Claudia Piñeiro.

La controversia sirvió para volver la mirada e indagar acerca de la repercusión local de un fenómeno en crecimiento desde hace décadas, que eclosionó en los Estados Unidos con Donald Trump y en Brasil con Jair Bolsonaro, y que escala posiciones velozmente en Colombia, Bolivia y por doquier en América Latina. Aunque con otro ritmo, el movimiento evangélico también se afianza en el país: según algunos cálculos, más del 15% de la población asiste a alguna de las miles de iglesias activas. Ese desenvolvimiento es tangible en Tucumán, y se aceleró como consecuencia de los temores y penurias que infundió la pandemia, según los pastores Ana Valoy y Claudio Morata, y la legisladora oficialista Sandra Mendoza. Por separado y con argumentos distintos, los tres coinciden en que un desempeño de esta naturaleza debe estar representado en los órganos del Estado.

Y ciertamente la bendición de los evangélicos comienza a ser un bien disputado entre los dirigentes sin distinción de colores. Se pueden citar tres ejemplos recientes. El 6 de agosto, el gobernador, Juan Manzur, se subió al escenario que las pastoras habían armado en el Hipódromo. Un par de semanas antes, el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, había recibido el apoyo de la Federación de Pastores de Tucumán. Más o menos en la misma época, los intendentes radicales Roberto Sánchez y Mariano Campero habían celebrado la alianza con el partido evangélico UNO (Una Nueva Oportunidad) de Valoy. La variedad de fotos demuestra la heterogeneidad de los cultos, pero también el volumen que estos han adquirido en términos de proselitismo y de canteras de votantes.

“Cosas raras”

Para entender la situación lo primero que hay que saber es que el de los evangélicos es un mundo complejo, donde cada iglesia goza de autonomía: sólo en Tucumán habría alrededor de 1.600. En esa diversidad existen en principio tres puntos en común: la lectura de la Biblia, la ayuda social y la autosustentación económica. Mendoza, Valoy y Morata refieren que en estos ámbitos la relación con Dios se construye en gran medida a partir de la necesidad espiritual y material, y de la contención que brinda la comunidad. Es frecuente que los evangélicos administren comedores, merenderos y albergues, y que prediquen en cárceles, hospitales y grupos de adictos. Las crisis socioeconómicas permanentes abonaron el terreno en el que siembran. Y pareciera que su red tiene mayor alcance que la del Estado y que, en cualquier caso, recoge lo que el Estado abandona.

“Mucha gente llega a la iglesia en un estado de desesperación”, cuenta Mendoza, precandidata a senadora por la lista Lealtad Peronista que responde al gobernador Manzur. Mendoza dice que tal vez haya “chantas”, pero que son una minoría. Ella sabe bien de qué se trata porque a los 12 años, cuando falleció su padre, se acercó a unos evangélicos en Atahona: “y allí me quedé hasta que conocí a José (Orellana, su esposo e intendente de Famaillá). Me identifico plenamente con esta vivencia religiosa: fui tratada como una hija por una pareja de pastores. Es falso que haya cosas raras. Ni sacan la plata ni cambian la mente. A la transformación la hace Dios”. Entre los logros recientes del culto en la esfera local destaca dos en los que tuvo participación en su condición de legisladora: la declaración de Tucumán como provincia provida, y la sanción de la Ley 9.130, que instituye el 31 de octubre como “Día Provincial de las Iglesias Evangélicas y Protestantes”, e incorpora la fecha al calendario de actos y conmemoraciones oficiales.

Reacción a los valores

“Soy pastora cristiana evangélica ordenada hace 12 años, psicóloga social y licenciada en Ciencias Políticas. Presido el partido UNO en la provincia y me desempeño como vicepresidenta de la entidad nacional, que nuclea a pastores. Me preparé para la política. Incluso escribí un libro titulado ‘Constructores de nuevas realidades’ donde precisamente impulso la participación de los cristianos evangélicos en la pugna por los cargos públicos. No podemos ocuparnos de lo celestial y abandonar lo terrenal. ¿Por qué en vez de estar en el asistencialismo atendiendo a las víctimas del sistema no dar un salto estratégico-cualitativo hacia el gobierno?”, interroga Valoy, precandidata a senadora en la lista de Juntos por el Cambio que pergeñaron Campero y Sánchez.

Si bien admite que no vio “El Reino” para “no darle rating”, Valoy está segura de que la serie no refleja al proyecto del que forma parte. Afirma que allí trabajan “a pulmón y por amor”, de manera silenciosa y vocacional, y que ella apuesta por trasladar esas virtudes al Estado.

“Sé que ‘El Reino’ toma lo que viene ocurriendo en otros lugares: en la Argentina estamos retrasados, pero también vamos hacia eso. Nosotros formamos a los dirigentes para que se involucren con excelencia, para que levanten la bandera de la transparencia y se aparten de la corrupción. Es lo que se espera de los evangélicos: hay una expectativa moral. Eso es muy lindo. El cristiano evangélico no puede robar ni mentir”, describe Valoy. Y enfatiza que está tan convencida de su destino que hasta anima un grupo llamado “Nacidos para gobernar”.

En su triple calidad de pastor; de vicepresidente de la Federación de Pastores Evangélicos de Tucumán, y de presidente del partido provincial Lealtad y Dignidad, Morata analiza que “El Reino” no puede tomarse por verdad, pero que sí es cierto que llegó la hora de que las iglesias descendientes de Martín Lutero entren en el gobierno.

“Primero estuvieron los políticos profesionales; después los empresarios y los gremialistas, y ahora viene nuestro tiempo. La serie de Netflix está impulsada por la izquierda para desprestigiarnos: tienen miedo de que hombres con valores ocupen los lugares de poder”, observa. Morata ubica a Manzur, y a sus “pañuelos verdes” Pablo Yedlin y Rossana Chahla (respectivos precandidatos a senador y a diputada) en el cuadrante de “El Reino”: “nosotros estamos en contra de esa visión. Los pastores damos un apoyo masivo al vicegobernador Jaldo porque él declaró provida a la provincia. Y porque se ha comprometido a que la iglesia sea un servicio esencial”.

Morata también tiene reproches para la oposición: dice que en 2011 la ex concejala Sandra Manzone y hoy precandidata a senadora de la lista Cambiemos Juntos lo sacó del Concejo con el auxilio de la “clase política” (Manzone judicializó el recuento de los votos y la Justicia le dio la razón con base en la apertura de 20 urnas). “En el debate de esta semana (transmitido por Panorama Tucumano, ciclo de LA GACETA) escuché cómo la precandidata Beatriz Ávila (Juntos para Construir) recordó a Manzone que la habían ayudado a llegar en ese momento. Es decir, no fue la voluntad popular. Así me vengo a dar con la buena verdad: nosotros necesitamos recuperar el liderazgo”, reflexiona Morata, que hace 10 años intentó convertirse en edil acoplado a la reelección de José Alperovich.

Sueños del rey

El  origen y el manejo de los recursos que financian la tarea de los evangélicos y a sus autoridades es un aspecto sensible de la historia que narra “El Reino”.  “Nosotros pagamos nuestras cuentas a diferencia de la Iglesia Católica, que es sostenida por el Estado. Esta es una distinción fundamental”, explica Valoy, quien añade que las organizaciones deben registrarse en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación. La precandidata y pastora también rechaza la asimilación del cristianismo protestante a otras sectas religiosas donde proliferan el fanatismo y la falta de apertura.

Mendoza y Morata desmienten que exista un circuito de financiamiento permanente de fuente política que sirva para aceitar las relaciones, y extender las líneas de los punteros. “Siempre me solidaricé con las necesidades de los evangélicos, como hacemos con las de todo el mundo que toca nuestras puertas. Puede que los ayudemos con una traffic para ir a algún lugar o con un cajón para el caso de fallecimiento. Es la asistencia usual en una emergencia, pero siempre es voluntaria: no presionamos a nadie. Además, sé que la gente, por muy creyente que sea, no va a votar al candidato del pastor”, relata la legisladora Mendoza.

Morata, pastor de la Iglesia Vida y Salvación de las Naciones ubicada en Villa 9 de Julio de San Miguel de Tucumán, insiste en que los miembros del culto aportan según sus posibilidades, y que hay autoridades que son profesionales o empresarios. “Los invito a ir a las iglesias a ver las obras que hacemos y que no hace el Poder Ejecutivo. Que yo sepa un pastor no recibe dinero de nadie del Estado, pero si un concejal, intendente, gobernador, vicegobernador y legislador contribuye, bienvenido sea. ¿Quién no quiere una ayuda para concretar su sueño?”, interroga. Un razonamiento similar anima el pastor evangélico Emilio Vázquez Pena que encarna Peretti en “El Reino” y cuyas intrigas ya tienen asegurada la segunda temporada.

“No puede sorprendernos que haya falsas autoridades eclesiásticas”

García, pastor de la Iglesia Anglicana, expresa que él no se siente atacado por “El Reino”

Roberto García trabaja en el Tribunal de Cuentas y es pastor de la Iglesia Anglicana establecida en la provincia desde 1995. En un diálogo con LA GACETA dice que sí vio la serie y que le parece que está bien hecha: “tiene intriga. Dan ganas de ver el capítulo siguiente. El personaje que sobresale, Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), es un caso concreto: un pastor que no representa a todos los pastores. No tengo por qué sentirme atacado. Pero sí me doy cuenta de que los que ven la serie tomarán una posición, y pueden llegar a pensar que la política y la religión son una porquería”. Advierte que la corrupción aparece planteada de una manera grotesca. “Es algo que no debe sorprendernos. El Evangelio de Mateo 24,11 anticipa que vendrán falsos profetas. Los que leemos la Biblia sabemos que puede haber autoridades eclesiásticas que se vistan como tales, pero que en su interior no lo sean. Tenemos que estar preparados para identificarlas”, dice. García se toma con calma la posibilidad de que la religión sea usada para cometer delitos o para el beneficio personal de sus líderes. “No tendría que ser así, pero somos todos pecadores y falibles, tanto quien está en el primer escalón o el último de la sociedad. Somos imperfectos y necesitamos, y por eso buscamos a Dios”, refiere. E insiste en oponerse a la generalización: “no se puede estigmatizar al conjunto de los pastores por el hecho de que alguno falle”. El anglicanismo es un culto fundado en la misión. García precisa que, en ejercicio de la autonomía típica de esta clase de confesiones, los anglicanos prefieren no confundir religión con política. “La iglesia trabaja en el campo social y ayuda a las personas no por dinero, sino porque ve que Cristo está en el otro”. Concuerda en que los evangélicos están en la mira de los políticos: “de alguna manera eso puede ser favorable, pero el pastor debe tener una ética. No puedo influir e influenciar a ninguna persona en función del partido que tome. La autoridad eclesiástica está para predicar la salvación de Cristo”. En cuanto “El Reino”, afirma que el fenómeno en auge de las iglesias evangélicas genera resistencias de parte de los laicos o no creyentes. Y razona: “los guionistas (Piñeiro y Piñeyro) son críticos de la religión y por eso profundizaron en la faceta negativa. Si me pidiesen que escriba el libreto, mostraría la mejor parte del cristianismo y de su idiosincrasia. Pero también es hermosa la diversidad. Si Dios hubiera querido que seamos todos iguales, seríamos robots”.

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