Privilegios del poder: Gobernar para ser recordados como querían los griegos

Privilegios del poder: Gobernar para ser recordados como querían los griegos

Por Sebastián López Calendino / Subdirector del Observatorio de Estudios Electorales de la Universidad Nacional de La Plata.

22 Agosto 2021

Los antiguos griegos no podían concebir que su existencia pasara por este mundo sin gobernar, por al menos un período de tiempo, la “polis” (Ciudad-Estado) en la que habían nacido. El ciudadano griego vivía por y para su ciudad: lo hacía con espíritu de servicio público, le importaba mucho su accionar. Era, en definitiva, por lo que lo iban a recordar.

En la Argentina de 2021 pasa lo mismo, pero por otros motivos. Es muy probable que termine el año con casi el 50% de la población bajo la línea de pobreza. Si a ese ingrediente le sumamos los ingresos altos, muy altos y siderales con los que se “encuentran” los dirigentes cuando ocupan un cargo en el gobierno, y la falta de oportunidades para desarrollarse en forma privada, se produce una combinación de tipo explosivo.

Ya no es el honor de ocupar un cargo de gobierno como servidor público, proponiendo solución a los problemas más acuciantes que le pueda tocar resolver. Ya no está la preocupación de ocupar un cargo sin estar preparado para ello, o es más, ni siquiera “tocar de oído”. Hasta me atrevo a decir que tampoco es una cuestión de poder, en muchos casos.

Una vez elegido, comienza la posibilidad de hacer ingresar también a parientes (políticos también, por que no), sin importar si se prepararon para ello, o, al menos, si manifiestan interés o conocen cuál será la función que les toque ocupar. Para ello hay tiempo. De este modo ya no le “bolsiquearán” los ingresos que para todas y todos no alcanza.

Sin perjuicio de ello, de todos los cargos que se elegirán en septiembre y en noviembre, podemos encontrar precandidatos y candidatos que tienen vocación de servicio, vocación de cambiar la realidad. Los otros, los que viven del Estado sin vocación, estarán cómodos.

Por estas y otras tantas cuestiones, la distancia de la clase dirigente con la ciudadanía en general es cada vez mayor. José Saramago en “Ensayo sobre la lucidez” ya lo escribió: la ciudadanía no fue a votar o anulaba su voto. Es hora de ponernos a pensar lo que costó conseguir nuestra democracia ininterrumpida. No hay que subestimar al electorado, estemos a la altura y vayamos a votar de manera informada.

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