

Leila Mohanna
Consejo Federal de Estudios Internacionales
Al parecer, el gran autor de tangos Alfredo Lepera tenía razón. Veinte años de presencia norteamericana en Afganistán y volvieron los talibanes… la historia en círculos.
Después de años de enorme gasto militar y de inversión en la estrategia de Nation Building, Estados Unidos anuncia su retiro. En la crónica de una toma anunciada, los talibanes se hicieron con Kabul en menos tiempo del esperado para los estrategas norteamericanos. Biden repite una y otra vez que el efecto de la salida de las tropas hubiese sido el mismo sin importar el momento en el que se lleve a cabo, y recalca que para Estados Unidos, Afganistán es tarea cumplida.
Ahora bien, ¿cuál era esa tarea? Luego de los atentados a las torres gemelas en 2001, se inició la invasión a Afganistán, que tenía como objetivo aniquilar a este nuevo enemigo escurridizo, cuya cara visible era Osama Bin Laden y la organización Al Qaeda. Así comenzó a configurarse desde la administración Bush, la estrategia de la “guerra contra el terrorismo”. Los neoconservadores que acompañaron su gobierno terminaron plasmándola en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002, donde se planteó, además, que la expansión de la democracia y los valores norteamericanos también eran un objetivo de la política exterior. En el mismo documento, se mencionó la posibilidad de recurrir a guerras preventivas, lo que dio respaldo a la invasión a Irak, que se llevó a cabo en paralelo con la presencia de tropas en Afganistán, las cuales aún luchaban contra los talibanes mientras se desarrollaba el proyecto de reconstrucción nacional.
Esa costosa política “imperial” tuvo fuertes detractores, a los cuales la crisis económica del 2008 en Estados Unidos, les brindó aún más argumentos en contra de la presencia de tropas en guerras con las que el ciudadano norteamericano no se siente identificado.
En ese marco, Barack Obama llega a la Casa Blanca con la idea de girar la política exterior hacia el Pacífico, pero nuevamente los acontecimientos en el Oriente Medio y el Norte de África captaron la atención occidental. La denominada Primavera Árabe vuelve a poner a la región en un rol protagónico, y resurgen las discusiones sobre el rol de Estados Unidos como potencia global y su actuación en la región y en todo el globo.
En el 2011, luego de capturar y asesinar a Bin Laden en Pakistán, se plantea un retiro de tropas de Afganistán, estableciendo un calendario que no llega a cumplirse.
Por su parte, Donald Trump, bajo su estrategia America First, comienza una negociación con los talibanes en Doha, con miras a lograr una salida acordada, de la mano de una promesa de los talibanes: no permitir que el territorio afgano se utilice como base para planear o llevar a cabo acciones que amenacen la seguridad de Estados Unidos. Este acuerdo de 2020 tácitamente acepta el poder talibán en el país. El gobierno del presidente Ghani no participó en las negociaciones, aunque se preveía que las conversaciones con los talibanes se deberían hacer a futuro. Por otro lado, era de esperar que serían las fuerzas de seguridad afganas las que tomarían el control de la situación después de la retirada de las fuerzas occidentales. Un error de cálculo ante la visible debilidad del gobierno.
Las imágenes del aeropuerto de Kabul fueron impactantes, pero no debieron sorprender ante la rápida avanzada talibán de las últimas semanas.
A la luz de los resultados, cabe preguntarse de qué sirvieron los millones de dólares gastados y las miles de vidas perdidas en esta contienda.
Los acontecimientos despertaron sendos debates dentro de la política norteamericana. Para algunos, no hay duda de que se trata de una rendición, y surgen los paralelismos con la caída de Saigón. Pero es probable que, a largo plazo, la decisión de Joe Biden genere más adeptos, pues el retiro de Afganistán puede significar la liberación de fondos y recursos humanos para dedicarlos a otros objetivos.
Por su parte, China y Rusia sabrán aprovechar este vacío para aumentar su influencia en la región. Medios chinos ya utilizan la noticia para presentar a Estados Unidos como un aliado poco confiable.
Por lo pronto, cabe esperar que los talibanes cumplan con sus promesas y se adapten a un nuevo contexto global, muy diferente a la década del 90, cuando ostentaron el poder de forma violenta y represiva… Nuevamente Lepera: ”guardo escondida una esperanza humilde…”







