Luis Albornoz: “El arte no tiene jefes, sólo referentes”

Luis Albornoz: “El arte no tiene jefes, sólo referentes”

Figura fundacional del rock tucumano, el guitarrista fue uno de los mentores de la Pequeña Banda de Tricupa y de Redd. El ambiente local de los 70 y el reconocimiento nacional. El espíritu independiente.

EN EL PARQUE. Músico de larga trayectoria, Luis Albornoz es también contador público nacional. EN EL PARQUE. Músico de larga trayectoria, Luis Albornoz es también contador público nacional.

Un consuelo se desliza por el diapasón. Cae la lluvia. La pasión de Wilmer se desata en la ansiedad de unos ojos. El sol celestial se derrama en la ventana. “Si lo amas esta noche...”, susurra la guitarra. Un vuelo prenatal se insinúa en las voces. La Pequeña Banda de Tricupa, telonera de Aquelarre, está ofreciendo su abrazo sonoro en el club Caja Popular, en esa primavera de 1974. “El autoconocimiento que tengo me ayuda a direccionar e interpretar, casi orquestalmente, todos los trabajos. Son muchos años de transitar este camino interior, como un rol de vida. Por ello entiendo tanto a los grandes compositores del rock. En algún punto, no me son ajenos para nada. Las redes me confirman esos pensamientos, que en aquellos días intuías por entrevistas o libros. No solo la música es infinita. Nosotros también”, dice Luis Albornoz, dinosaurio del rock tucumano y uno de los mentores de la mítica banda de los años 70, integrada además por Oscar Imhoff, Atilio Papucho Díaz, Juan Escalante y Roberto Giambastiani. Compositor, guitarrista, Albornoz (1952) fue un protagonista activo de este género musical.

- ¿Cómo arrancaste en esta movida que marcó una época de gran ebullición musical?

- En el 64, ingreso a la secundaria, y mi papá me regala la primera guitarra eléctrica Superton que aún conservo, aunque bastante destruida. Años más tarde, la utilicé en los primeros días de ingresar a Los Sabuesos en el 68. Fue mi banda madre, con Ernesto Aráoz, Papucho Díaz, Marcelo Albaca y Dany Keter. Y allí comienza mi carrera musical. Mi primer show fue en TV blanco y negro. Ya venía con un background importante de información rockera, porque tenía amigos que eran fans del rock inglés y tenían acceso a copias de álbumes de bandas grosas, que llegaban para difusión: Yardbirds, Byrds, Dave Clark Five, Stones, Animals... Más bien mi formación fue autodidacta, porque aquí en esos días no había quien sepa algo del nuevo planeta artístico. Ya existían Los Truenos, pero hacían música de Los Iracundos y de Sandro. Los Sabuesos migra al flower-power incorporando Doors, Bee Gees, Donovan al repertorio. En los últimos días de esta banda accedo a mi primera Fender Telecaster original y allí sí, mi vida cambió. Me reuní con amigos de otros grupos, con quienes, sin saberlo ya compartíamos inquietudes muy fuertes de llevar nuestro arte un paso más arriba y de eso nació La Pequeña Banda de Tricupa. En el 71 tocamos en Barock, el Woodstock argentino, junto a las bandas más famosas del increíble y talentoso rock nacional de esos tiempos.

- ¿Por qué se llamó Tricupa?

- Tricupa es un juego de palabras con Tripa, Cúpula y Papucho, nuestro bajista. Tricupa dejó de trabajar, pero nunca se separó. En 1975, Giambastiani se exilió junto a su esposa en Francia. En 1976 realizamos el último trabajo con Juan Escalante, quien ya estaba haciendo otras cosas. Al año siguiente, hubo una propuesta de ir a Buenos Aires para dedicarnos a la música, pero yo tenía compromisos laborales y quería armar mi familia, además de terminar mi carrera profesional de la que solo me faltaba la tesis. Juan también estaba en este punto y con su hijo Juan Manuel ya nacido. No era viable en esos años. La explosión rockera fue post Malvinas, en el 82. No llegamos. A partir de ese momento, interpreté mis propias composiciones y arreglos hasta hoy. Me di cuenta de que las puertas que abre la música no reconocen fronteras. El Viejo Mundo no nos alcanzaba. Queríamos establecer, y lo hicimos, nuestras propias reglas y costumbres. Y todo sonorizado a través de nuestros cabellos largos.

Luis Albornoz: “El arte no tiene jefes, sólo referentes”

- Luego vino Redd, un grupo que alcanzó proyección nacional, con elogiosas críticas…

- Después de la “Leyenda en Octavo”, último trabajo de Tricupa, llegó Redd en enero de 1977, de la mano de Juan Escalante y Esteban Cerioni. Este fue mi mayor desafío. Todo, absolutamente todo, fue nuevo en ese camino. Buscamos la excelencia, llevando al límite nuestra capacidad interpretativa y creativa. Nunca tuvimos referencias a mano en esto. Solo el rock progresivo inglés, pero como una herramienta de análisis musical: componer, grabar y editar los dos álbumes oficiales a fines de 1979, a partir de lo cual vinieron importantes participaciones como el Festival de la revista Humor en el Estadio de Obras y teatros de Buenos Aires y Rosario. Redd tuvo reconocimiento de la prensa especializada y músicos importantes de esos días, que valoraron nuestro aporte. Pese al difícil momento, nunca tuvimos problemas ni sufrimos censura. Hicimos todo lo que nos propusimos y en el 79, cambiamos a quinteto. ya sin Juan, incorporando la inestimable participación de Oscar Imhoff, Tulio Pussineri en batería y Pollo Raffo en teclados. También, y por poco tiempo, Enrique Mondino en voz y teclados. Redd fue una empresa independiente. Cavoclo fue nuestro sello editor propio, tuvimos a artistas plásticos como Sergio Tomatis y Eduardo Joaquín en puesta y diseños, y el Nene Fulgado fue nuestro manager; Luis Misenta y Fredy Cristo estaban en sonorización y tanta otra gente maravillosa que jamás olvidaré.

- ¿Cómo era el ambiente rockero? ¿Había competencia o camaradería entre las bandas?

- En aquellos días no había mucha camaradería. Más bien, competencia en dos aspectos: equipos e interpretación más ajustada al original. Un detalle era que nadie componía, por lo que todos versionábamos temas famosos, de moda, para conseguir trabajo. Este consistía en bailes y fiestas de colegios. Los recitales no existían y los teatros estaban vedados al rock, por ser una cosa pasajera que no llegaba a la categoría de arte. En eso, los flequillos de Los Beatles y la música tropical dieron pista a una crítica indiferente más que cruel. Éramos chicos adolescentes en la mayoría, buscando. Y cualquier diferencia era bienvenida. La edad trajo el interés por bossa nova, jazz y arreglos más jugados. Recuerdo entre sonrisas, cuando hicimos el primer recital en 1970 en teatro Alberdi con Fantasmas, Bang y Sabuesos, Buriek recibió una reprimenda por haberme prestado la Hagstrom Vicking sueca que tenía. Era maravillosa y me permitió una performance ajustada, ya que yo no tenía todavía un instrumento de ese nivel. Con el tiempo nacieron las solidaridades, por viajes y por traer fierros de afuera o información útil. Roque Salvatierra era nuestro master lutier y las cosas cambiaron para bien. Muchos dejaron la música por estudios o trabajo y allí nació la necesidad de dar un paso adelante. Nació Tricupa.

- ¿Por qué se desarmó Redd?

- Redd no se desarmó hasta el día de hoy. Murieron dos de sus fundadores, Escalante y Cerioni, pero el nombre y actividad sigue conmigo y Juan Manuel Escalante, hijo de Juan, profesor universitario y músico de jazz. Raffo, Pusineri y Garofalo siguen trabajando en Buenos Aires en la música, como docentes y artistas independientes. Aquí, Ricardo Gandolfo también, más su actividad profesional independiente. Redd es infinito, como dice nuestra amiga Gloria Guerrero. Yo también lo siento así. Revaloricé mucho nuestra actividad en estos días, que son tan difíciles. Redd acompañó los cambios personales de sus participantes, como una nave madre. Siempre está y vuelve sin que nadie lo llame. Y todos, por una cosa u otra, pensamos en eso casi siempre. Es algo que te brinda solidez y compromiso artístico. Y un sano orgullo, obviamente. Fue una gran oportunidad esa puerta.

- ¿Cuál es tu mirada sobre producción rockera de los últimos años en la provincia? ¿Tiene características propias?

- Tucumán tiene movidas muy fuertes y diversas. Siempre tuve grandes expectativas de mis colegas. Si bien el tributo a grandes producciones es una constante, sobre todo en los cantantes, creo que el sumergirse en una propuesta más personal es virtuoso. Ese trabajo te cuenta los secretos mecanismos de las supuestas genialidades que no son otra cosa que dedicación y concentración. El arte es una fuente gigante de recursos que el artista combina a gusto. Solo se trata de descubrir cuáles son los propios. Siempre nuestro Jardín fue cuna de propuestas grosas. Hay mucha gente joven estudiando y capacitándose. La tecnología nos acercó lo impensable. Hay que aprovechar todo, pero siempre de forma independiente. Es lo único que te brinda la libertad necesaria. El arte no tiene jefes, solo referentes, es por eso que trasciende nuestro tiempo. Y su impacto es impensado. Un ejemplo fue Tony Williams, el frontman Platters, que le dio base interpretativa a Freddie Mercury sin haberlo conocido, obviamente. De allí el homenaje con Montserrat Caballé a su inspirador. O Robert Johnson, que desde algún lugar del Delta, influenció a Eric Clapton y a los Stones, dándoles varios hits para sus carreras. Tucumán debe mirar más a Tucumán. Los incentivos de una actividad musical hay que crearlos. Como hizo el teatro Maipo en la calle Corrientes, que de la nada armó un segmento artístico que fue crisol de grandes. BB King abrió con su trabajo incesante las radios para la gente de color, cuando ellos estaban literalmente prohibidos. Aquí hay que hacer lo mismo. Eso, con el tiempo, dará grandes frutos. En Londres el Marquee era un bar donde debutó Jimi Hendrix y Cream. Desde lo pequeño, trabajando en los detalles, así se arman las cosas eternas. Como esa Muchacha que Luis Alberto Spinetta compuso a los 17 años.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios