“Hay desinterés por el ambiente, al árbol se lo ve como algo que molesta y ensucia la vereda”

“Hay desinterés por el ambiente, al árbol se lo ve como algo que molesta y ensucia la vereda”

Según Martín Sirombra, Doctor en Ciencias Biológicas, todo está conectado con el maltrato a la naturaleza: la pandemia, la carencia de ecosistemas saludables y nuestra supervivencia como especie. Por eso dice que es urgente emplearse en una restauración ecológica.

ZONA DEGRADADA. Los márgenes del río Sali necesitan un urgente plan de recuperación en el Gran San Miguel de Tucumán. ZONA DEGRADADA. Los márgenes del río Sali necesitan un urgente plan de recuperación en el Gran San Miguel de Tucumán.

Martín Sirombra le pone fichas a la restauración ecológica como el único camino posible para la humanidad. Subraya que nuestra supervivencia como especie está en juego y que el coronavirus no es otra cosa que el emergente de una naturaleza vapuleada. Conviene seguir con atención su razonamiento, sus recomendaciones y las ideas que despliega. Porque a pesar de la gravedad de la situación, conserva la mirada optimista. Eso sí: recalca que estamos al límite, parados al filo del acantilado y de cara al abismo.

- ¿Qué análisis podemos hacer a esta altura de 2021?

- Desde el punto de vista epidemiológico no creo que la pandemia vaya a pasar este año. Va a variar, vendrán nuevas cepas, como la variante Delta. Hay que aumentar la vacunación, pero vemos una resistencia de las personas a vacunarse en todo el mundo. Ahí se arma una controversia. Nosotros somos las víctimas, las presas de un virus que tratará de persistir lo más que pueda. Para eso muta.

- ¿Cómo es eso de que somos presas del virus? ¿Cómo se relaciona con el medio ambiente?

- Tenemos que hacer un poco de historia de la humanidad desde su condición de especie dominante en relación con el medio ambiente. Aprendimos las técnicas de cultivo, a criar ganado, después llegó la era industrial y empezamos a producir de manera más eficiente. Eso se tradujo en beneficios, pero sólo para la humanidad, porque fue a costa de los recursos naturales. Se afectaron los ecosistemas acuáticos y terrestres. La humanidad pensó que podía manejar los ecosistemas a su antojo, pero esto tiene un límite.

- ¿Entonces?

- Si las cepas se vuelven más virulentas y las vacunas no responden, al control biológico lo hace el virus sobre la especie humana y no al revés. Lo podemos pensar así: estamos eliminando exceso de población, porque la población mundial es enorme, y el que lo está haciendo es un virus. ¿El ser humano es independiente de la naturaleza? No. Hasta hace poco pensábamos que la humanidad no tenía depredadores, pero ¿quién nos controla? Un virus, un microorganismo en este caso.

- ¿Cómo funciona esto?

- Una de las teorías que está dando vueltas es que el virus saltó de especie. Que no le hemos dejado el hábitat en el que vivió siempre y la opción que tenía era saltar a otra especie o extinguirse. Y pasó esto: saltó a la especie humana. No es una idea loca pensarlo así. La otra idea es que ha sido generado en un laboratorio, pero no sé si se probará alguna vez.

- ¿De qué forma se explica este proceso de salto a la especie humana?

- Depende de la existencia de ecosistemas saludables, que se nutren de un montón de especies. Por ejemplo, el ecosistema amazónico tiene más porque es el de mayor biodiversidad, con muchísimas especies de plantas, animales y microorganismos, entre los que entran los virus. Cuando el ser humano empieza a intervenir en un sistema natural va eligiendo qué especie deja o elimina. Lo transforma en un potrero o en un campo de cultivo en el que hay una sola especie, que puede ser la caña de azúcar, el café, el maíz o la soja. Ahí la biodiversidad está reducida a su mínima expresión. Si pensamos que un sistema depende de muchas especies para ser saludable y nosotros vamos eliminando las opciones para los microorganismos, perdemos la capacidad de que ese sistema sea saludable. Lo ideal es tener sistemas saludables donde los microorganismos no necesiten hacer este salto a la especie humana. Somos nosotros quienes los estamos llevando al límite con nuestra intervención permanente.

“Hay desinterés por el ambiente, al árbol se lo ve como algo que molesta y ensucia la vereda”

- ¿Por qué se habla de un efecto positivo de la pandemia sobre el medio ambiente?

- Ha sido tan virulento el contagio que hemos tenidos que aislarnos y eso generó un impacto positivo en la flora y en la fauna. Las especies nunca se quedan quietas, están a la espera de su oportunidad para expandirse. Podemos ver el ejemplo de Chernobyl, donde se abandonó la ciudad cercana y hoy es un vergel de fauna. Volvieron muchísimas especies, es cierto que tienen radioactividad en el cuerpo, pero viven zorros y ciervos. Volvió a ser un sistema natural.

- ¿Qué lección tenemos que aprender?

- Que la naturaleza siempre está trabajando y si alguna vez lo hemos pensado como una guerra contra ella, la que va a ganar siempre es la naturaleza. No tenemos la capacidad para manejar todas las variables, como siempre hemos pensado. Fijate los casos extremos de lluvias torrenciales en China, llovió en un día lo que llueve en un año y China colapsó. Si pensamos que el cambio climático viene por ese lado ninguna ciudad soportará esos impactos ambientales. No es un tema menor, y tengamos en cuenta que Tucumán también lo está padeciendo.

- Ese antiguo postulado de que la naturaleza siempre se abre camino...

- A lo largo de la historia del planeta pasaron extinciones de especies, cataclismos, impactos de meteoritos, y la naturaleza se dio maña para seguir. Cambiaron las especies y el sistema, pero la naturaleza sigue y en esta ocasión también lo hará. Los que tenemos que adaptarnos al planeta somos nosotros. Creo que la pandemia termina siendo una gran oportunidad, de pensar y mirar un poquito hacia atrás, cómo estuvimos impactando e influyendo, y decir: ‘no podemos seguir de esta forma’. Bosques y agua van de la mano. Cuando perdemos uno, perdemos el otro.

- ¿Cuáles son los principales problemas que sufrimos en Tucumán?

- Si hoy vemos el mapa sólo nos quedan bosques en las zonas serranas. Y no son bosques naturales, porque hay muchas especies invasoras de árboles que están cambiando el sistema. Hay que empezar a repensar todo esto. Necesitamos sistemas naturales, entonces aparece este concepto de restauración ecológica, que es desandar el camino andado. Si hemos desmontado y modificamos los sistemas naturales, somos capaces de pensar cómo recuperarlos. Ya sea plantando o evitando factores que degradan los bosques.

- ¿Por dónde se empieza?

- Viajando por una ruta en Tucumán se ven fincas que han sido desmontadas y no tienen cultivos. Están abandonadas o presentan zonas donde no se puede producir caña porque hay una napa freática alta. Bueno, a esos lugares que no tienen bosques y antes los tenían, podemos recuperarlos. Si pensamos en un paisaje enorme como el de la provincia podemos usar esos sitios que ya no se emplean para agricultura y ahí plantar, así tendremos una superficie de bosques importante, que hoy nos falta.

- ¿Qué perdimos?

- La historia de Tucumán está muy vinculada a los bosques y a la madera. Por algo se llama el Jardín de la República. Podemos pensar que la superficie completa de la provincia estaba cubierta por bosques, que se eliminaron por razones económicas. Todo lo que es el pie de la serranía del oeste era una selva de la que no quedó ningún registro. Hoy no sabemos qué especies había. Perdimos un ecosistema importante, que es la selva de yungas en zonas planas, donde hoy hay citrus, caña y algo de soja también. Se avanzó muchísimo sobre ese ecosistema y no se tuvo la precaución de preservar un área como para saber qué especies componían esa selva.

- ¿Cuál es la salida?

- No sabemos a ciencia cierta qué deberíamos poner pero tenemos una idea porque Tucumán fue visitado por muchos naturalistas -europeos sobre todo- a principios del siglo pasado y hay documentos. Los nombres de las plantas cambiaron pero podemos darnos cuenta de qué especies estaban hablando. Crónicas antiguas nos pueden permitir reconstruir la vegetación que había en ese momento. Además Tucumán tienen un clima muy propicio y las plantas crecen rápido, no debería ser complicado recuperar vegetación arbórea en sitios donde sea posible.

- Y a todo esto, ¿qué pasa con el conjunto de la sociedad? ¿Qué clase de comportamiento registra?

- Uno de los principales problemas de Latinoamérica, muy marcado en Argentina y en Tucumán, es el desinterés por la cuestión ambiental. Como que no terminamos de entender la ventaja. Al árbol se lo ve como algo que molesta, un elemento que ensucia las veredas, tranca los canales. Entonces se lo poda y se hace un mal manejo. Se prefiere tener una vereda sin árboles. Por eso se necesitan campañas de educación. Creo que se está notando un cambio en los escolares, en el secundario se está hablando más de estos temas, que antes no se tocaban. Muchos colegios incorporaron a sus currículas las cuestiones ambientales.

- ¿Cómo se involucra a la ciudadanía?

- Hay que hacer campañas de sensibilización ambiental. Pongamos como ejemplo la idea de restaurar el bosque ribereño en la Banda del Río Salí, esa zona totalmente degradada. Cuando cruzás los puentes ves el estado espantoso del río. Eso se puede restaurar con vegetación, pero está probado que si vas con un proyecto a plantar árboles y no le das participación a los vecinos no va a prosperar. El trabajo es en conjunto, con la gente, que es la que va a cuidar los árboles tomándolos como algo propio.

- ¿Cuáles son nuestras fortalezas?

- Tucumán tiene una gran ventaja, que es la trayectoria de la UNT formando recursos humanos. Ahora otras universidades se han sumado a ofrecer propuestas ambientales, porque vemos que es la única salida que nos queda. Y está el clima, por supuesto: cualquier planta que cultivás en Tucumán crece. Los jardines de las casas son exuberantes. Tenemos conocimientos, sabemos qué plantar. Falta incorporar el tema en el ámbito político. De a poco va queriendo, pero no termina de cuajar.

- Hablamos de políticas de Estado...

- Hay que insertar el tema en la cuestión política. Nos viene bien la Ley Yolanda, recientemente sancionada, porque está proponiendo eso: que los Poderes del Estado y quienes toman decisiones políticas se capaciten en temas ambientales. El problema de un proyecto de restauración es que está pensado a 40 o 50 años, lo que excede el tiempo de los mandatos. Hay que hacerle entender a la gente que a la larga sus hijos tendrán sombra, agua y un ambiente más sano. Hoy estamos restaurando bosques y generando esa cobertura vegetal y quizás yo no la vea. En Tucumán hay muchas personas interesadas en todo esto que quizás no saben cómo coordinar los aportes y pueden sumarse a esta movida.

- Otra cuestión clave es la contaminación, ¿cómo avanzamos por ese lado?

- Tucumán tiene todo tipo de contaminación. Lo vemos sobre todo en el área central productiva. Encontrás desde basurales hasta la mala calidad de los ríos. Medio Ambiente de la Provincia ha trabajado mucho con los ingenios para evitar el vertido crudo de los desechos al río. Ya sabemos el juicio con Santiago del Estero a partir de esos desechos industriales que van por el Salí y terminan en el embalse de Río Hondo.

- No es un tema sencillo...

- Existe tecnología para tratar de que los efluentes sean menos nocivos para el ambiente, pero sigue siendo visto como un gasto, no como una inversión. Ahí está la cuestión política, porque una planta de tratamiento de efluentes es costosa. Tienen que resolverlo entre los industriales y el Gobierno, sin que sea un peso terrible para alguno de los dos. A Tucumán le conviene un ambiente sano. Cuando un montón de población se enferma por el humo de la caña en invierno el Estado gasta un montón de dinero en curarla. Ahí entra el balance, ¿no es cierto? En invierno Tucumán está detonado, se lo ve desde el aire totalmente tapado de humo, que no hace bien a la salud. Y esto es evitable. Son decisiones que deben tomarse a nivel político.

- Haciendo un balance a partir de esta situación general, ¿cuál es tu mirada?

- Es optimista, porque el ser humano siempre ha logrado sobrevivir. Y hoy está en riesgo la supervivencia de la especie humana. Si la pandemia hubiera sido más agresiva y no hubiéramos tenido la tecnología para desarrollar vacunas hiperrápido... Cuando uno se ve amenazado termina entendiendo, a golpes, que conviene otro camino. Uno aprende de los errores, de las malas experiencias.

- ¿Cómo seguimos trabajando?

- Ojalá que esto sea entendido por los líderes, por los que toman decisiones. Necesitamos replantear la cuestión ecológica, la cuestión social y, sobre todo, la cuestión económica. ¿Vamos a seguir produciendo a costa de nuestros sistemas naturales? ¿Será una mentalidad puramente extractiva? ¿O vamos a devolverle un poquito a la naturaleza, como cuidar bosques, evitar desmontes? Necesitamos ayuda de todos los sectores. Ese triangulito de lo ecológico, lo social y lo económico resulta clave. No habrá desarrollo posible sin pensar en las tres patas, de lo contrario estamos condenados.

El especialista

“Hay desinterés por el ambiente, al árbol se lo ve como algo que molesta y ensucia la vereda”

Martín Sirombra es Doctor en Ciencias Biológicas (UNT), profesor de Ecología General (UNT) y de Desarrollo Sostenible (Universidad de Catamarca). Es director del Instituto de Limnología del NOA. Coordina la Red Argentina de Restauración Ecológica. Su línea de trabajo está enfocada a la restauración de bosques ribereños en la ecoregión de Yungas y Chaco Semiárido.

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