El hambre de los dos panes

25 Julio 2021

“Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman? Lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. Felipe respondió: 200 denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucha hierba. Se sentaron los hombres en número de unos 5.000 Jesús tomó los panes y, habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los trozos que han sobrado para que nada se pierda. Entonces los recogieron y llenaron 12 cestos con trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido”. (Juan 6, 5-13).

1- El texto evangélico nos muestra la acción directa de Jesús frente a una necesidad humana-espiritual de los hombres: hay hambre de pan material y hambre de pan espiritual. Este evangelio es el pórtico del discurso del Pan de Vida que refleja el anuncio de la Eucaristía. En Jesús se unen las dos realidades: el pan de la subsistencia humana, porque ve con preocupación que la gente necesita comer; y al mismo tiempo en su discurso los elevará a una mirada más trascendente, que los lleva al alimento de la fe y la eucaristía.

Gentes de los pueblos vecinos habían acudido a un lugar alejado. Y mientras Jesús hablaba, ninguno pensó en el cansancio, las horas de ayuno, la falta de provisiones y la imposibilidad de obtenerlas. Las palabras de Jesús los cautivó, les llegó a lo más hondo del corazón y olvidaron el hambre y el camino de vuelta. Sin embargo, Jesús sí comprende nuestras necesidades materiales; por eso, se apiadó también de los cuerpos exhaustos de quienes, por un motivo u otro, le habían seguido durante varios días. Realiza el espléndido milagro de la multiplicación de panes y peces.

Jesús responde a esa necesidad y no le escabulle al bulto como se suele decir. Hoy hay hambre en el mundo, en la Argentina, y no hay que hacerse el distraído porque cuando hay hambre, las reacciones pueden ser incontrolables en el orden social.

2- Avancemos hacia otros tipos de hambres. El hombre, especialmente el de estos tiempos, tiene hambre de verdad, de justicia, de amor, de paz, de belleza; pero sobre todo, de Dios. “¡Debemos estar hambrientos de Dios!”, exclamaba San Agustín. ¡Es Él, el Padre celestial, quien nos da el verdadero pan! Este evangelio nos llevará a meditar sobre el hambre en su dimensión espiritual. No solo de pan vive el hombre dirá Jesús, lo que pone de manifiesto que las realidades de orden espiritual son tan necesarias como las de orden material.

Cuando los pueblos priorizan solo lo material, la subsistencia humana, sufren la agonía del espíritu y pierden su valoración trascendente de la vida. Vive solo para lo de abajo, nivelando hacia abajo.

Hay hambre de salud y también de educación; hay hambre de economía y también de solidaridad; hay hambre de lo espiritual frente a la creciente pandemia psicológica que se expande por el mundo. Hay hambre de Dios, por eso no deben cerrarse los templos; hay hambre de fe, que en medio de tanta incertidumbre solo la fe en Dios nos sostiene.

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