¿Cómo cambió nuestro sueño durante la pandemia?

¿Cómo cambió nuestro sueño durante la pandemia?

Despertar inesperadamente es una experiencia frustrante. Irrita, angustia y nos envejece. Consejos para dormir mejor.

INSOMNIO, LA OTRA EPIDEMIA. A menudo, el insomnio puede ser un síntoma o efecto secundario de otro problema. FOTO TOMADA DE DOCTOR FERRE.COM INSOMNIO, LA OTRA EPIDEMIA. A menudo, el insomnio puede ser un síntoma o efecto secundario de otro problema. FOTO TOMADA DE DOCTOR FERRE.COM
21 Julio 2021

En el último año y medio, la dificultad para conciliar el sueño se ha vuelto un denominador común. Ya sea por el ruido de alguna sirena, por una notificación en un celular trasnochado, por el despertador inusual para inscribirse en la vacunación, por leer información sobre cepas, vacunas y pronósticos, lo cierto es que nos cuesta entregarnos a la almohada. ¿Acaso vivir en el tiempo suspendido por la incertidumbre sea la causa? Como fuere, despertar inesperadamente es una experiencia frustrante. Descoloca, angustia y, a la larga, nos envejece.

"Los trastornos del sueño han pasado a ser uno de los motivos de consulta más preponderantes en los consultorios de salud mental", dice la psicóloga Cecilia Juárez. Desde el inicio de la pandemia -prosigue- el insomnio afecta a la generalidad de las personas. Y no sólo a los adultos -aclara-, si no también a los niños y adolescentes. "De noche agarran los celulares y comienzan a comunicarse. A veces aparecen las preocupaciones. Eso es estresante y deteriora el buen descanso", añade.

MÁS ESTÍMULOS. Estar aislados se traduce en insomnio o en un sueño muy liviano, casi de alerta. FOTO DE ARCHIVO MÁS ESTÍMULOS. Estar aislados se traduce en insomnio o en un sueño muy liviano, casi de alerta. FOTO DE ARCHIVO

Dormir es un estado natural y reversible. En ese estado, nuestra respuesta a los estímulos externos se encuentra disminuida. Representa un período de relativa inactividad, acompañado de disminución del estado de conciencia. El sueño ocurre a intervalos regulares. Se ha demostrado que la gran mayoría de los organismos duermen, como los moluscos, los insectos, los peces, las aves y los mamíferos. Los humanos, puntualmente, le dedicamos mucho tiempo al sueño. Si consideramos que en promedio dormimos alrededor de ocho horas por día, al llegar a los 80 años habremos invertido más de 230.000 horas en dormir. Y es que el sueño cumple un rol fundamental en nuestra salud, pues favorece el sistema inmunológico, participa en la regulación metabólica, repara tejidos y limpia nuestro cerebro de radicales libres y proteínas como la beta-amiloide, precursora de la enfermedad de Alzheimer.

El insomnio, en cambio, está relacionado con la pérdida de nuestra precisión motora y capacidad de percepción. Además, nos hace más irascibles. Cuando estamos desvelados, hasta nos cuesta pensar. Por eso se dice que tiene efectos similares a los del envejecimiento. "El insomnio es el trastorno de sueño más común, y es definido como la dificultad reiterativa de conciliar el sueño y de mantenerlo", define Juárez. Pero de ser común, ha pasado a ser exacerbado. "La crisis del coronavirus ha hecho que descansar bien por la noche sea mucho más difícil", reitera. Algunos expertos incluso tienen un término para esto: coronasomnia o covid-somnia. En el Reino Unido, un estudio de agosto de 2020 de la Universidad de Southampton mostró que la cantidad de personas que experimentan insomnio había aumentado de una de cada seis a una de cada cuatro, con más incidencia entre las madres y los trabajadores esenciales, como los médicos.

"Con la pandemia en su segundo año, nuestras rutinas diarias siguen alteradas. Se han borrado los límites de la vida laboral y el distanciamiento nos lleva a comunicarnos a través del celular", afirma la psiquiatra y neuropsicofarmacóloga. "Si en 2020 la pandemia había fracturado la salud mental de millones de individuos, en 2021 terminó de erosionarla. Hoy estamos con menos recursos, ya sea físicos, psíquicos y materiales. Nos sentimos más cansados y más intolerantes", resume.

Ante esta realidad, lo primero que Juárez recomienda es practicar higiene de sueño; esto significa la modificación de ciertos hábitos para mejorar la calidad del dormir: acostarse siempre a la misma hora, no beber alcohol ni comer en exceso, no mirar pantallas en la última hora antes de acostarse, etcétera. Asimismo, resalta que es muy importante no consumir fármacos inductores del sueño, a menos que sean prescritos por un médico.

Una encuesta realizada a través de redes sociales -publicada en la revista Nature- revela que el sueño nocturno se ha visto modificado tanto en su calidad como cantidad, y que esa perturbación suele aparecer en conjunto con dificultades emocionales. En particular, durante el aislamiento las personas se acostaron más tarde, tardaron más tiempo en dormirse y se despertaron más tarde. Existe, en general, un desplazamiento del sueño. Los estudiantes universitarios parecen ser el grupo más afectado por este fenómeno, de acuerdo a esa investigación.

Otro consejo importante que menciona la experta es la necesidad de realizar actividad física de manera regular, preferentemente al aire libre, o de practicar yoga. En definitiva -cierra Juárez- el sueño ha resultado ser uno de los procesos más afectados por la covid-19. "Es muy difícil dormir de manera adecuada cuando nuestros patrones habituales se alteran y existe una incertidumbre constante con respecto a la salud, al trabajo y a los vínculos", destaca. No obstante y pese a ese combo, considera que en caso de que persista se debe consultar a un especialista. "El insomnio puede ser de diferentes tipos. Siempre hay que descartar que no existan cuadros médicos, como cardiológicos endocrinológicos o neurológico, antes de pensar que podría ser por causa psicógena", concluye.


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