La voz olímpica no se calla

La voz olímpica no se calla

“El podio no se mancha”. Esa frase maradoneana parece la mejor síntesis de la decisión reciente del Comité Olímpico Internacional (COI) de que los atletas podrán expresar sus opiniones políticas y protestas en los Juegos que comenzarán en Tokio dentro de veinte días. Pero no podrán hacerlo en el podio. Nunca más, entonces, una imagen como aquella de México 68, cuando los velocistas negros estadounidenses Tommie Smith y John Carlos desafiaron las reglas y subieron al podio de los 200 metros con el puño cerrado, gesto del Black Power, el Poder Negro que pedía justicia para su gente, por entonces reprimida por la brutalidad policial. Y no sólo por entonces. La protesta por esa misma brutalidad se llama ahora Black Lives Matter (Las vidas negras importan), atenuada en los últimos tiempos tras la derrota electoral de Donald Trump. Ya había avisado que seguramente se arrodillaría en un podio la formidable Sha’Carri Richardson, candidata en los 100 metros. “Soy una mujer negra orgullosa, así que voy a mostrarle al mundo Black Lives Matter. Por siempre y para siempre”, había avisado la atleta. No lo podrá hacer. Un positivo de marihuana (otro debate aparte) la está dejando afuera de Tokio.

Smith, cuyo padre llenaba sacos en las plantaciones de algodón de Texas para mantener a doce hijos, ganó los 200 metros en México y John Carlos, hijo de un zapatero del Harlem, llegó tercero. Smith se calzó un guante negro en la mano derecha y entregó el otro a Carlos, que se lo puso en la izquierda. Smith se colgó también una bufanda negra. Subieron al podio sin las zapatillas puestas. Y cuando comenzó a sonar el himno de los Estados Unidos ambos bajaron las cabezas y levantaron el puño enguantado. “Mi mano derecha -dijo Smith a la prensa- se levantó por el poder de la América negra; la izquierda de Carlos, por la unidad de la América negra. Juntas formaron el arco de unión y poder. Mi bufanda negra representó el orgullo negro y nuestras medias negras sin zapatillas, a la pobreza negra de la América racista”.

Fueron silbados en el estadio, la agencia Associated Press engañó diciendo que fue un “saludo nazi” y ambos atletas fueron echados de por vida del movimiento olímpico, acusados de “antipatriotas”, amenazados de muerte, sin contratos y obligados a ganarse la vida como docentes y entrenadores, parias no sólo del mundo olímpico sino también en su propio país, que tardó casi cuarenta años en reconocer el coraje y civismo de los dos atletas. En México 68 podían protestar por la brutalidad contra la población negra, pero también porque los tanques soviéticos invadieron Praga, por Vietnam o por la recordada Matanza de Tlatelolco, miles de universitarios mexicanos aplastados por el Ejército de ese país durante una protesta en la Plaza de las Tres Culturas, apenas diez días antes del inicio de los Juegos.

Pero la famosa Regla 50.2 de la Carta Olímpica prohibió siempre manifestaciones políticas, religiosas o raciales y no sólo en el podio. El cambio anunciado el viernes autorizará esos gestos pero siempre antes del inicio de la competición. Cuando los equipos salen al campo o cuando se anuncie el nombre del atleta. Y siempre que la manifestación sea “consistente con los principios fundamentales del olimpismo”, es decir no se dirija directa o indirectamente contra personas, países u organizaciones. Tampoco podrá haber actos durante los himnos o mostrar carteles o banderas que puedan causar daño físico a otros. Habrá libertad en las entrevistas y redes sociales, pero sin discriminación, odio, hostilidad o “potencial violencia” porque todo ello, afirma el COI, sería “contrario a los principios fundamentales del olimpismo”. El COI, claro, no podrá hacer nada para torcer la opinión mayoritaria de los ciudadanos japoneses en contra de los Juegos. El otro sector de la población todavía no sabe si podrá ir a los estadios. Y faltan apenas veinte días para que comience el show. Los atletas podrán hablar de racismo, de China, del doping ruso o de lo que quieran. Inclusive de cómo se celebran estos Juegos en medio de la pandemia.

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