Como en la zafra “de antes”, llevan la caña en rastras tiradas por caballos

Como en la zafra “de antes”, llevan la caña en rastras tiradas por caballos

A LA MAÑANA. La rastra cañera llega al pesaje de la carga de caña de azúcar, que se realiza sin los animales. A LA MAÑANA. La rastra cañera llega al pesaje de la carga de caña de azúcar, que se realiza sin los animales. GENTILEZA ROBERTO PALINA

A muchos “bichos de ciudad” nos ocurre que cuando visitamos lugares del interior rodeados de cañaverales nos sorprenden los lugares abandonados que se utilizaban en las zafras de “antes”, como los cargaderos, o las carretas cañeras arrumbadas en galpones con techos de paja junto a rastras para abrir surcos tiradas por bueyes. Esos recorridos suelen transportar al disfrute de un “museo al aire libre en su legítimo hábitat”, y en otro plano te invaden esos duendes del lugar para llevarte a la niñez.

Esta remembranza tiene que ver con una foto enviada ayer en donde se puede ver a una rastra cañera con dos “paquetes” de cañas de azúcar tirada por animales entrando al ingenio Ñuñorco. En realidad, si la foto era en blanco y negro habría ido a parar al álbum de la historia azucarera tucumana.

Pero el color y el entorno nos puso en la vereda de la realidad. Ese vehículo de transporte, sucesor en la modernidad de las “carretas cañeras” famosas que cruzan la laguna en la zamba “De Simoca”, del Chango Rodríguez, se usó para transportar la materia prima a los ingenios hasta que los tractores reemplazaron a los bueyes primero, y a los caballos después, y aparecieron los camiones con acoplados o “cañeras” a secas, hoy con volquetes.

En el caso de la rastra de ayer, averiguamos que no es la única que frecuenta el Ñuñorco. La usan un “montón” de pequeños productores “que tienen 6, 8, 10” hectáreas con caña, según nos contó un obrero del ingenio.

Esos minifundistas monterizos realizan todas las tareas culturales de su propia tierra y se ocupan de la cosecha y de acomodar los carros con caña. Es su manera de abaratar costos.

Y hablando de historia, hacia 1910, el flujo de trabajadores en los ingenios azucareros, sólo en Tucumán, llegaban a 60.000, la cifra que hoy ocupa toda la actividad sucroalcoholera del Noroeste Argentino.

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