EN LA PLAZOLETA. El busto esculpido por Julio Oliva necesita ser jerarquizado, al menos con una placa. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ
Con el paso del tiempo no sólo se reconfigura la lectura de la historia. Usos y costumbres también hacen de las suyas, así que lo trascendente en una época puede pasar inadvertido a la vuelta de los años. Veamos el caso de Bartolomé Mitre, de cuyo nacimiento se cumple el bicentenario. En 1921 los homenajes con motivo del centenario cobraron la altura de actos oficiales y dejaron una huella física y simbólica en la provincia. Hoy, con agendas colmadas por otras exigencias, el recuerdo de esa clase de figuras constituye apenas una miscelánea en la prensa o en las redes sociales. No son los tiempos los que cambian, sino las sociedades.
Y no se trata de rendir culto a las personalidades ni de consagrar próceres para ser elevados a los altares, sino de aprovechar las ocasiones irrepetibles -en este caso los 200 años del nacimiento de Mitre- para reflexionar, repensar y también descubrir aspectos de nuestra historia que siguen influyendo en el presente. Los legados están e invitan a aprender de ellos, después es cosa de defensores o de detractores cómo se los gestiona.
COLEGIO NACIONAL. Durante mucho tiempo al busto lo cubrió una pátina verde. MAPIO.NET
La posición en 1921 no dejaba lugar a dudas: por Mitre se profesó aquel año una devoción casi religiosa y no sólo en Tucumán, ya que los tributos se multiplicaron por todo el país. No había pasado mucho desde la muerte del ex Presidente (1906), se mantenían frescas su figura y su influencia en la vida política nacional. Pero a la vez ya estaban germinando los brotes de un revisionismo que atacaría con munición gruesa a uno de los padres del liberalismo argentino.
Inauguraciones
Tucumán honró a Mitre con celebraciones a la altura de su centenario. Se formó una comisión organizadora de los actos, encabezada por Servando Viaña, Manuel Cossio y Alfredo Guzmán. Ellos le encargaron al escultor Julio Oliva la confección de un busto para ser emplazado en la plazoleta, que era muy distinta a la que cruzamos hoy en día. Oliva (1884-1966) entregó un trabajo impecable, a la altura de su formación europea. Allí había viajado a especializarse, gracias a una beca que el Gobierno provincial les había conferido a él y a Pompilio Villarubia Norry.
TAFÍ VIEJO. La impronta de Mitre -avenida, barrio, plaza, club- es muy fuerte allí.
El busto se inauguró el 26 de junio de 1921 y ahí se mantiene, aunque vale apuntar la precariedad de la referencia que lo identifica: en lugar de una placa, por más elemental que sea, apenas pintaron el nombre y la fecha, con una tosquedad casi preescolar. También luce descuidado el pedestal. Todo esto era impensado durante aquellos fastos desplegados 100 años atrás.
EN SIMOCA. El busto es obra del destacado escultor Enrique Prat Gay.
También el 26, por la tarde, se inauguró otro busto -en el patio de la escuela Mitre- y se ejecutó el “Himno a Mitre” (letra de Calixto Oyuela y música de Andrés Gaos). Se sumaron un desfile militar y una función de gala en el teatro Alberdi. Todo quedó compilado en un folleto de 45 páginas, obra de Nicanor Rodríguez del Busto. El historiador Carlos Páez de la Torre (h) solía lamentar que en ese cuadernillo no se hubiera transcripto el discurso pronunciado por Luis Poviña en la plazoleta.
Rastros tucumanos
La relación de Bartolomé Mitre con la provincia fue tan compleja y cambiante como los vaivenes institucionales, políticos y militares que signaron la segunda mitad del siglo XIX en la Argentina. Eso no quita que su huella se note con firmeza en avenidas, calles, monumentos, entidades educativas y un clásico nacional como son los clubes: Villa Mitre, fundado en Tafí Viejo en 1930, y Asociación Mitre, nacido al amparo de la plazoleta en 1939.
Todo esto con un agregado que llama poderosamente la atención: no hay registros de una visita de Bartolomé Mitre a Tucumán. Ni antes ni después de la construcción del ferrocarril. Mucho menos durante su presidencia (1862-1868), ya que estuvo empeñado en la guerra con el Paraguay. Claro que allí la viñeta histórica apunta que las obligaciones militares que había asumido Mitre en el Litoral provocaron que durante extensos lapsos el Poder Ejecutivo quedara en manos de un tucumano, el vicepresidente Marcos Paz.
En la capital, la firma de Mitre trasciende la plazoleta, la estación del tren y la escuela cuando hablamos del Colegio Nacional. Una placa recuerda que su fundación se remonta a un decreto firmado por el entonces Presidente el 9 de diciembre de 1864. Generaciones de alumnos tucumanos convivieron en el patio con el perfil de Mitre, inmortalizado en un busto de cemento que requiere una urgente jerarquización.
En Tafí Viejo también es poderosa la marca de Mitre: llevan su nombre una avenida central, un barrio y una plaza, coronada por un busto del ex Presidente. También es destacable el busto de Mitre emplazado en Simoca, obra de otro escultor tucumano formado en Europa -y buen amigo de Lola Mora-: Enrique Prat Gay. Lo curioso es que la plaza principal de Concepción se llama Mitre, pero no hay allí una efigie que lo recuerde. El protagonismo sigue siendo de la Estatua de la Libertad.
Tres contemporáneos
Fueron tantas las facetas que cultivó Mitre -político, militar, escritor, historiador, diplomático, periodista, traductor, numismático y bibliógrafo- que suele destacar como un espíritu renacentista, propio de los aspirantes al saber universal. Algunos de esos aportes son fundacionales: la pertenencia a la Generación del 37, la victoria sobre Urquiza en Pavón, la presidencia de la Nación, el puntapié inicial de una historiografía argentina, la creación del diario La Nación, el alumbramiento -junto a Leandro Alem- de la Unión Cívica...
Semejante nivel de actividad en un momento de consolidación de la institucionalidad argentina cruzó a Mitre con numerosos aliados y opositores. Lo llamativo es que en este último grupo asoman tres figuras clave de la historia tucumana.
El primero es Juan Bautista Alberdi, quien en su libro “El crimen de la guerra” rechaza la idea mitrista de una Argentina nacida de la espada y de los cañones, conceptos que Mitre despliega generosamente en sus biografías de Manuel Belgrano y José de San Martín. El segundo es Nicolás Avellaneda, a quien Mitre combatió con tal fiereza que organizó una revolución en su contra. Y el tercero es Julio Argentino Roca, un enemigo político con el que a la vuelta de los años terminó pactando, aunque separados por un mar de diferencias. La de ellos, como escribió León Rebollo Paz, fue la crónica de una amistad frustrada.
Dos joyas de nuestro archivo
La imagen de abajo muestra un homenaje realizado por alumnos y docentes en la escuela Mitre. El busto, al igual que el de la plazoleta, es obra de Julio Oliva. Las marcas en lápiz azul reflejan la forma en la que se “cortaban” las fotos, una indicación para que en el antiguo proceso de fotomecánica sólo se enfocara la parte libre de rayas. Abajo se ve el busto simoqueño, poco antes de su inauguración, cuando le daban los toques finales a la base.








