21 Junio 2021
Me llena de satisfacción escuchar que hay instituciones y personas que se sensibilizan cuando llega el tan cruento frío y accionan en favor de los que se lanzan a la calle para procurarse la supervivencia. Porque también hay personas que se vuelven más visibles cuando hace frío ya que la lógica de esta estación del año siempre nos empujó al calor de la casa como un refugio (ahora se volvió una exigencia de salud pública). Pero esa lógica del refugio se contradice con la escasez sistemática, ya que cuando la casa es un lugar en el que no hay alimentos, no hay agua caliente, no hay remedios cuando te enfermás, esa lógica se vuelve eje de las más terribles desigualdades. Veo a muchas personas sensibles que se conmueven ante los niños que venden bon o bon en cajitas que te piden a gritos vaciarse rápido. O quienes compran más bolsas de consorcio de las que podrían usar en años, sólo para ayudar a los jóvenes que luchan por la reinserción social, huyendo de las adicciones. Veo a muchas personas que se sensibilizan ante los vendedores de medias, guantes, repasadores, que andan por las calles con un Padre Nuestro en los labios para poder vender algo y huir a la casa con unos cuantos billetes en los bolsillos, antes de que el frío se les meta más en el cuerpo. Ojalá estas buenas acciones de las personas alcancen, se sistematicen, se organicen rápido. Porque el dolor de ver a las personas desahuciadas un invierno más, es un frío que cruje en el alma de la sociedad y, como en el mito del eterno retorno, nos llena nuevamente de interrogantes. Recuerdo un poema aprendido en mi niñez: “Invierno sé leve, para los que tienen exhausta su lumbre y escaso su pan /…para los que llevan el frío en el alma… ¡ya no nieves más!”.
Graciela Jatib
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