Serenidad ante las dificultades

Serenidad ante las dificultades

20 Junio 2021

“Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y se calmó el viento y se produjo una gran bonanza. Entonces les dijo: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe? Y se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4, 35-41).

I- Algunas veces se levanta la tempestad a nuestro alrededor o dentro de nosotros. Y nuestra pobre barca parece que ya no aguanta más. En ocasiones puede darnos la impresión de que Dios guarda silencio y las olas se nos echan encima: debilidades personales, dificultades profesionales o económicas que nos superan, las enfermedades del Covid y sus consecuencias, problemas de los hijos o de los padres, calumnias, ambiente adverso, críticas y problemas de convivencia en la familia... En medio de esas duras realidades hemos de ir en búsqueda de Dios, gritarle en el buen sentido y pedirle que nos salve.

Nunca nos dejará solos el Señor; debemos acercarnos a Él, poner los medios que se precisen y, en todo momento, decirle a Jesús, con la confianza de quien le ha tomado por Maestro, de quien quiere seguirle sin condición alguna: ¡Señor, no me dejes! Y pasaremos junto a Él las tribulaciones, que dejarán entonces de ser amargas, y no nos inquietarán las tempestades.

II- Jesús se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: ¡Silencio, cállate! Este milagro fue impresionante y quedó para siempre en el alma de los Apóstoles; sirvió para confirmar su fe y para preparar su ánimo en vista de las batallas, más duras y difíciles, que les aguardaban. La visión de un mar en absoluta calma, sumiso a la voz de Cristo, después de aquellas grandes olas, quedó grabada en su corazón. Años más tarde, su recuerdo durante la oración tuvo que devolver muchas veces la serenidad a estos hombres cuando se enfrentaron a todas las pruebas que el Señor les iba anunciando. Por consiguiente, si somos fieles habrá vientos y oleaje y tempestad, pero Jesús podrá volver a decir al lago embravecido: ¡Silencio, cállate! En los comienzos de la Iglesia, los Apóstoles experimentaron pronto, junto a frutos muy abundantes, las amenazas, las injurias, la persecución. Pero no les importó el ambiente, a favor o en contra, sino que Cristo fuera conocido por todos, que los frutos de la Redención llegaran hasta el último rincón de la tierra. La predicación de la doctrina del Señor, que humanamente hablando era escándalo para unos y locura para otros, fue capaz de penetrar en todos los ambientes, transformando almas y costumbres.

Con la serenidad y la fortaleza que nacen del trato íntimo con el Señor seremos roca firme para muchos. En ningún momento podemos olvidar que, particularmente en nuestros días, “el Señor necesita almas recias y audaces, que no pacten con la mediocridad y penetren con paso seguro en todos los ambientes”: en las asociaciones de padres de alumnos, en los colegios profesionales, en los claustros universitarios, en los sindicatos, en la conversación informal de una reunión... en cada lugar y en este tiempo de crisis y angustias frente a la enfermedad y la pandemia, los cristianos estamos llamados a dar serenidad en la pruebas, a ser un faro de luz que ayude a poner calma en y desde Dios.

Textos basados en ideas de “Hablar con Dios”, de F. Fernández Carvajal.

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