17 Junio 2021
En este complejo escenario educativo ¿Qué podemos aportar los psicoanalistas que trabajamos con niños, niñas y adolescentes? Estamos asistiendo a un verdadero desamparo de estos sujetos en tiempos donde aún está jugándose su estructuración psíquica y el armado de sus vínculos con los otros. Tiempos y procesos esenciales y perentorios para que puedan sostenerse como seres sociales. Los adultos son la herramienta simbólica, emocional y social con la que cuentan, por ello el docente toma una importancia radical. Son quienes, en el aula, en el recreo, detectan situaciones de violencia familiar, abuso, trastornos psicológicos y cognitivos. Padecimientos que asistidos precozmente pueden evitar males mayores que dejarán huellas difíciles de poder revertir. Algunas veces les basta con centrar la mirada en sus alumnos para situar que algo extraño está pasando y poder apelar a profesionales que puedan atender estas conflictivas. La carencia de intercambio en las aulas es uno de los responsables, hoy, de lo que se refleja en el descenso significativo de denuncias por maltratos y abusos. Son señales que los docentes siempre han aportado permitiendo dar respuestas a situaciones complejas que atraviesan NNyA. En las consultas psicológicas nos encontramos con NNyA ansiosos, con síntomas fóbicos y entristecidos por el efecto devastador que provoca la ausencia de intercambios a través del juego, con pares, amigos, y con el adulto no familiar en las aulas. La infancia y la pubertad son tiempos de la vida en que pueden hipotecarse para siempre los derechos a la vida protegida, a la salud psíquica, a la educación y a la socialización. Marcando así una profunda desigualdad de oportunidades.
Liliana Inés Fernández
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