Se afianza la idea de tener un solo hijo y el invierno demográfico ya es una amenaza

Las parejas que tienen un solo descendiente van ganando terreno. Desde hace 50 años vienen bajando los índices de natalidad. ¿Por qué deberíamos preocuparnos?

Se afianza la idea de tener un solo hijo y el invierno demográfico ya es una amenaza

“¿Cómo vas a negarle tener hermanos a tu hijo?” “Vos sabés cómo son los hijos únicos… ¿querés eso para él?” Estas son algunas de las frases que han escuchado en más de una oportunidad las madres que deciden tener un solo descendiente. Aunque en Tucumán aún es fuerte el mandato de tener dos hijos o más, la idea de la familia tipo está cambiando.

Son cada vez más las tucumanas que deciden tener un hijo y nada más. Es el caso de Josefina Porta, que tiene 32 años, es maestra especial y licenciada en musicoterapia. “Crecí con cinco hermanos y siempre había pensado en tener tres hijos. Pero después cambié de idea y me planté en uno. Tuve un embarazo de muy alto riesgo, con reposo absoluto. Por eso no quisiera volver a estar embarazada. Criar un hijo y dedicarle el tiempo que se merece también es más complejo de lo que uno suele creer. Tener otro bebé hoy en día implicaría quitarle tiempo a la crianza de mi pequeño”, explica la mamá de León. “Estamos 100% viviendo cada etapa de él y esperamos que cuando sea grande no nos reproche el hecho de no tener hermanos”, agrega.

Josefina siente que de alguna forma tuvo que reformular la maternidad del modo que se la habían planteado. “Hay mandatos que uno no se cuestiona. Por ejemplo, cuando venís de una familia numerosa es raro pensar que uno va a tener solo un hijo. Suena a poco y en verdad no me imagino una vida sin hermanos. Sin embargo, pienso que ser mamá es más que un número de hijos; es la calidad de tiempo y experiencias que uno le dedica a su hijo. Es mejor ser mamá de uno, pero vivirlo a pleno en cada una de sus etapas, que tener varios hijos y no poder disfrutarlos por tener que trabajar más tiempo para poder mantenerlos”, evalúa.

María Pujol, de 37 años, confiesa que ella nunca pensó en el número de hijos que quería tener. “Pero cuando tuve uno me di cuenta que era más que suficiente. Por varios motivos: criar un niño es caro, y más que nada el tiempo que demanda la crianza”, reflexiona. Su pequeña Matilda, de seis años, tuvo una época en la que siempre le pedía un hermanito. “Después no insistió más. Ya es muy común ser hijo único; muchas amiguitas de ella tampoco tienen hermanos”, resalta.

El testimonio de María y de Josefina dan cuenta de un fenómeno que cruza el país de punta a punta: las argentinas tienen cada vez menos hijos. Por primera vez en la historia, la tasa global de fecundidad es de 1,8. Esta disminución es histórica: en 1950, la tasa era de más de 3 y en los años 90 era de 2.9.

La demógrafa Nora Jarma explica que la tasa global de fecundidad es la relación que hay entre todos los nacidos vivos y la población estimada de mujeres en edad fértil. Esa cuenta también se puede leer como la cantidad de hijos que tienen las mujeres argentinas en promedio. Para el año 2019, las madres de nuestro país tienen menos de dos descendientes cada una, de acuerdo a los datos de la Dirección de Estadísticas e Información de la Salud (DEIS).

Veamos qué pasa en Tucumán: en nuestra provincia siempre las tasas de fecundidad fueron un poco más altas que el promedio del país. En 1955 había cinco hijos por cada tucumana en edad fértil, mientras que a nivel nacional, esa cifra era de 3,3 hijos. Sin embargo, con el paso de los pasos esa diferencia se fue reduciendo. En 1991, el promedio argentino era de 2,9 y el de Tucumán, 3,2.

El invierno demográfico

Hasta hace cuatro años las tucumanas tenían en promedio 2,3 hijos. Ahora, se calcula que esa cifra está muy cerca de llegar a los 2. ¿Es algo que debería preocuparnos? Sí. Jarma explica por qué: “la tasa global de fecundidad para asegurar el reemplazo de la población es de 2,1 hijos por mujer; por debajo de esa tasa sostenida en el tiempo marca un severo envejecimiento de la población, o lo que algunos autores denominan invierno demográfico”.

Lo inquietante de este invierno demográfico son las consecuencias en el plano económico y social de una población. La investigadora sostiene que, a diferencia del envejecimiento biológico de las personas, que es irreversible, la población sí puede rejuvenecer mediante políticas adecuadas. Por ejemplo, China, ante una población muy envejecida en algunas áreas territoriales, ahora permite tres hijos por familia.

La baja en nacimientos

En Tucumán la cantidad de nacimientos se reduce año a año. Los datos de la Dirección Provincial de Estadísticas muestran que en 2010 nacieron 30.400 bebés; en 2016, 28.306; y en 2019, 26.551. Durante 2020, se registraron 5.600 nacimientos menos que el año anterior, lo cual significa una baja del 21%. Y la situación se mantiene en los primeros tres meses de este año, según informó Carolina Bidegorry, directora del Registro Civil.

Según una investigación que hizo Jarma - quien dirigió hasta hace muy poco la Cátedra de Demografía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT- la tendencia a tener menos de dos hijos en nuestra provincia se hace más visible en el centro de la ciudad. De acuerdo al estudio que realizó a partir del último censo (y que podría verse acentuado en la próxima medición poblacional), mientras en el casco céntrico los índices de fecundidad están en 1,8 hijo por mujer, en la periferia esa tasa es de 4 o 5 hijos por mujer.

Entre los departamentos también hay marcadas diferencias desde hace dos décadas. En Burruyacu, el promedio de hijos por mujer es 5, mientras que en Yerba Buena es 2,1 y en Tafí Viejo, 2,5.

¿Qué es lo que lleva a muchas mujeres a “cerrar la fábrica” después del primogénito? Hay varias razones. Hace tiempo se viene modificando la edad para concebir el primer hijo. Las mujeres postergan su maternidad por razones laborales y de realización personal. Se casan más grandes y tienen su primer embarazo, muchas veces, pasados los 30 o 35 años. También, según los testimonios de las entrevistadas, pesa mucho la cuestión económica: hoy es caro mandar un hijo a un buen colegio y pagarles todas las actividades extraprogramáticas.

Hay un factor no menos importante: poco a poco los mitos negativos en torno del único hijo van desapareciendo. Y las luchas feministas ayudaron en los últimos años a contraponer la maternidad deseada versus la supuesta obligatoriedad de la reproducción.

“Tengo una hija y no quiero más”, cuenta Lourdes Carrasco, de 38 años. “Me costó mucho decidir si quería ser madre. Me hacía ruido la idea de tener que renunciar a mi libertad. De hecho, es lo que más me cuesta todavía de la maternidad: no ser dueña de mis tiempos y que alguien dependa 100% de mí”, cuenta la joven licenciada en Comunicación Social, mamá de Valentina, de tres años.

No son pocos los familiares que le han preguntado: “¿para cuándo el segundo?”. “No siento el deseo de otro hijo, y maternidad sin deseo, por el solo hecho de darle un hermano a mi hija, me parece dañino e incluso bastante terrible”, remarca.

Aunque remarca que adora a su hija, siente que la maternidad es agotadora y que ella también quiere ser feliz en su trabajo. “Por otro lado, ahora cuando uno piensa en tener un hijo, tiene que analizar también si va a poder pagarle un colegio, un curso de inglés o la práctica de deportes, por nombrar algunas de las tantas cosas que hacen los chicos actualmente”, exclama.

“Mi abuela tuvo nueve hijos y mi mamá cuatro. Así y todo, yo nunca pensé en tener hijos. Estuve casada cinco años hasta que llegó mi niña. No quiero tener más porque económicamente no me está yendo bien. La maternidad es un laburo enorme, desgastante. Claro que amo a mi hija, pero ser madre es tremendamente difícil en estos tiempos. Por otro lado, hoy Sofía (tiene cinco años) ya es más independiente y yo, después de varios años, puedo decir que me estoy ocupando nuevamente de mí”, apunta Clara Martínez, de 40 años.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios